Editorial

Roslik, y una muerte inconclusa

César García Acosta

Mientras para unos torturar y matar podía ser parte de una estrategia propagandística con el fin de dilatar la inevitable apertura democrática que se venía en 1984, para otros, en cambio, era más una forma para perpetuar la idea del alma de la guerra. Enseñar cómo “arrancar las verdades” a un prisionero era un ensayo necesario. Sea cual haya sido la motivación, el dictamen del Juez Militar Oscar Vilches reveló que, 11 oficiales del Ejército habían presenciado o actuado en el interrogatorio, tortura y muerte del médico Vladimir Roslik. El lugar del hecho fue una habitación de apenas 12 metros cuadrados del Batallón Militar Nº 9 de Fray Bentos. Indagado por la prensa este caso se supo que la presencia de tantos Oficiales en aquél lugar se debió, según lo consigna el expediente oficial, a que aquél interrogatorio a Roslik fue una clase didáctica de entrenamiento para quienes debían prepararse en la forma de “apremiar” a los detenidos. La autopsia realizada por 5 médicos forenses militares demostró que a Roslik le infligieron una docena de heridas profundas en todo el cuerpo, desde la cabeza hasta las plantas de los pies (incluidas), y que a golpes le rompieron el hígado, lo que desencadenó una hemorragia interna mortal. Roslik tenía líquido en sus pulmones lo que fue cara evidencia de un acto de tortura. Muerte “multicausal” dictaminó la autopsia. En el ocaso de la dictadura uruguaya este caso se levanta como la “duda razonable” de haber procedido correctamente ante la historia y la verdad.

El semanario Jaque fue quien hecho luces sobre este oscuro episodio de la historia uruguaya. Quien comandó la investigación fue Manuel Flores Mora. Los periodistas que actuaron en la investigación fueron Juan Miguel Petit y Alejandro Bluth. Ellos obtuvieron las pruebas de la autopsia que revelaba el asesinato.

Un pedido de información pública del periodista Leonardo Haberkoon al ministerio de Defensa, con todo lo que hubiera sobre el caso Roslik, fue el desencadenante de la “verdad”. Ya no había lugar para las especulaciones, simplemente porque en las hojas del expediente concedido rezaba la verdad de los hechos sucedidos.

En su momento ya el caso Roslik había tenido una fuerte repercusión en el gobierno militar. La vibrante lealtad de su esposa para procurar los hechos, terminó probando que hubo muerte bajo tortura –eso, en el lenguaje de los militares de la época, era muerte por “apremios”-. Hasta los militares resolvieron la prisión de los responsables, lo que después, en realidad, nunca se cumplió.

A 40 años de la muerte de Roslik las contradicciones de la sociedad uruguaya se mantienen. Por un lado están los que dicen que los juicios por violación a los derechos humanos, son procesos judiciales imperfectos, que se enjuicia sin pruebas, y hasta se duda de que hayan ocurridos “apremios” comandados por militares y policías.

El comienzo

María cristina Zavalkin, esposa de Roslik, recuperó el cuerpo de su marido y desafiando al régimen militar, logró que se le permitiera que otros cinco médicos le realizaran una segunda autopsia en Paysandú. Los resultados fueron concluyentes: Roslik no había fallecido naturalmente, sino que tenía golpes, traumatismos varios, y hasta el hígado desgarrado.

El 26 de abril de 1984 el semanario Opinar tituló en su primera plana: “Caso Roslik: el país exige una aclaración”. Un artículo de Luis Hierro López que decía: “El certificado de defunción expedido por el doctor Eduardo Saínz, médico militar de Fray Bentos, adolece de varias fallas formales, que no son poca cosa cuando se trata de un certificado de defunción. No figura la hora, la fecha y el lugar de la muerte; no dice si se realizó autopsia; no se indica si el fallecimiento se produjo en una institución pública y tampoco tiene la firma del médico que atendió a Roslik. (…) El hospital de Fray Bentos, que ha recibido en estos días cientos de llamadas de periodistas del exterior, guarda algunos otros secretos. ¿Por qué el doctor Duffau, otro de los facultativos del hospital, se negó a realizar la autopsia o a extender un certificado de defunción? La otra pregunta es la que nos estamos haciendo todos. ¿Por qué los médicos intervinientes en la segunda autopsia, la que se llevó a cabo en Paysandú, no informan públicamente de los resultados?  ¿Por qué la División de Ejército III hace un comunicado público con el resultado de la primera autopsia y no lo hace con el resultado de la segunda? ¿Por qué se dispone ahora una tercera autopsia?”.

En realidad no hubo tercera autopsia. Lo que ocurrió fue que el coronel Bentancur ordenó que el cadáver fuera exhumado y se tomaran muestras de los principales órganos. El estudio se hizo con presencia de médicos de las Fuerzas Armadas y de la familia Roslik, pero no arrojó resultados concluyentes. Habían pasado demasiados días. El juez militar ordenó entonces un nuevo estudio.

Augusto Soiza era un profesor de medicina legal que a su vez revistaba como médico en la Armada. Fue convocado a la Dirección de Sanidad Militar.

Bentancur, el juez, según relató su hija, le filtró la información que emanaba del estudio forense a Hierro López, periodista de Opinar. La hija del juez militar dice que su padre se reunió con los periodistas de Jaque Bluth y Petit. Ambos lo confirmaron.

Maneco Flores Mora en Jaque hizo lo suyo y consiguió más datos y pruebas: un amigo médico le había conseguido el texto completo del informe de Soiza y Mautone, los médicos actuantes.

Por la muerte de Roslik, el juez Bentancur procesó al jefe y subjefe del batallón 9, los entonces teniente coronel Mario Olivera y mayor Sergio Caubarrere. Ambos estuvieron solo unos meses presos e incluso retomaron sus carreras militares. Según la hija de Bentancur, eso fue ajeno a su padre: “En la justicia militar el juez de primera instancia determina si hay delito. Esa fue la función de mi padre. Luego pasó a un juez de segunda instancia que fue el que los liberó

Compartir

Deja una respuesta