Las nuevas sensibilidades
Ricardo J. Lombardo
A menudo nos ocurre que encontramos chocantes anacronismos cuando miramos una película de más de 30 años, leemos un best seller anterior a los 90s o vemos algún viejo programa de humor rememorado en las redes.
Es que las sensibilidades han cambiado radicalmente y los contextos también.
Hay tópicos que hace pocas décadas eran motivo de bromas divertidas, pero que hoy son juzgados como discriminatorios o de mal gusto.
La cosificación de la mujer, los chistes de gallego, el desprecio al homosexualismo, la indolencia respecto al medio ambiente, son apenas algunos ejemplos de las viejas sensibilidades convertidas en anacronías pues el vértigo de los cambios parece acelerar la presencia de nuevos dilemas.
Y son tantos los desafíos para identificar y entender, que llama la atención que cada tanto, a nivel político, periodístico o aún en las redes, nos encontremos discutiendo sobre la dictadura, las responsabilidades de los distintos actores y siempre el dedo acusatorio se apronta para producir nuevos ardores sobre las viejas sensibilidades.
El mundo transcurre como un tren bala y nosotros parecemos un perro girando sobre sí mismo persiguiendo su propia cola.
A algunos estas cosas nos producen la misma sensación de anacronismo que leer una novela policial donde el detective fumador tiene que ingresar en una cabina telefónica para comunicarse con la comisaría porque no existe celular; necesita internarse en una montaña de papeles para buscar antecedentes porque no había Internet; debe conformarse con aproximaciones a la identidad porque no puede utilizar el ADN; se ríe con los chistes machistas de Porcel; o se divierte con los abusos sexuales de Bill Cosby.
Ya es hora de dejar atrás la reformulación de las realidades del pasado, de reeditar cada tanto las viejas discusiones o de exacerbar las divisiones anacrónicas, y permitir que las nuevas sensibilidades nos inunden, que con eso ya tenemos bastante.