Política nacional

8M: de la cháchara a la acción

Fátima Barrutta

El viernes 8 volví a marchar, como lo vengo haciendo desde hace años. Y seguiré haciéndolo a futuro reclamando que la paridad, más que un derecho, sea una obligación.

Las mujeres hemos recorrido un largo camino, sobre todo impulsadas por un Partido Colorado que consagró el voto femenino y otorgó al país las primeras legisladoras y ministras.

En la génesis de esos logros están los célebres editoriales que escribia José Batlle y Ordóñez en El Día, bajo el seudónimo de “Laura”.

Está la vasta cultura y preparación de su hija Ana Amalia, que podría haber sido la principal precursora de la igualdad de género, de no ser por la injusta enfermedad que la hizo partir en plena juventud.

Grandes dirigentes políticas como Alba Roballo, Adela Reta y Martha Montaner llegaron a altas responsabilidades de gobierno por sus talentos y méritos.

Pasando raya, hay una constatación evidente: el porcentaje de mujeres que ocupan cargos de decisión, tanto a nivel público como privado, no se compadece con la representación poblacional.

Y que nadie se llame a engaños: en casi todas las carreras universitarias estudian más mujeres que varones, una evidencia que se acrecienta año a año y que vuelve aún más inconsistentes las desventajas de nuestro género en términos de ingresos y carreras funcionales.

El “techo de cristal” no es una abstracción, es una realidad que palpamos día a día.

Se ve en los partidos políticos, en muchas empresas y hasta en la cultura popular.

El insulto soez con que una murga calificó a Laura Raffo en el carnaval del año pasado -una murga que acababa de ganar el primer premio en su categoría- es un claro ejemplo al respecto.

En la fiesta popular de este año se reiteró el fenómeno, con otra murga de varones que intentó cancelar a una joven jurado, actriz de teatro, porque indagando en sus redes sociales descubrieron que ella había puesto “likes” a denuncias de abuso que les hacían en “Varones carnaval”.

El teatro de verano debió colmarse de guardias de seguridad y guardaespaldas para proteger a una artista treintañera, cuya única “culpa” fue haber adherido a un reclamo de justicia en las redes sociales.

Eso es lo que sentimos siempre en Uruguay cuando se habla de este tema.

De la boca para afuera, todos somos inclusivos, llegando al extremo de modificar el lenguaje para feminizar sustantivos masculinos o aplicarles una “e” que admita la diversidad de identidades de género.

Pero cuando las papas queman, el viejo machismo siempre se impone.

Es hora de abandonar la cháchara y tomar medidas concretas que construyan de una vez por todas la equidad tan anhelada.

Para eso debe destinarse más presupuesto a la aplicación integral de la Ley de Violencia Basada en Género, que evite los desbordes habituales y multiplique oficinas especializadas donde combatirla en los 19 departamentos del país.

¡No puede ser que siga habiendo femicidios por parte de varones que ya habían sido denunciados por sus víctimas!

Es una incalificable omisión del sistema de protección del Estado.

Sin menoscabo de la libertad de empresa, a nivel de los organismos y entes estatales debe darse un ejemplo claro y contundente de equidad en la asignación de cargos, responsabilidades y fijación de salarios.

Y el sistema político debe aprobar de una vez por todas un proyecto de ley que hemos propuesto y defendido con constancia y ahínco, para que las listas paritarias sean una realidad en todos los partidos políticos.

Ya no es un pedido, es una exigencia de estricta justicia que debería unirnos a todas las mujeres, como lo hemos estado siempre más allá de partidos, desde la temprana creación de la Bancada Bicameral Femenina hace ya 25 años.

Porque los derechos legítimos no se ganan: se conquistan.

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