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El ser, el parecer y el poder de la palabra

Daniel Manduré

El ser y el parecer esa dualidad que nos atrapa, a veces al punto de la obsesión. Esa necesidad latente de muchas veces llenar vacíos o cubrir carencias que no logramos en vida intentando aparecer como algo que no somos. Ese esfuerzo por subvertir la realidad.

Esas ansias casi viciosas por esforzarnos en aparentar virtudes de las que carecemos o tal vez de lo que desearíamos ser. En estos nuevos tiempos con un gran aliado: las redes sociales. Las que son de gran utilidad para acercarnos con nuestros seres queridos y amistades.

Las que unen, estrechan vínculos y en muchos casos acompañan. Que retratan momentos y ofrecen la oportunidad de compartir recuerdos. Que nos brindan la posibilidad de expresarnos, exponer ideas, publicitar y ofrecer servicios y hasta contribuir con acciones solidarias.

Pero que siempre dependerán de nosotros y del uso que hagamos de ellas.

Porque también puede potenciar idiotas, valentona a los cobardes que escudados en el anonimato pretenden transformarse en los jueces de la moralidad o darle visibilidad al leguleyo en ese esfuerzo denodado por convertirse en persona letrada.

Esa necesidad de gastar todas las energías en querer ser lo que no somos, llegando incluso a modificar hábitos, estilos de vida y hasta costumbres para reflejar una imagen que en muchos casos está divorciada de la realidad.

Lo vemos hoy, reflejado en las redes.

El individuo que inicia casi que una cruzada en su supuesta lucha titánica por los derechos de la mujer y contra la violencia, con palabras grandilocuentes pero que luego es denunciado por esas mujeres por hechos violentos y de abuso.

Algunos docentes (solo algunos) que a veces en discursos que hasta suenan majestuosos dicen preocuparse por el alumnado y su aprendizaje pero que luego, a esos mismos alumnos en los hechos les hacen perder cientos de horas de clases presentando certificados de licencia sindical falsas o utilizándolos de rehén a través de paros continuos sin medidas creativas y alternativas de lucha que estos tiempos modernos exigen.

El del discurso sobre la honestidad que luego es procesado por corrupto (recuerdo aquel discurso casi que para la posteridad de un ex vicepresidente que decía: “si es de izquierda no es corrupto, si es corrupto no es de izquierda”)

Los que hablan e intentan aparecer como individuos sencillos y humildes y esconden la más rancia de las soberbias

Jean Jacques Rousseau refiriéndose al tema mencionaba como algunos individuos deslumbrados por el gran carnaval de la historia solo dibujaban máscaras y proyectaban sombras deformantes, “ya nadie se atreve a parecer lo que es” decía.

“Si un habitante de tierras lejanas quisiera conocernos a partir de lo que parecemos, nos conocería justamente por lo contrario de lo que en verdad somos”

El Tartufo de Moliére, sus apariencias y engaños puede ser un claro ejemplo de ello.

La Fábula de los loros:

Un hombre que pasaba delante de una tienda coreana vio que vendían dos loros, encerrados en una misma jaula.

Uno era muy bonito y cantaba estupendamente, mientras que el otro en estado lastimoso estaba mudo.

El primero valía 50 wons y el segundo 3000. Al hombre le asombró ambos precios y no entendía esa diferencia.

Le dijo al vendedor – ¡deme el loro de 50 wons! –

-imposible señor- le responde el vendedor

No puedo vender los dos loros por separado

– Pero… ¿por qué?

– ¿Cómo explica ud semejante diferencia de precio?

– Pues el más feo cuesta considerablemente más que el lindo.

– Y además no canta. ¡Eso es absurdo!

– ¡Ah, no se equivoque usted, señor!

– ¡El loro que usted encuentra feo es el compositor de las canciones!

…vivimos detrás de las apariencias. Y no todo lo que brilla es oro.

Pero esa cuestión del ser y parecer está indisolublemente unida a la palabra y al poder que ejercen sobre las personas.

Todo depende de su uso. Le podemos dar a las mismas un uso virtuoso o uno vicioso.

Palabras que acarician o que hieren, que abrazan o alejan, cálidas o frías. Palabras que duelen o emocionan, huecas o con contenido

Que pueden denotar crueldad o un alto contenido de sensibilidad.

Palabras que pueden persuadir, convencer, pero también manipular.

Palabras inteligentes o de las otras

Mientras Platón confiaba en la palabra para diferenciar lo bueno de lo malo o lo verdadero de lo falso, Nietzsche sospechaba de ellas, él decía que detrás de las palabras solo había apariencia, afirmaba que la función del filósofo es sospechar de ellas.

Algo de razón tenía Nietzsche…

Las palabras exigen hechos para ganar credibilidad, alinear palabras con los actos. Que exista congruencia, coherencia.

En cuanto al ser y parecer…caminan juntas, porque es fundamental el ser pero también el parecer.

A veces da la sensación que nos está faltando un poco de todo eso.

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