Dos escándalos emparentados
Fátima Barrutta
Es verdad que en Uruguay no somos proveedores de grandes escándalos mediáticos, como lo están siendo, sin ir más lejos, Argentina con su juicio y posterior atentado contra la vicepresidente, y Brasil con su elección gravemente polarizada.
En comparación con los vecinos, los uruguayos ofrecemos una “penillanura suavemente ondulada”, una “calma chicha” que, sin embargo, esta semana se vio conmovida por dos hechos extraordinarios.
El primero fue, sin duda, la formalización de un custodio del Presidente de la República, en una trama de corrupción que toma por sorpresa al mandatario y que hace que todos, desde el gobierno y la oposición, reclamemos un rápido esclarecimiento, “hasta el hueso”, como ha escrito con justeza el doctor Leonardo Guzmán en el diario El País.
El segundo suceso tuvo que ver con el irresponsable comportamiento de un funcionario de la Intendencia de Montevideo que, además, integra la comisión de asuntos internacionales del Frente Amplio. Acaso invocando dicho cargo, Sebastián Hagobian viajó a Rusia y se prestó al deshonroso papel de autoproclamarse “observador uruguayo” de un referéndum amañado por el gobierno de Putin en los territorios ocupados por los rusos en Ucrania.
De esto se entera nuestra Cancillería recién cuando el nombre de nuestro país aparece en un comunicado emitido por el gobierno de la nación agredida, en el sentido de que Uruguay estaría formando parte de un “crimen colectivo” contra la soberanía de Ucrania.
El daño a la imagen internacional del país fue de tal magnitud, que nuestra Cancillería tuvo que deslindar responsabilidad de esa falsa misión diplomática, y hasta las autoridades del Frente Amplio se vieron en la necesidad de aclarar que Hagobian tampoco los representaba.
Ahora bien: veamos las reacciones de cada uno (gobierno y oposición) ante los escándalos que ambos protagonizaron involuntariamente.
El presidente Lacalle dio la cara inmediatamente ante la opinión pública en conferencia de prensa, asumiendo haber sido engañado por su custodio y reconociendo la total y absoluta independencia de fiscalía y el Poder Judicial para investigar el caso y dictar las sentencias que correspondan.
Estamos tan acostumbrados a ver en otros países como las personas cercanas al poder son amañadas o protegidas, que esta actitud de transparencia de nuestro gobierno, lejos de dañarlo, lo fortalece.
Pero en el caso del Frente Amplio, no puede decirse lo mismo.
El semanario Búsqueda del jueves pasado dio cuenta, en una extensa crónica, de las dificultades que tiene la oposición para redactar una declaración acerca de la invasión rusa a Ucrania que convenza a todos los sectores.
Algunos de estos son explícitos defensores de Putin, nuevos cipayos del Imperio a quien ensalzan por el solo hecho de que se enfrenta a la Otan y a Estados Unidos.
Son hipócritas nostálgicos de la guerra fría, que aún creen que el mundo se divide entre capitalistas y comunistas (si alguien no es comunista es el ultraderechista Putin, aunque haga uso de sus mismas prácticas autoritarias).
Es interesante leer la crónica de Búsqueda, porque muestra cómo incluso un sector pretendidamente socialdemócrata como el de Mario Bergara, si bien objeta la agresión imperialista de Rusia, lo hace razonando de manera extravagante, con tal de no parecer a favor de los estadounidenses…
Está claro que si los propios frenteamplistas no logran ponerse de acuerdo en la condena a Putin y su invasión sanguinaria, es hasta comprensible que uno de sus dirigentes (que por otra parte integra las listas de Asamblea Uruguay, el sector de Astori) se haya sentido con autoridad para ir a adularlo en forma servil, aun traicionando el valiente sacrificio del pueblo ucraniano.
Mal o bien, puede decirse que el caso Astesiano y el caso Hagobian están extrañamente emparentados.
Porque el negocio ilícito en el que trascendió que ha participado el primero, era para vender pasaportes uruguayos falsos a ciudadanos rusos, muchos de los cuales los compraban justamente para escapar del autoritarismo de Putin (quien ahora planea alistar “reservistas”, o sea chiquilines jóvenes sin experiencia militar, a los que mandar a un matadero).
Y a la inversa, lo que hizo Hagobian fue cantar loas a este personaje totalitario, comprometiendo en ello incluso la imagen democrática y republicana de nuestro país.
La moraleja: llegar hasta las últimas consecuencias en la investigación sobre el caso Astesiano, para librar al gobierno de cualquier corrupto que quiera acercársele, y exigir con la mayor firmeza al Frente Amplio que aclare sus ideas y condene explícitamente la guerra de ocupación de Rusia.
Son los dos imperativos morales que deberían desvelar a los uruguayos en estas horas.