De torero a bombero
Daniel Manduré
Hace algunos días se dieron por el mundo algunas situaciones que vistas en forma independiente pueden parecer menores, resultar insólitas, quedar en la anécdota y hasta tener un tono pintoresco. Pero que si vamos al fondo de la cuestión no lo son. Lo acertado o no del camino que emprendemos cuando decidimos luchar por derechos o causas a las que queremos defender son tan importantes como la propia causa. Tomar por caminos equivocados, que llevan a posturas radicales, extremistas debilitan el propósito por el que se lucha. Los radicalismos terminan pervirtiendo el fin que se persigue. El fanático, aunque no sea su propósito, termina siendo un inquisidor.
Una organización animalista internacional le pide al cantante Chayanne que elimine de uno de sus grandes éxitos la palabra “torero” y que la cambie por “bombero”, por considerar a aquella, una “exaltación a la tauromaquia, glorificando a hombres que atormentan animales por diversión”.
Por otro lado, en la ciudad de Cali, Colombia, en un concierto de Andrés Calamaro al expresar este, unas palabras a favor de la tauromaquia lo abuchearon de tal forma que debió retirarse del escenario.
Todos conocemos el perfil polémico y controvertido de Calamaro en diversos temas, entre ellos, su posición a favor de las corridas de toros, seguramente quienes compraron boletos para su concierto también lo sabía.
Coincidimos plenamente con todo aquello que sea defender derechos de los sectores más vulnerables. Es sin duda importante el bregar por leyes que defiendan y protejan el bienestar animal. En el caso de nuestro país avanzar en ese sentido es imprescindible, con leyes precisas que combatan el abandono y maltrato animal. Leyes que luego se apliquen y que no queden como un simple elemento decorativo. Defendiendo esto, nos van a encontrar siempre.
En el caso de las corridas de toros, en Uruguay, hace más de un siglo, la sabiduría del gobierno batllista de la época resolvió ese tema.
Cuando a causa de la muerte del torero valenciano Punteret en la plaza de toros de la Unión, en 1888, el gobierno durante la presidencia de Máximo Tajes resolviera la prohibición de las corridas de toros y la riña de gallos. Medida que no termina de concretarse hasta que en 1912 Batlle y Ordoñez le da la estocada final, prohibiéndola allí sí en forma definitiva.
No estamos de acuerdo con la tauromaquia y aunque sin compartirla comprendemos la fuerte tradición y la idiosincrasia de algunos países que les cuesta tomar medidas en ese sentido. Hablábamos de los percances que tuvo Calamaro en Colombia, ese país justo acababa de aprobar una ley que prohíbe las corridas de toros después de 14 intentos frustrados con anterioridad. La ley allí comenzaría a regir tres años después de que entrara en vigor, para tener tiempo de dar solución laboral a muchas familias que dependen de ella y buscar su reconversión económica. Son solo 7 los países en donde las corridas de todos están permitidas.
Pero a lo que nos queremos referirnos especialmente es al camino elegido ahora iniciar esa lucha por los derechos. No es eliminando palabras, reescribiendo la historia, cambiando clásicos infantiles, distorsionando nuestro rico lenguaje, censurando canciones, modificando textos, es que lograremos alcanzar el objetivo buscado.
El humorista censurado, el actor reprimido, ocultando palabras, reconvirtiendo tiras cinematográficas, cambiando el color de piel de protagonistas no lograremos revertir las situaciones que de verdad existen de vulneración de derechos, desigualdad o discriminación.
Hace un tiempo se procuraba cambiar la denominación de la lotería de fin de año, “el gordo de fin de año no corre más” ahora es “la grande de fin de año”.
Desde la ciudad de San José se solicitaba eliminar del repertorio de la Banda Sinfónica de esa ciudad el tema “Azuquita pa’l café” por afirmar que su letra “reforzaba estereotipos machistas”. Escuchamos también quienes exigían eliminar el beso no consensuado del príncipe a Blancanieves o la polémica generada por la visión racista de la galardonada “Lo que el viento se llevó”.
Ahora le toca el turno a la exitosa canción de Chayanne, el torero que debería ser bombero. La verdad, con todo respeto, increíble.
¿Qué hacemos entonces con “La canción del torero” de Bizet en la ópera Carmen? en donde se habla del amor al torero, a su profesión y destreza. ¿También la eliminamos?
Parecería que la dictadura de lo políticamente correcto estuviera allí agazapada, esperando, censurando y coartando la libertad. Con buenas intenciones de las que no dudamos, termina viajando a extremos inesperados.
Siempre es importante el rumbo que le demos a nuestras luchas.
Me gusta en estos casos refrendar la frase de Aristóteles que decía que:” las palabras están allí para señalar lo justo y lo injusto, lo conveniente y lo nocivo y que es el ser humano el que tiene la capacidad de distinguir y separar lo que considera bueno de lo malo”
No todo esta bueno ni todo lo podemos compartir, pero las diferencias no se solucionan con censuras, eliminando palabras, prohibiciones o abucheando al que piensa diferente. Siempre debe primar la libertad.
Es el hombre que, con sus capacidades, desde su razón, el que elige. El y solo él decide que consume, que lee, mira o escucha.
Se podrán eliminar palabras, censurar, prohibir canciones o abuchear al que piensa diferente, pero después de eso, el racismo, las desigualdades, la homofobia, la violencia o el consumo de drogas seguirán.
Nada de eso habrá cambiado.
Lo único que lograremos es ser un poco menos libres.