Política nacional

Carta para ese amigo del frente

(que no se atreverá a leerla)

Gustavo Gómez Rial

Aunque, igual la escribiré. Te la dejo como ese sobre colocado debajo de la almohada para confiar un secreto; aunque no despiertes, aunque sigas adormecido creyente en tus quimeras. Así es como las palabras se vuelven silencio, así como el diálogo se pierde entre gritos: es más fácil esconderse detrás de un mar poblado de banderas ciegas. Se te hará difícil volver a casa y quitarte la euforia, todo ese disfraz; para intentar ser un ciudadano libre pero dispuesto a pensar. Y has de saber, amigo, que aquellos que te hablen de libertad y jamás te inviten a pensar o a cuestionarte, son tus peores carceleros.

Y seguirás preso mientras tu gesto de fastidio arrugue estas pocas líneas mucho antes de llegar al final: quizás no tengas el valor de responder; como si de un debate muy incómodo se tratase y que, por ello, preferirías evitar a toda costa.

Amigo, vecino, compañero, compatriota, cuánto nos une y qué poco debería separarnos para construir juntos (¡siempre construir!), una escuela, un barrio mejor, un pueblo en paz, una ciudad limpia y hermosa, un país ejemplar.

Que, si pudiera debatir contigo, te preguntaría: ¿Quiénes han construido el 90 por ciento de las escuelas públicas y liceos? ¿Quiénes crearon nuestros CAIF, nuestras UTU y nuestra Universidad? ¿Quiénes levantaron desde cero nuestros hospitales? ¿Quiénes trazaron casi el cien por cien de nuestras vías de comunicación antes de que nos las devolvieran rotas y llenas de pozos y de basura? ¿Quiénes fundaron la PLUNA que otros regalaron? ¿Quiénes levantaron el Teatro Solís y el SODRE antes de que una corriente política se designara a sí misma dueña de la Cultura de nuestra tierra?

¿Fue tu Frente Amplio por gracia divina?

¿Quién multiplicó nuestra deuda externa al menos por tres en menos de 15 años? Te debo conceder algo amigo: fue el Frente Amplio.

Y te preguntaré: ¿Bajo qué gobiernos en los últimos 20 años el dólar pasó a cotizarse al doble del valor que tenía al inicio del período? Ten valor amigo de buscar tú la respuesta.

Amigo, no agarres esas frutas de la mentira que te dan para que esparzas sus semillas, porque terminarán creciendo en tu patio como un higuerón que ahogue tus propios árboles frutales. Que no te cambien libros por figuritas, no dejes que te conviden con el porro de la felicidad fácil, no le creas a esos dealers macanudos y campechanos que como te dicen una cosa te dicen la otra. No dejes que te envenenen la leche de cada desayuno. Hay mejores formas de ser libres, hay formas más seguras de buscar el cambio. Y, ojo, hablando de disfraces, ¿vas a confiarle un país a los maestros del disfraz? El Carnaval dura lo que tiene que durar y luego de la fiesta las sociedades serias y maduras vuelven al trabajo. Las sociedades en serio no adoptarían el mejor cuplé como programa.

Si tienes los mismos carnavales que yo, no deberías haber olvidado los muros que entonces pintaban: ¡Viva el comunismo, viva Fidel, viva Cuba! ¡Viva la revolución sandinista, viva Nicaragua! ¡Fuera yankis! (vuelvan, que tenemos que pedirles crédito, por favor).

Ni olvidarás los muros que cayeron (en tu RDA).

Hasta que, harto el pueblo de banderas rojas con la hoz y el martillo (ellos mismos se darían cuenta) ocultando a nuestra enseña patria, dudaron poco en llamarle Democracia Avanzada (que poco y nada tenía de Democracia y menos aún de avanzada).

Voy rápido y me salteo demasiadas cosas, demasiada historia mal contada, tanto relato travestido como Historia. Quizás, no tan rápido como tus maestros del disfraz que, ni cortos ni perezosos, se embanderaron con la revolución bolivariana y fue un ¡viva Chávez, viva Venezuela! ¡Viva su petróleo pesado, vivan sus negocios oscuros! Y el ¡viva Maduro! no tardó en escucharse, ni tardó en producirse el abrazo con los Kirchner para inaugurar el famoso y próspero Tren de los Pueblos Libres.

Pero no temáis por nuestra República -me responderías, tal vez-, que sólo eran abrazos de buena vecindad, como los de Abdala en nombre de nuestro pueblo trabajador.

Haces muy bien en no escuchar mis palabras, porque infunden el miedo, despiertan cucos que la historia jamás de los jamases repetiría aquí, en este territorio. Si todos tus amigos fracasaron estrepitosamente, tú, con la misma fórmula, con los mismos socios, con Rusia, con China, con Irán, con Palestina y media Cuba y Venezuela (las que no están en el exilio) serás capaz de seguir construyendo, a la uruguaya, una sociedad feliz y próspera, eficiente y moderna, igualitaria (tan igual como la pobreza extrema en que hoy viven el 89 % de los cubanos). O tal vez no, pues según Orsi (tu presidente, del que mejor ni opino ahora), “la izquierda uruguaya es la más conservadora de todas las izquierdas”. Entonces, podríamos conformarnos con sólo un 50 % de pobreza extrema; como la que les dejaron a nuestros vecinos después de que Alberto Fernández abandonara su gobierno Capitalista Inclusivo (y golpeador). Sólo es cuestión de darles tiempo, de confiar. De no creer en esos viejos refranes que advierten: “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Sigue confiado, tápate ojos, boca y oídos, no es necesario cuestionarse (evita debatir conmigo; olvídate de lo que has leído, es lo más fácil). No escuches a los extraños (te lo advirtieron ya desde chiquito). Cree como un adolescente que pega la foto de sus ídolos en el cuarto y les perdona sin mayor esfuerzo excesos y sobredosis. Sigue siendo un secuestrado con síndrome de Estocolmo, sigue siendo el mejor hincha de algún cuadro que cuando pierde hace que no gane ninguno. No te olvides de imitar a la mujer maltratada que a menudo justifica a su maltratador y espera a que vengan tiempos mejores. No tengas paciencia, la culpa es de los otros, nunca es tuya, nunca es de todos.

Si has leído hasta aquí, aún sano y aferrado a tus benditos dogmas o si eres indemne al Batllismo verdadero, espero que no le temas a la duda: es el motor del cambio y de la prosperidad.

Dicen que las vendas en los ojos pueden caerse solas y las rodillas curan después de haber sufrido muchos tropiezos.

Aunque, si sigues en tus trece, has de saber que enfrente tendrás a un conciudadano dispuesto cada vez a tender una mano y ahora parte de una coalición firme y republicana, coherente, humanista, amiga de la libertad y de los valores de Occidente.

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