El voto que el alma pronuncia
Ronald Pais
Un excelente bajista, que me concedió el honor de acompañarme cuando yo incursionaba en el mundo de la música, en los 70’s, siempre decía: “El bajo se nota cuando falta”.
Lo mismo sucede con la Libertad. Se nota cuando falta. Sobre todo en países como el nuestro, de muy larga tradición democrática y en cuya historia las interrupciones a la vigencia democrática han sido la excepción y no la regla.
Los uruguayos concebimos a la libertad como un don natural que nos es dado graciosamente desde que nacimos.
Pero no es así. Más allá de remontarnos al trabajoso proceso que nos llevó a obtener la independencia y ser dueños de nuestro propio destino, basta informarse mínimamente de lo que sucede ahora mismo en Cuba, Venezuela o Nicaragua para tomar conciencia de lo que significa perderla.
Y cuando hablo de democracia y libertad casi como sinónimos es porque el único régimen que garantiza la libertad es, justamente, el democrático.
Las experiencias históricas e internacionales deberían servirnos para que, al momento de decidir nuestro voto para elegir un gobierno, lo primero que priorizáramos fuera preguntarnos si la opción elegida nos garantiza la libertad y la continuidad de la democracia.
Sin embargo, no parece ser ésta la primera cuestión a considerar por la ciudadanía. Se da por hecho que todos los candidatos y los partidos políticos a los que pertenecen seguirán manteniendo esos valores fundamentales. Aunque no sea así.
Prestemos atención cuando encumbrados dirigentes políticos y sindicales defienden y justifican dictaduras que les son afines ideológicamente. Desde que “Cuba es una democracia diferente” de Carolina Cosse hasta “Compañero Presidente: Es un honor estar aquí…” de Marcelo Abdala (PIT-CNT) hablándole a Maduro en un acto público en Venezuela ,“y en Uruguay, en que nuestra patria de Artigas, el movimiento obrero y el pueblo es solidario, cariñoso y amigo de la revolución bolivariana. No hay ninguna vacilación en ese sentido”.
Estas son expresiones de un pensamiento totalitario y no deben ser ignoradas o desatendidas, sobre todo en momentos en que el Frente Amplio está dominado por los sectores más radicales de comunistas y tupamaros, escenario que nunca antes se había presentado.
Considerar que en esta coalición de izquierdas anida un peligro cierto para la supervivencia de la Democracia no debería ser subestimado.
Este error lo cometieron los venezolanos y así les fue.
Pero hay otros problemas y otros peligros. El primero de ellos es la crisis del sistema representativo y el rol de los partidos políticos.
La gente tiende a no creer que los políticos la representan como debieran y tiene una imagen devaluada de los partidos, lo que también afecta la credibilidad democrática.
El surgimiento de figuras nuevas que reciben un fuerte apoyo electoral y hasta alcanzan la máxima magistratura de los países, así lo demuestran. Son actores que descreen del ejercicio tradicional de la política, a la que ven contaminada por el clientelismo y la corrupción. Se muestran pragmáticos y no atados a postulados históricos de los partidos sino sensibles a las necesidades reales y cotidianas de las personas y reciben de éstas, un apoyo electoral inesperado, sorprendiendo a rivales y encuestadoras.
¿Y cuál es la “mea culpa” que deberían reconocer los partidos políticos tradicionales uruguayos y que alienta este fenómeno?
Hay muchos y variados componentes:
_* La práctica de que yo llamo “liderazgo planetario” _y que es aquel en que el líder transitorio de un partido siente que él es el sol y que los demás dirigentes son planetas que giran y deben girar alrededor de él, si es posible sin tocarse, cada cual en su órbita y siendo que, por supuesto, los más cercanos son los que recibirán más calorcito del astro rey.
La consecuencia es clara, cuando el “sol” no está o declina, se produce la fragmentación y caos planetario.
* La “fiebre quinquenal”. Un poco antes de las elecciones internas de cada partido se produce el despertar de la somnolencia y se comienza a hacer lo que debió hacerse años antes: recorridas, presencia en los medios de comunicación, montaje de organizaciones y militancia, atención de problemas o planteamientos antes ignorados, captación de recursos financieros, etc.
* Pérdida de protagonismo. Las personas ya no recurren al partido político cuando buscan apoyo o ser escuchados. El partido no se ha ocupado en hacerlos sentir parte de una organización verdadera con “afectio societatis” entre sus integrantes, que respalde y ayude a su gente. Ante ese vacío, prefieren recurrir a su religión, o a una ONG, o al sindicato, y también al Estado cuando se trata de obtener un beneficio. Y si quieren expresarse o ser oídas lo hacen por las redes sociales ya que tampoco confían mucho en los medios de comunicación convencionales.
El partido político tradicional no está presente en la vida cotidiana de las personas. Son organizaciones que han declinado en la confianza general y por eso un fenómeno como Milei en Argentina no debería extrañar a nadie.
* Nula posibilidad de demanda o reclamación. Después de emitido el voto y durante la gestión de sus representados, el ciudadano no tiene chances de plantearle a su “representante” aquellas cosas que esperaba que éste propusiera o hiciese. Salvo un llamada o mensaje a un programa periodístico, una carta a un diario o, de nuevo, un desahogo en redes sociales, las posibilidades de intercambio son mínimas. Se me dirá que las encuestas demostrarán si hay apoyo o no a la gestión Pero eso marcará tendencias en términos generales y nada más. En realidad, para la verdadera encuesta de aprobación o desaprobación habrá que esperar a la próxima elección.
En todo este proceso, el elector preocupado por la continuidad y el fortalecimiento de la democracia, apoyará aquellas cosas que se prometieron y se ejecutan con responsabilidad.
En el caso de Uruguay y de los votantes que eligieron al actual gobierno verán como buenas y necesarias la aprobación de la LUC, la Reforma Educativa, la de la Seguridad Social y otras cosas que podríamos agregar. Pero aquellos que priorizan el mantenimiento y fortalecimiento de la Democracia también reclamarán por la corrección del rumbo en muchos otros temas. Derogar o modificar leyes que mienten la historia; eliminar o modificar “reparaciones” u “homenajes” a terroristas, cambiar al Fiscal de Corte y reformar al Ministerio Público para que cumpla sus funciones y cometidos en forma debida, lograr el pronunciamiento rápido y oportuno de los casos de corrupción de los anteriores gobiernos ya denunciados y aparentemente “congelados”, terminar con las asociaciones políticas camufladas de sindicatos, controlar el funcionamiento y financiamiento de las ONG’s, evitar el adoctrinamiento ideológico de niños y jóvenes tanto sea por los docentes como por los materiales educativos utilizados, etc. etc. etc.
En la medida que los partidos y los políticos comprendan estas frustraciones y las encaren con decisión y valentía, seguramente se habrá contribuido a cuidar y proteger nuestra libertad. Porque para un patriota, aquella frase del Himno Nacional: “Y muriendo también Libertad” más que un juramento es el compromiso con una forma de vivir que está arraigada en las raíces más profundas de nuestra tradición y nuestra Historia.