Alfonsín. el gran demócrata
Adrián Báez
Estimados lectores. El 10 de diciembre, la República Argentina conmemora 41 años del retorno a la Democracia.
Tras la cruel dictadura que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón, en Marzo de 1976 y de la controvertida Guerra de las Malvinas, en 1982; se cerraba un ciclo de opresión y autoritarismo, abriéndose otro de concordia y reconciliación.
El ex Presidente de la República Argentina, el Dr. Raúl Alfonsín, fue el hombre clave para reconquistar las libertades perdidas. Luchó en tiempos en los que América Latina transitaba por el oscuro período dictatorial, inaugurando en el sufrido continente, el retorno al camino de la legalidad. Supo ser un estadista de estirpe, poniendo por encima los intereses de su Nación, procurando siempre los consensos necesarios en la ardua tarea de gobernar, reflejándolos cual rumbo a seguir, desde el día mismo de su asunción, cuando hablándole a una Plaza de Mayo colmada de banderas de distintos partidos dijo: “Iniciamos una etapa que, sin duda, será difícil, porque tenemos toda la enorme responsabilidad de asegurar, hoy y para los tiempos futuros, la democracia y el respeto por la dignidad del hombre en la tierra argentina”.
A veces las cosas no suceden como se planean, siendo imprescindible sortear prudentemente las dificultades, para evitar males peores. Durante su gestión, se enfrentó a serios problemas económicos, siendo el dolor de cabeza más grande, la hiperinflación, que trató de superar con el Plan Austral, el que fracasó; sindicales, debiendo contrarrestar el peso de tres paros generales de la histórica CGT, que jaquearon su gobierno; políticos, que demostraban la amenaza de ciertos sectores castrenses que anhelaban el retorno al poder; así enfrentó con firmeza en 1987, el levantamiento Carapintada, haciéndose famosa la frese que dijese desde el balcón de la Casa Rosada, una vez superada la tensión: “Hoy podemos dar gracias a Dios: la casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Felices Pascuas”. En 1989, el copamiento a La Tablada, una vez más pretendió empañar la flamante democracia. De ambos insucesos salió airoso con el respaldo de su pueblo; pero ya era tarde. Pensando en primer lugar en la estabilidad de esa democracia que tanto costó recuperar, entregó anticipadamente el poder al electo Presidente Carlos Menem, el 8 de julio de 1989.
En circunstancias adversas, realizó su cometido: colocar la banda presidencial a otro Presidente elegido por las urnas.
¿Por qué recordarlo? Pues tenemos el compromiso de tener presente a los que han sido ejemplo de rectitud y entrega por causas tan nobles e imprescindibles para una sociedad.
Alfonsín hablaba de la democracia, no sólo la del voto, sino también de aquella con la que se come, con la que se cura y con la que se educa. Mirando hacia el porvenir, pregonaba no quedarse en un pasado que muchas veces llenó de frustraciones, apostando tenazmente al futuro, utilizando responsablemente como herramienta a la política y como fin en sí mismo, a la democracia.
En una oportunidad, un periodista le preguntó cómo le gustaría ser recordado, a lo que respondió: “Yo siempre dije que no quería pasar a la historia como un presidente conservador. Ahora no sé exactamente cómo voy a pasar a la historia. Pienso que será reconocido lo que hice por la democracia”.
Cuanta razón. A 41 años del encuentro con su destino, es recordado, no sólo por sus compatriotas, como el Gran Demócrata.