Política nacional

¿Debe o no intervenir el Estado?

Jorge Nelson Chagas

Anoche soñé con G.  Supimos  tomar copas acodados en los mostradores del desaparecido Liberty (Ejido y Soriano), en el Andorra (Soriano y Aquiles Lanza) y en otros boliches de los barrios Sur y Palermo. Gran tipo, había sido un excelente jugador de fútbol, participó en  la Liga Palermo, llegó a jugar en Cerro, Nacional e incluso, estuvo preseleccionado en el equipo celeste que disputó el Mundial de 1974 en Alemania Occidental. Roberto Porta, el DT celeste,  lo había dirigido en Cerro y lo convocó para ponerlo en vidriera. Daba gusto charlar con él. Aprendí un disparate con sus anécdotas e historias, como todo buen palermitano.

Por decisiones erradas y mala fortuna G (esta es la primer letra del apodo por el que era popularmente conocido) terminó en situación de calle. Perdió paulatinamente la familia, el trabajo y el hogar. Contemplé impotente su derrumbe y de nada sirvieron todos mis esfuerzos para que no cayera en el abismo.  Como comenzó a tener graves problemas con el alcohol, se ponía belicoso cuando tomaba de más, las puertas de los boliches se le cerraron y casi nadie quería cobijarlo en su casa, incluido yo. No pocos le dieron la espalda. Se negaba sistemáticamente a ir los refugios. ¿El motivo? Tenía miedo que le robaran sus pocas pertenencias. 

Vendía chucherías en la feria de la calle Salto. Siempre iba los sábados y le compraba todo lo que tenía a la venta.

– Vos no necesitas nada de lo que yo vendo.  Sólo querés ayudarme –

me decía con una sonrisa triste.

– ¡Claro que quiero ayudarte!  ¡Sos mi amigo!  – le respondía yo

invariablemente.

Una noche de frío polar le vino un ACV. Quedó internado en el Maciel. Lo fui a ver, me reconoció y brevemente, mi viejo amigo, se alegró. Tiempo después murió.

No es casual que soñara con G. El tema de las personas que viven en situación de calle ha estado últimamente en el candelero. Si el actual gobierno hubiese decretado, antes que ocurrieran las muertes, la internación compulsiva lo habrían acusado de instalar un estado policíaco al estilo cubano.  ¿O miento? Una acusación que, por otro lado, tendría cierto asidero porque en Cuba no hay mendicidad, ni gente en la calle, no porque sea un país  próspero sino por el brutal control social que ejerce la fuerza pública sobre la población. (Y por cierto, al no haber fríos polares no hay muertes por hipotermia)

Pero el gobierno uruguayo, en un principio, no hizo eso. Murieron varias personas en situación de calle  y resulta paradojal que aquellos que se rasgan las vestiduras con el verbo liberal o libertario, reclamen a viva voz la intervención del Estado.

La pregunta es: ¿las personas toman la decisión de vivir en la calle en forma racional, haciendo uso de su legítima libertad de elección? Si la respuesta fuese afirmativa, las consecuencias de tal decisión serían de su exclusiva responsabilidad. Un liberal/libertario diría que el Estado no debe interferir con la libertad individual, aun cuando significara atentar contra su propio cuerpo.  (Un caso extremo: en Corea del Norte están prohibidos los suicidios. Es contrarrevolucionario. No es chiste)

Pero, ¿vivir en la calle es una decisión libérrima o es el resultado de un conjunto de factores donde hay una cuota responsabilidad individual pero también interviene la diosa fortuna?  Si esto último fuese así, ¿debe o no intervenir el Estado?  

Creo que son preguntas pertinentes.

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