Editorial

Mucho más que cruzar un puente

César García Acosta

Se dice que la idiosincrasia es el modo de ser de una persona o cosa. Se la define como la conjugación de los detalles imperceptibles que lo distinguen. Un individuo, un partido político y hasta un país, todos tienen su propia idiosincrasia. Estos rasgos resultan determinantes y son quienes nos ponen en la disyuntiva de las cosas rumbo al futuro. Llegado a ese punto, lo entendamos o no, ya no habrá marcha atrás. Tanto el pasado como el presente son la suma de lo que hemos sido en la certeza de lo que vendrá. Quizá por eso Carmelo Vidalín, sin vacilaciones y siguiendo a su esencia, antepuso su renuncia al cargo de Intendente si el puente ferroviario de principios del siglo XX, que está emplazado sobre el río Yí, era derrumbado para dar paso firme al tránsito del ferrocarril central. Este político al que algunos temen por su discurso frontal, sabe que haber logrado el voto de su gente cuatro veces, no admite tener como rasgo la vacilación. Para crecer debe conciliarse con el pasado tanto como apostar al futuro. Y en ese contexto, confrontaciones de por medio, el puente ferroviario planteaba desafíos que estaban más allá de su estructura y hasta de su historia.

En el límite de Durazno y Tacuarembó, con énfasis en pueblo Centenario y Pasos de los Toros, la zona se transformó en la tierra elegida por la industria papelera internacional de la mano de la empresa UPM. Una inversión cercana a los 2.700 millones de dólares marcó su influencia desde el trazado del ferrocarril central, hasta la urbanización colateral que supone adecuarse a una producción a gran escala, que ha tenido como epicentro el eje de la ruta 5, transformando el camino hacia el Norte del país como el canal de paso privilegiado para los miles de quilos de celulosa de madera producida en el campo uruguayo.

Pero esta historia no se vincula con UPM, ni con las necesidades sociales que su devenir ha provocado en el mundillo de pueblo Centenario, sino más bien con el eje de un debate de corte político que puso en jaque al proyecto del ferrocarril central y a su pasaje por la ciudad de Durazno, debatiéndose no sin presiones el mantenimiento (o no) del puente ferroviario ubicado sobre el Río Yi. La advertencia de renuncia del intendente Carmelo Vidalín, de haber prosperado la caída del puente viejo, fue una marca de diferencia para la política uruguaya.

Pocas veces un gobernante puso sobre la mesa su renuncia si la piqueta fatal del progreso lograba avasallar el intransferible sentido común de la cultura local. Tras varios meses de discusión, y con la mediación de varios actores políticos, sin que faltaran los cabildantes también políticos integrados a empresas de gran porte, se llegó a un acuerdo, y el histórico puente mantendrá su estructura externa, aunque reforzada en su parte interna para que pueda soportar los trenes que transitarán hacia UPM y que volverán a diario hacia el Puerto de Montevideo con su carga de celulosa. 

Para el intendente de Durazno el puente se trata de una estructura histórica que está conformada por 12 partes diferentes de 56 metros de largo. Es uno de los puentes más largos del país. Forma parte del patrimonio departamental y del “sentimiento” de todos los duraznenses. Para Vidalín, un personaje casi único en la política uruguaya, que ha logrado ser cuatro veces Intendente, dos veces Presidente del Congreso de Intendentes y varias veces diputado por su departamento, antepone el arraigo local al interés empresarial y político.

“Aprovecho para contar que en su momento hablé con el arquitecto William Rey, presidente de la Comisión de Patrimonio Nacional, y una vez que hemos salido adelante con este tema, el puente viejo va a ser declarado patrimonio nacional, lo que indudablemente nos llena de profunda satisfacción a todos los duraznenses”, agregó Vidalín.

El integrante del Honorable Directorio del Partido Nacional recordó que el puente y sus vías férreas fueron su “mayor adversario político” en las pasadas elecciones, porque “todos reclamaban por el puente”, pero nadie quería que el tren pase “junto a su casa”. A pesar de eso, se reunió con el ingeniero Alejandro Ruibal, que forma parte del consorcio de empresas Grupo Vía Central, y recibió tres propuestas. Dos de ellas fueron descartadas y la tercera bienvenida porque mantenía la estructura exterior.

“La aceptamos inmediatamente porque logramos mantener la estructura del puente tal cual como la visualizamos y la amamos los duraznenses, y a la vez se logra el refuerzo que era lo que estaba establecido en el acuerdo firmado en el año 2017, donde se decía que había tres puentes que no se cambiaban. Uno ya se fue, que es el de Santa Lucía, el que venía era el de Durazno y el tercero era el del Río Negro”, indicó.

Finalmente, Vidalín afirmó que estas idas y vueltas “no fueron una pulseada”, sino que se trataba de respetar lo que estaba acordado y defender el patrimonio departamental. En esta línea, reflexionó sobre el mundo actual: “El mundo anda tan rápido, tan de prisa, que hay un afán materialista que dejamos de lado las cosas que forman parte de nuestro sentimiento. Hay que preservar lo que es esa historia, eso que nos dejaron nuestros antepasados”, dijo.

Por último, el intendente aclaró que “no hubo nada de show” cuando amenazó con renunciar y señaló que quienes lo conocen saben que se iba “en paz y tranquilo”. “Era un buen ejemplo, en estos momentos que se habla de descreimiento de la clase política, de que la palabra empeñada debe cumplirse. Lo iba a hacer con muchísimo dolor, tanto es así que compañeros de otras tiendas me decían que lo que iba a hacer no estaba bien, que iba a dejar al resto desprotegidos, pero en algún momento de calentura, de profundo dolor, dije me voy”, concluyó.

Mientras esto aconteció a 200 kilómetros de Montevideo, el Centro de la ciudad capital del país se va viendo despojado de fincas de más de cien años de existencia en favor de construcciones edilicias que sin vestigios del pasado, suman metros de modernas estructuras para monoambientes cuyo mercado inmobiliario aún es incierto.

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