Historia

¿Las Naciones se suicidan…?

El caso argentino (3)

Jorge Nelson Chagas

Mientras la sociedad argentina – abierta y flexible, con oportunidades para todos- se remodelaba con el aluvión inmigratorio, las clases criollas tradicionales marcaron diferencias. En realidad, se sentían dueños de un país al que los inmigrantes venían a trabajar. De ahí que pusieron especial hincapié en sus antecedentes patricios, la prosapia y la ostentación de sus riquezas.  La Ópera, Palermo, la calle Florida y el exclusivo Jockey Club, fueron los escenarios donde mostraron lo que los distinguía de una enorme masa de inmigrantes y criollos que se mezclaban sin problema alguno.

Y he aquí uno de los puntos cruciales: a diferencia de Uruguay, las clases conservadoras argentinas tenían un poder considerable – por número y recursos materiales – que se extendía al mismo estamento militar, muy en especial al arma de caballería, y a la Iglesia Católica. Las distancias sociales no sólo eran profundas, sino que se hacían sentir en muchos planos de la vida cotidiana.

En el Uruguay de la modernización una lavandera negra fue hasta el Fuerte para entrevistarse con el coronel Lorenzo Latorre, en ese entonces Gobernador Provisorio, para reclamar que sus patrones le debían meses de sueldo. Latorre le dijo que se quedara tranquila que ella iba cobrar. A lo que la mujer le dijo: “Don Señor Coronel, no van a querer pagar. ¡Son los copetudos García de Zuñiga!”. La respuesta de Latorre es legendaria: “Vaya tranquila, mañana cobra usted o cobran ellos”. Al otro día los García de Zuñiga, la flor y nata del patriciado uruguayo, saldaron su deuda y se fueron a disculpar con Latorre por su “distracción”. Esta anécdota histórica muestra  ciertas particularidades de la sociedad uruguaya que no se dieron en la vecina orilla  (y en otros países latinoamericanos me animo a decir).           

Por otro lado, las clases conservadoras argentinas se dedicaron a la alta política, concebida como una actividad de “notables”, muy poco propensa  a tener en cuenta la voluntad popular. En la cúspide del sistema político la selección del personal político pasaba por acuerdos entre el Presidente de la Nación, los gobernadores y otros notables de prestigio reconocido. En los niveles más bajos, la competencia se daba entre los caudillos electorales, que movilizaban maquinarias endurecidas que, con complicidad de las autoridades para asaltar atrios y volcar padrones. La expansión de la ciudadana todavía era algo lejano.

Y hay en la cuestión política argentina otra diferencia sustancial con Uruguay: la falta de competencia entre partidos políticos alternativos y la  estructuración del sistema político en torno a un partido único, cuyo jefe era el Presidente de la Nación. El Partido Autonomista Nacional era en realidad una federación de gobernantes, cabezas de las provincias, En Uruguay ya en el siglo XIX se estaba estructurando – con enormes dificultades, es cierto- un sistema bipartidista.

O sea que si analizamos los datos históricos vemos que la era de la prosperidad argentina – absolutamente real – tenía flaquezas, aunque no necesariamente la nación estaba destinada a la decadencia.

¿Qué pasó, entonces…?

Compartir

Deja una respuesta