Educación

La tragedia universitaria (III):

La escasa titulación

Claudio Rama

La tragedia de la educación en Uruguay es la baja capacidad que tiene para retener estudiantes y lograr su graduación. La falla es integral, pero impacta con más intensidad en los estudiantes del interior, los varones, en la educación superior y en los sectores sociales que provienen del quintil de ingresos más bajos. Esta situación conforma al sistema educativo como un colador que selecciona y filtra estudiantes. Mientras que en el nivel primario el abandono es bajo y existe una retención muy elevada, en el nivel de la educación media la deserción promedio es muy superior y alcanza actualmente al entorno del 50%. Ello se produce facilitado por una asignación económica para las familias que estudian en educación primaria estatal o privada, hasta los 14 años y quienes cursan estudios secundarios en institutos estatales o privados habilitados (UTU, liceo) hasta los 18 años. Sin embargo, en la educación superior el abandono es mayor y supera los guarismos de los niveles previos, lo cual determina una baja titulación terciaria.

Es esta una realidad regional e incluso global, pero en distinta intensidad. Según el Instituto de Estadística de la UNESCO, la tasa de graduación de América Latina, que mide la proporción de graduados de carreras de grado y de maestría, en el total de ellos, fue del 22% para el año 2017 y apenas subió al 23% para el 2022. Este indicador es casi la mitad de la tasa de graduación terciaria de los países desarrollados que en ese mismo periodo, y que además paso del 39% al 42% en ese período. Así, la región tiene una tasa de graduación que es casi la mitad de los países desarrollados y cuyo mejoramiento es 50% menos. La distancia no se achica, sino que se amplia. Pero además, si miramos al interior del continente hay fuertes asimetrías. Entre 7 países que tienen datos comparativos, México y Colombia están por encima de la media regional y han mejorado, en tanto que el resto ha tenido una performance menor a la media. Uruguay, según la UNESCO, para el año 2021 tuvo una tasa de graduación de apenas el 16,4%.

Así, la cantidad de graduados, o la eficiencia de titulación en el país es muy baja comparativamente y además ha tenido un bajo crecimiento, como se aprecia en el cuadro. Pero además, si vemos los indicadores de egresados en función de la población total o la cantidad de estudiantes, se constata los bajos niveles de eficiencia terminal.

Además, de ser bajo el egreso a nivel terciario, es de destacar que el 53,4% (2016) corresponden a egresados de estudios de ciencias sociales, fundamentalmente derecho, comunicación y ciencias económicas, que son carreras saturadas, con remuneraciones decrecientes y no sólo con bajo impacto en el desarrollo del país, sino en las demandas futuras. Si agregamos el egreso de sicología hoy se supera el 60%. Pero esta situación, ya de por sí trágica, de una baja graduación, se torna aún más compleja en términos sociales. Según el informe de Logros Educativos 2019 del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la asistencia a las instituciones de educación superior está focalizada fuertemente en el quintil de ingresos económicos más altos, en tanto que la asistencia de personas de quintil más bajo es muy reducida, como se aprecia en el cuadro titulado Porcentaje de asistencia a instituciones de Educación superior por quintiles de ingreso de las familias.

Ello nos muestra que el sistema universitario es un aparato ineficiente en términos de graduación y además se caracteriza por facilitar la diferenciación social y estratificación social. Es un sistema de ingreso y expulsión, que no logra que las personas se gradúen. Funciona como una estructura de reproducción de las elites. Cuando se ha analizado en encuestas las causas de la deserción de la educación superior en el país, se aprecia una gran confluencia de criterios con pocas diferenciaciones por sectores, edades, géneros o regiones. Entre el 52% y el 57% de los estudiantes que abandonan sus estudios, refieren motivos de falta de interés y deseo de aprender otras cosas, en tanto que apenas en el entorno del 4% responden que son las pruebas y las evaluaciones los motivos de sus abandonos. No se deserta por exigencias. El trabajo por su parte como causa de abandono está entre el 18% y el 29% de incidencia, correspondiendo a no poder seguir los estudios, bien sea por tiempo o dificultades de traslado. Inflexibilidad del modelo presencial es la explicación subyacente

En un tiempo se pensaba, acorde a la teoría del capital humano que aún que las personas no se graduaban, tenían un beneficio ya que su remuneración se asociaba a sus competencias. La realidad es distinta. Los salarios, apoyados en la teoría de la señalización, se asocian a los títulos, y la Encuesta de Hogares por Muestreo muestra la baja eficiencia de estudios terciarios incompletos que tienden a salarios bajos y decrecientes. Quien no termina, tiene pocos beneficios personales y sin duda tampoco la sociedad, sino costos.

* Centro de Estudios de Educación Superior y Sociedad del Conocimiento

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