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Buscando el resurgir

de la mística colorada y batllista

César García Acosta

Todo lo relacionado con el proceso conmemorativo independentista viene conformando -casi sin advertirlo- un escenario perfecto para que las colectividades políticas asociadas puedan alcanzar su oportunidad de reeditar su historia. Todo pasa por alcanzar el punto de encuentro entre el pasado y el presente que explican que nada puede ser ajeno a los partidos políticos que viabilizaron que el país se transformase en una parcela única, diferente y atípica, en relación al resto de América del Sur. Es misma no requiere nacer de algo nuevo. Es parte de un proceso en el que sólo hay que aprender a cohabitar.

Si bien es justo decir que nuestros vínculos son estrechos con la cultura del sur del Brasil, como lo son con las provincias argentinas cercanas a la zona de entre ríos en los cauces del Paraná y el Uruguay, también debemos enfatizar que ni siquiera Buenos Aires, con toda su majestuosidad logística y cultural, logró penetrar el nicho duro de la cultura previa y posterior a la identidad uruguaya, a la que jamás pudo penetrar.

Como tantas otras cosas en el país se popularizó la letra de una murga que, entre verdades, decía:

“Hay tradiciones/que están más muertas/que un faraón/quien baila el Pericón, quien pide que le den la comunión/Hay otras vivas/en las esquinas de la ciudad/los botijas las aprenden/aunque los quieran parar”, y esto también tiene mucho de verdad y de estereotipo.

Pero esa filosofía popular encierra una corriente política preponderante que liga al pasado con ciertos fenómenos marcados en la historia que también debemos resaltar, como la socialdemocracia reformista, y el conservadurismo ideológico. Cualquiera sea el conglomerado al que se pertenezca, el del Frente Amplio o el de la Coalición Republicana, estos conjuntos de pertenencias representan un desafío que cada individuo deberá resolver en algún momento con la razón y la pasión de su tradición.

Personalmente soy de los que creo en la fortaleza de la democracia en constante cambio, y en el valor de la tradición, las que entiendo en un contexto de rigurosa autocrítica del proceder en los tiempos difíciles. Y, para ser justos, los colorados no hemos sido lo suficientemente autocríticos; es más, es un proceso que hemos deliberadamente evitado en muchas áreas de la vida cotidiana. Y a eso, la gente, le pasa la factura.

El partido debe abrirse al futuro, y hacerlo no se lograra sólo desde una estrategia de comunicación, si el mensaje no es sincero tanto con los dirigentes que se quedaron, como con los que se fueron.

Desde grupos como “Encuentro con Rivera” que lideran Diego Martínez y Jorge Marroig, o el que promueve con ese mismo fin Manuel Flores Silva, han logrado instalar la importancia del coloradismo como corriente de opinión, y lo han hecho desde afuera de la institucionalidad partidaria y de muchas de sus Convenciones como instrumentos políticos.

Hace unos días un video de José Luis Ituño sobre Fructuoso Rivera, sin eludir la responsabilidad de la época sobre la vida y la muerte, las contextualizó -en tiempo y espacio- otorgando a la batalla de Carpintería, y al rol de Rivera, un lugar preferente en el nacimiento de una divisa que, entre pasiones y razones, se ha mantenido 189 años después.

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