Historia

Gestido y el final del modelo colegiado.

Miguel Lagrotta

El discurso de asunción de Óscar Diego Gestido como presidente de Uruguay, pronunciado ante la Asamblea General el 1 de marzo de 1967, fue breve pero enfático, centrado en la entrada en vigencia de la nueva Constitución (la “reforma naranja” aprobada en 1966), la crisis económica y la necesidad imperiosa de unidad nacional para superar las divisiones sectoriales. Gestido, un general retirado del Partido Colorado, enfatizó que el éxito del nuevo gobierno dependía no solo de instituciones o líderes, sino de la voluntad colectiva del pueblo uruguayo de priorizar el interés nacional por sobre los particulares. El texto completo del discurso, disponible en archivos oficiales, refleja un tono austero y de advertencia, alineado con el contexto de inestabilidad económica y social de la época.

TEXTO COMPLETO DEL DISCURSO “Señor Presidente de la Asamblea General; señores Representantes de las naciones amigas; señores legisladores:

De acuerdo a lo dispuesto por nuestro orden institucional se inicia hoy un nuevo período de Gobierno. Este hecho normal, afortunadamente casi rutinario en nuestra tradición cívica, está marcado por un acontecimiento de singular trascendencia: entra hoy en plena vigencia una nueva Constitución, ratificada por la más alta mayoría de la ciudadanía que registra nuestra historia constitucional, procedente de múltiples partidos políticos.

Este hecho auspicioso nos permite augurar con optimismo que sobrellevaremos el duro período que debemos enfrentar de inmediato todos los uruguayos.

Muy poco es lo que corresponde que diga hoy, porque este no es momento de palabras sino de acción. Nuestra acción pasada ya la conoce la República. Hemos hecho una Constitución, una Constitución redactada sin banderías políticas, redactada con la única intención de tener una Constitución que fuera un instrumento adecuado para gobernar.

La ciudadanía uruguaya, dando una prueba de extremada madurez política en lo que puede describirse como tal vez la más grande confusión que ningún electorado del mundo tuvo jamás que afrontar, supo intuir el camino de su salvación.

Cumplida esta etapa de organización institucional, iniciado hoy la etapa de recuperación social y económica le damos a la República un Gabinete integrado por personas honestas y capases.

El pueblo uruguayo tiene, pues, ahora, una Constitución que será un instrumento adecuado para gobernar. Tendrá un equipo gubernativo honesto, capaz y dedicado. Pero esta feliz conjunción de circunstancias de nada servirá, si no logramos la condición más importante, la condición imprescindible para que el Uruguay pueda salvarse.

No hay Constitución, no hay Parlamento, no hay Gobierno, por honesto y capaz que sea, que puedan salvar un país que no quiera salvarse.

La coyuntura política como toda coyuntura, es transitoria, efímera, y no debe nunca oscurecer la perspectiva; la verdadera perspectiva, que es la marcha del Uruguay hacia el futuro, la marcha del Uruguay que está viviendo la era interespacial.

Si el pueblo uruguayo no toma conciencia de su responsabilidad, si el pueblo uruguayo no toma conciencia de que no hay organización jurídica ni sistema de represión por brutal que sea, que pueda sustituirse a una sociedad que no está dispuesta a coexistir pacíficamente como una sociedad civilizada, entonces todos nosotros, y desde ya, debemos saber que no hay salvación posible. Si el pueblo uruguayo estuviera dispuesto a despedazarse; si el pueblo uruguayo estuviera dispuesto a convertir la sociedad uruguaya en una agrupación de tribus, cada una luchando por sus intereses, en una regresión a la más brutal ley de la selva, para satisfacer intereses sectoriales, sin tener presente los intereses de la comunidad, entonces tendríamos desde ya que declarar todos los uruguayos que somos irrecuperables.

Abunda en ejemplos la historia de que no solo las sociedades de la edad de piedra tienen el patrimonio exclusivo de la ley de la selva, del tribalismo y del caos, sino que también sociedades con un alto nivel cultural como el nuestro, como un sistema educativo como el nuestro, pueden llegar a proceder como proceden las sociedades sumidas en las más primitivas y negras etapas de la evolución humana.

No es el momento hoy, ni lo justifica la hora que estamos viviendo, para hacer consideraciones de índole económica o políticas, por más desesperantes que fuera nuestra situación económica – que esta última lo es- fáciles serían, aún así, nuestros problemas, si estos fueran los únicos. No hay situación económica que no pueda ser superada por un pueblo dispuesto a hacer sacrificios. No hay crisis política que no pueda ser superada por un pueblo dispuesto a hacer sacrificios. No hay crisis política que no pueda ser superada si los líderes políticos anteponen el interés del país a las transitorias exigencias electorales, pero no hay situación social que pueda superarse si el pueblo no quiere salvarse.

Las coyunturas políticas, las coyunturas económicas – insisto son esencialmente transitorias y tienen solución por la acción concertada de los hombres de buena voluntad. Pero hay algo que la historia demuestra más allá de toda duda, y es que hay sociedades condenadas a la desaparición porque están minadas en su mentalidad, porque por su manera de pensar y su manera de reaccionar están más allá de toda posible recuperación. Sociedades donde los intereses de cada grupo se anteponen al interés nacional no pueden sobrevivir, aunque tengan un Gobierno de dioses. El Uruguay tiene, tan solo tendrá un gobierno de hombres. Si el pueblo uruguayo quiere suicidarse, no habrá Gobierno que pueda impedirlo.”

RELACIÓN CON LOS SINDICATOS Y EL SISTEMA POLÍTICO El discurso no menciona explícitamente a los “sindicatos” (como la Convención Nacional de Trabajadores – CNT, que era el principal órgano sindical y protagonizaba paros y movilizaciones en 1967), pero su énfasis en los “intereses sectoriales” y la crítica a los grupos que anteponen sus demandas al “interés nacional” se interpreta como una alusión directa a ellos. En el contexto de la crisis económica (inflación galopante, caída salarial y déficit fiscal), Gestido advierte contra el “tribalismo” y la “ley de la selva”, refiriéndose a divisiones sociales donde sectores –incluyendo sindicatos, empresarios y partidos– priorizan lo propio, lo que podría llevar al “suicidio” colectivo. Esta retórica anticipa las tensiones que marcaron su gobierno: en julio de 1967, enfrentó un paro general de la CNT, y en octubre decretó “medidas prontas de seguridad” para reprimir protestas, lo que generó renuncias en su gabinete y críticas por autoritarismo.

En cuanto al sistema político, Gestido celebra la nueva Constitución como un “instrumento adecuado para gobernar”, destacando su aprobación por una mayoría multipartidaria y sin “banderías políticas”. Esto marca la transición del sistema colegiado (vigente desde 1952) a un presidencialismo fuerte, que buscaba mayor eficiencia ejecutiva ante la crisis. Insiste en que ninguna Constitución o gobierno puede salvar al país sin unidad y sacrificios, y urge a los líderes políticos a priorizar el interés nacional sobre “exigencias electorales”. Esta visión refleja su enfoque conservador y militar: un llamado a la disciplina social en un momento de polarización, con el naciente Frente Amplio y la guerrilla Tupamaros emergiendo. Su breve mandato (hasta diciembre de 1967) mostró divisiones internas en el Partido Colorado y un giro hacia políticas represivas bajo su sucesor, Pacheco Areco, que profundizaron el conflicto con sindicatos y opositores.

En resumen, el discurso establece un tono de urgencia y unidad, pero implícitamente critica el activismo sindical como obstáculo para las reformas económicas necesarias, mientras legitima el nuevo sistema político como base para la recuperación. Este mensaje resonó en un Uruguay al borde de la inestabilidad, donde las demandas sindicales por salarios y derechos chocaban con ajustes fiscales.

Ver: Maiztegui Casas, L. Orientales tomo 3 La presidencia de Oscar Diego Gestido. Pp.426 y Ss. Planeta. Montevideo. 2008.

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