Editorial

Elecciones, idiosincracia y nostalgia

César García Acosta

El largo camino electoral ya recorrió varios de sus tramos: pasó de las elecciones internas de los partidos políticos, a los comicios de primera vuelta, y ahora va rumbo en dos semanas, a un balotage –o elección de segunda vuelta- de la que emergerá el modelo de país hasta el 2030. Seis meses después vendrán las municipales. En esta columna reeditaremos tres miradas distintas, que aunque de otra época, a modo de significante nos dirán cómo somos y qué sentimos los uruguayos por la política y el país: Carlos Quijano, Carlos Maggi y Juan Carlos Onetti serán las claves para enfrentar este desafío. Más allá de ellos, y seguro de nosotros, mientras algunos saben a quién votarán, otros lo que tienen claro es por quién no lo harán.

Mientras tanto, en instancias como éstas, de clara indefinición, como a mdiados del siglo pasado alcanzaría para dirimir la contienda la gente que entra en la tribuna Colombes o en la Amsterdam del Estado Centenario. Sólo con esos ciudadanos alcanzaría para resolver la opción gobernante.

Resulta idiosincrático para los uruguayos saber que desde mucho antes que hoy, las cosas siempre fueron así; en realidad el país siempre estuvo dividido en dos bloques. Quizá por eso éste sea el lugar del mundo en que su gente se acostó una noche con un presidente electo, y al día ameneció con otro por un puñado de votos.

Este es el país de las familias ideológicas le pese a quien le pese.

Y que conste que para el imaginario diván del psicoanálisis electoral, los más experimentamos, y hasta los que ostentan menos interés en la balota, todos saben que tienen el mismo peso a la hora de decidir.

Pero Uruguay es el país de los rasgos propios y también el de los extraños. Decía Carlos Quijano en el semanario Marcha, en 1965, que “La incuria, la imprevisión, y la ignorancia, llevan a la dependencia. Inevitablemente. Y no porque los otros sean `malos´. Los otros siguen su camino. No es cierto que los pueblos y las naciones tengan la vida eterna asegurada. Mueren también. Y en ocasiones para no renacer más. Sin necesidad de hundirse en la historia lejana… Siempre nos será duro sobrevivir que a otros. Por nuestra pequeñez y por nuestra debilidad. Pero debemos afrontar el desafío. Y la primera área que nos espera, la más larga, la menos exultante quizás, la más difícil, la más sacrificada, es la de quemar nuestros hitos, aborrecer nuestras hipocresías, y mirar para verla, a la realidad. “

Quijano, como gran reconocedor del texto y del contexto, finalizaba su análisis urguayísimo diciendo: “Mirar y ver, conocer los hechos, no supone resignarse a soportarlos. Por el contrario, se les soporta, se es esclavo de ellos, cuando se les ignora.. Mirar y ver, es el principio de la sabiduría. Y ya ha sido dicho que ara dominar la naturaleza, hay que obedecerla. El país entero tiene que comprender, debe comprender, con todo lo que ello significa, que es débil y pequeño, que está en un continente enfeudado; que el peligro y la amenaza rondan sus fronteras; que el mundo esta sacudido por una revolución prodigiosa y vertiginosa…”

En esta línea de análisis, aunque desde la lejanía política, Carlos Maggi en el convulsionado año de 1967, decía: “Es una verdadera bendición la cantidad de cosas que faltan en este país. No tenemos indios, ni mau mau, ni esquimales. No nacen en este suelo australianos, cosacos, ni portorriqueños; uruguayos, únicamente… Este suelo es suelo puro y los piratas desprecian las superficies, necesitan meterse en honduras, cavar y arrancar minerías; éste no les sirve, es territorio para patinar la vida; de ahí que no padezca invasiones, ni de al mundo artistas torturados. Carecemos de subsuelo… Es un buen lugar para sentarse a meditar; un lugar tranquilo donde apreciar todo lo que felizmente no tenemos. Por eso estamos obligados a pensar; porque el país se presta y porque en otro tiempo ya pensamos. Aquí se escribió Ariel –un ensayo famoso dedicado a la juventud de América- y eso crea una cierta responsabilidad”.

El tema de fondo en este momento de la historia de la república, deja entrever como factor constante, como “leit motiv” cuasi literario, la `negociación´ como recurso, para lo cual debemos ir creando un `estado del alma´ que no deje librado a la acción beligerante de unos pocos, el hacer o hacer de la república con el solo fin de sentar el clima necesario para construir a base de leyes, la erradicación de la pobreza extrema, y la conformación de planes de vivienda tan realistas como viables. Del mismo modo que el país encontró la fórmula para que la construcción de la vivienda promovida haya cambiado caracterialmente a barrios enteros en pleno centro de Montevideo, es necesario llegar a los asentamientos irregulares y sin desintegrarlos, adecuarlos a la digna forma de vivir siendo cada uno feliz en su justo texto y contexto.

La verdad que es un error seguir caminando sobre la base de programas de gobierno prefabricados como si fueran la mismísima revelación. Ni somos un producto a la venta en el escaparate de un supermercado, ni se logrará la aptitud presidencial debatiendo, porque gobernar siempre es tener perspectiva y la sabiduría de concretar con hechos lo que otros desde su interior reclaman como una necesidad.

A estos dos pensadores de otra época, de otro país, ambos opuestos ideológicamente, aunque conocedores del mismo setimiento uruguayo, se suma Juan Carlos Onetti, quien describía en “El Astillero” al Uruguay, del siguiente modo: “La experiencia de Buenos Aires está presente en todas mis obras, de alguna manera; pero mucho más que Buenos Aires, está presente Montevideo, la melancolía de Montevideo. Por eso fabriqué a Santa María, el pueblito que aparece en El astillero: fruto de la nostalgia de mi ciudad”.

Ni el perfil de la campaña, ni los candidatos, cambiarán nuestra idiosincrasia. En este rincón del sur América Latina, el andar cansino, reflexivo y conocedor de su realidad, hará que su ciudadanía calce a la perfección la democracia con el republicanismo.

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