A la deriva
Pablo Caffarelli
Orsi volvió a ponerse ante los micrófonos y, una vez más, el intercambio derivó en uno de los asuntos más complejos y sensibles de estos tiempos: la seguridad pública. No es novedad que los delitos siguen en ascenso, empujados por el crecimiento —en volumen, organización y violencia— de los grupos vinculados al narcotráfico. Desde las estructuras criminales de gran escala hasta los vendedores barriales, la trama se expande y erosiona la vida cotidiana.
Frente a las preguntas, Orsi ensayó un gesto tan inusual como llamativo, especialmente considerando el partido del que proviene y la tradición ideológica que lo sostiene: señaló que el modelo de Bukele es un “ejemplo a seguir”. Acto seguido, al advertir el desliz, intentó corregirse: “es un modelo para analizar”, dijo, tratando de difuminar si había querido elogiarlo o simplemente mencionarlo como objeto de estudio. Lo cierto es que, como ya es habitual, su discurso volvió a ser ambiguo, zigzagueante, de escasa profundidad y con más matices improvisados que convicciones sólidas.
El episodio reactivó otro clásico reciente: referentes del Frente Amplio saliendo a “interpretar” lo que —según ellos— el presidente quiso decir. El ejercicio ya parece parte del organigrama: Orsi declara, confunde, rectifica, y luego su entorno se encarga de explicarlo. Todo mientras se acumulan señales de un preocupante desconocimiento en temas clave, como cuando aseguró no estar enterado del fallecimiento de un funcionario policial. A su modo, ha terminado encarnando aquella vieja frase de Mujica: “como te digo una cosa, te digo otra”.
El gobierno aún no cumple su primer año, pero ya exhibe un vacío alarmante de logros relevantes y un presidente que aparece cada vez más desorientado. En cada intervención pública, en lugar de brindar rumbo, deja tras de sí una estela de dudas. La sensación de deriva se vuelve más palpable y más inquietante.
Quedan por delante cuatro años y tres meses de un ciclo que empezó mal, muy mal. El país necesita un viraje profundo, un golpe de timón que saque al gobierno del camino mediocre por el que avanza. La pregunta —la que late detrás de cada conferencia, cada frase corregida y cada interpretación posterior— es si este presidente será capaz de encontrar ese rumbo o si seguiremos, simplemente, a la deriva.