Política nacional

Hoy más que nunca: Opinar

Guzmán A. Ifrán

Antes de comenzar el desarrollo del tema que convoca las reflexiones de esta nueva columna de OPINAR, celebrar un nuevo año de este espacio cada vez más imprescindible para los desafíos del coloradismo en su porvenir. Tras más de cinco años de unión y fraternidad entre los Colorados, una empresa de complejísima articulación y solamente posible por actores políticos de la altura de Tabaré Viera, la grandeza de Julio María Sanguinetti y la perspicacia de Adrián Peña, a quien hoy el Partido Colorado extraña quizá como nunca, la casona de Martínez Trueba ha vuelto a transformarse en una olla de grillos.

Cada uno lo asociará con los eventos, dinámicas y personajes políticos que considere, pero lo cierto, es que de un tiempo a esta parte todo lo construido desde la amplitud de miras y el amor por la bandera rojo punzó de los anteriormente mencionados, se ha derrumbado como un castillo de naipes. Por eso la relevancia de OPINAR. Un espacio plural y abierto para que convivan entre sus páginas visiones divergentes, perspectivas variadas y sensibilidades diferentes. Un ámbito de convergencia de lo que realmente importa en este escenario nuevamente vergonzante de acusaciones públicas, chicanas baratas y política con p minúscula al que, afortunadamente, nos habíamos ya desacostumbrado.  Y el motivo de la reincidencia en este tipo de prácticas de nivel de zócalo es para los colorados contemporáneos, por sí y nuevamente, una carga en sí misma: las elecciones departamentales.

La de 2025 será la tercera instancia ininterrumpida a nivel de elecciones departamentales en que los partidos políticos de la hoy Coalición Republicana participarán juntos y en un lema común en Montevideo. A ello se le suma el debut del lema común en los departamentos de Canelones y Salto, aunque no sin quedar por el camino la posibilidad de extenderlo también a otros departamentos cuya aplicación estratégica se justificaba electoralmente per se, con consecuencias que evaluaremos una vez acabado el ciclo electoral. Lo paradójica y patéticamente cierto es que, por tercera vez consecutiva, uno de los principales promotores de la herramienta, el Partido Colorado, es el que más la desaprovecha. Pues la re-edición en la implementación de este mecanismo común de acumulación de sufragios entre los partidos de la Coalición Republicana, otra vez, para los colorados no hace más que exponer pública -y hasta burdamente- sus debilidades institucionales ya evidentemente estructurales, que abarcan desde la más absoluta carencia de una planificación estratégica a nivel orgánico y dirigencial para encarar la instancia, hasta la repetida vergüenza de salir a buscar candidatos de salvataje a último momento para apenas salir del paso. Para los Colorados la tercera no fue la vencida, ni mucho menos. La obsesión por no solamente negarnos aprender de los errores, sino por el contrario,  ya casi profesionalizarnos en su profundización, realmente habla del estado del alma de un partido político corroído por el amateurismo en la praxis política, el cortoplacismo como único horizonte de planificación y la mediocridad como patrón generalizado de acción.

En un lapsus de dignidad institucional se ha presionado a otras tiendas para que se revean cuestiones medulares para la sanidad democrática del Uruguay, y también es intelectualmente honesto decirlo, los intereses electorales del coloradismo, como ser la habilitación del voto cruzado entre los lemas participantes de las elecciones subnacionales. Es decir, para hacernos en alguna medida respetar. La verdad incómoda que sólo asumiéndola primero podremos modificarla después, es que el respeto no es algo que se mendiga, sino que se proyecta. Consecuentemente, el motivo de la reiterada negativa a las pretensiones coloradas es tan simple como dura; nadie respeta a quien no es respetable.

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