Por candidatos que no sean
envasados al vacío de marca blanca
Jorge Bonino
La presente campaña para las elecciones internas entra afortunadamente en sus últimos días, ya que a la hora 0 del viernes 28 comienza la veda de actividades proselitistas. Y lo de afortunadamente es porque esta ha sido quizás una de las campañas más avaras en ideas de todas las que han tenido lugar desde 1982 al presente.
Lejos quedaron las quiméricas, extensas y populistas propuestas de izquierda, que más allá de su errónea comprensión de la realidad y su concepción de lucha de clases, procuraban dotar de contenido -acorde con su filosofía claro- el espacio comunicacional.
Hoy ese espacio está ocupado solo por expresiones de críticas oportunistas al gobierno, por comentarios sobre el último “chat” filtrado, o por frases tan recurrentes como evasivas, tales como “no nos van a distraer”, “no hay rumbo”, “eso lo vamos a definir después del 30”, o nos “basamos en evidencia”, aunque no exista ningún indicio de ello, sino más bien todo lo contrario.
Asimismo en otras tiendas vemos candidatos que desprecian los planteos programáticos y le hablan a la gente como si todos fueran protagonistas de “Gran Hermano”, privilegiando la estética por sobre la dialéctica, el mercadeo sobre la ideología, y el liderazgo ajeno sobre el propio, todo lo que resulta un insulto aún en el posmodernismo.
Eludir por ejemplo un pronunciamiento claro sobre la propuesta de plebiscito por la seguridad social es, por decir lo mínimo, un acto de cobardía y de burla -cuando no de estafa-, para con sus potenciales electores, ya que el juego es: primero me aseguro los votos y luego, en todo caso, digo lo que pienso.
Esta mediocridad no ha sido patrimonio de un partido, sino que ha abarcado a las tres grandes colectividades que tienen competencia interna por la candidatura presidencial con miras a las elecciones nacionales a realizarse en octubre próximo.
Por su puesto hay candidatos que hacen propuestas, que han constituido grupos de trabajo con la participación de técnicos que han dado fundamento práctico a sus ideas, y que con seriedad, responsabilidad y compromiso, han llevado adelante ideas concretas y realizables, y sobre todo, alineadas con los ideales de los sectores y partidos que integran.
Pero, eso que es lo natural, lo lógico y lo que da razón de ser a las elecciones mismas, son condiciones que exponen unos pocos protagonistas y sus mensajes son una ola de frescura y esperanza en un mar de chatura extraordinaria.
Cuando el lenguaje deja de ser el instrumento de comunicación del mensaje para transformarse en el mensaje mismo, la política pasa a ser una mera operación de mercadeo para vender un envasado al vacío de marca blanca.
Pero hay que decir que es tan malo tener un discurso vacío como uno con propuestas imposibles de saber siquiera si podrán ser viables dentro de un año, cuando el nuevo gobierno elabore su presupuesto quinquenal. Con un contexto regional e internacional que plantea grandes interrogantes en el corto y mediano plazo, y con un eventual plebiscito constitucional, que de resultar aprobado implicaría un cambio radical en las perspectivas económicas nacionales, cómo puede aventurarse en una campaña por elecciones internas que se va a crear determinada cantidad de empleos, o que se va a suprimir un número concreto de puestos en el sector público, o que se va a rebajar impuestos, o incluso que se va a hacer lo que hace cinco años se dijo que se iba a hacer y no se pudo o no se quiso hacer.
Si un observador extranjero que no conociera la historia y la idiosincrasia de nuestra gente, se aproximara a esta campaña, seguro pensaría que a más de un candidato se le podría sustituir con ventajas por un avatar de IA, o incluso solo de A…
Como la libertad y la estupidez son intrínsecas a la especie humana, uno es libre de ser estúpido, pero nadie debería liderar un movimiento por la estupidez humana, haciendo de ello casi una aspiración de superación personal y colectiva.
Si siguiéramos por ese camino, desbarrancar sería inevitable, como vemos ocurre en muchas partes de nuestro continente e incluso de Europa.
Pero, confiamos en que eso no va a ocurrir, porque el que menosprecia a la gente -más temprano que tarde- se va a dar cuenta que al hacerlo, no estaba mirando y escuchando a los electores, sino que solo se estaba viendo al espejo y oyendo el eco de sus tristes pensamientos.