¿Fiscalía politizada?
Daniel Manduré
“Cuando la política traspasa la puerta de los tribunales, la justicia huye temerosa por la ventana para volver al cielo”. Frase de uno de los mayores representantes de la escuela clásica del derecho penal, el jurista y político liberal italiano Francesco Carrara, donde reafirmaba la importancia de la independencia judicial frente a la posible arbitrariedad del poder.
Cuenta la leyenda que un día el rey de Prusia Federico II, vio que un molino le afeaba el paisaje que tenía desde su palacio real. Intentó por todos los medios comprar el molino para demolerlo y así nada pudiera interferir con sus pretensiones de monarca. El dueño del molino se negó a venderlo. El obstinado rey buscó la manera para que su dueño cambiara de opinión ofreciéndole incluso más dinero, pero sin suerte. Ante esta negativa envió a un mensajero real para advertirle al dueño del molino que si no lo vende se lo iba a sacar por la fuerza y sin pagarle nada. El dueño unos días después se apersona en el palacio con una medida cautelar dada por un juez de Berlín donde se le impedía al rey actuar sobre el propietario del molino. “Dígale a su rey que no tendrá mi propiedad mientras haya jueces en Berlín” fueron las terminantes palabras del molinero. La frase “el juez de Berlín” adquiere importancia y recorre Europa desde ese momento. Un ejemplo que grafica contundentemente la independencia de la justicia frente a cualquier intento de poder. Es apropiado en estos tiempos tenerlo presente, el juez de Berlín representa la independencia judicial frente a la arbitrariedad y el despotismo. La garantía de que todos somos iguales ante la ley y tenemos las mismas garantías en un estado de derecho.
Es difícil que no haya presiones en todos aquellos ámbitos de la vida del país, públicos o privados, donde se tomen decisiones importantes, es hasta natural que sucedan. Lo esencial aquí es como se paran frente a esas presiones quienes deben impartir justicia. Jueces y fiscales que deben ser impermeables a factores exógenos, imparciales, que puedan manejarse con un aconsejable hermetismo frente a tan fundamentales decisiones, con bajo perfil y muy conscientes de que con sus declaraciones puedan contaminar los temas a estudio.
Hoy observamos con extrema preocupación que muchas de estas cosas no están sucediendo, creando una serie de dudas y continuas suspicacias que nos llevan a poder afirmar que ciertas decisiones son tomadas con motivaciones políticas y teñidas de ideología. La filtración continua de información trascendente, allanamientos de medios de comunicación, tratamiento acelerado de algunos casos frente a otros que duermen por años, sacar a fiscales que “molestan”, sanciones a algunos fiscales y no a otros, supuestos posteo partidarios con duros calificativos contra partidos políticos de algún fiscal, fiscalía de corte con concentración de poder, protagonismo inusitado de fiscales que deberían tener un bajo perfil, pero a los que les gusta más aparecer en los medios que el dulce de leche. Todo alimentando y sembrando un camino incierto, de dudas y suspicacias a las que hacíamos referencia.
Los fallos judiciales no siempre pueden ser justos, ni perfectos y menos dejar conforme a todos. Quienes tienen la responsabilidad de impartir justicia también pueden ser falibles. Lo que no pueden los fiscales es ser permeables a factores externos, tomar decisiones contemplando y dejándose influenciar por el clamor de la tribuna, ceder frente al poder de turno o dejarse llevar por sus inclinaciones ideológicas. Que las tienen sin dudas y está bien que las tengan, pero que no deberían poder interferir en sus decisiones. Lo preocupante también es como comenzamos a normalizar lo anormal como la filtración de información delicada en medio de una investigación. Se repiten una y otra vez y siempre hacia un lado y acá no pasa nada. Casos con resolución exprés y otros que esperan un resultado desde hace más de 4 o 5 años. Temas muy delicados que terminan convertidos en un verdadero conventillo, donde todo se mediatiza. Lo que merecería el trabajo minucioso y reservado de un juzgado termina siendo debatido con absoluta frivolidad en reiteradas publicaciones en Twitter.
En un país como el nuestro con 40 años de democracia ininterrumpida, la democracia y la defensa del estado de derecho son pilares fundamentales. La independencia de la fiscalía es vital para que la justicia sea administrada con garantías para todos. El nuevo código y la herencia dejada por el fiscal Díaz, hoy, manejando los hilos del gobierno, no han contribuido con ello. El ex fiscal de corte Diaz con un peligroso poder concentrado en su figura, un super fiscal, que se creó el mismo. Los superpoderes no le hacen bien a la institucionalidad.
Se debe designar a un nuevo Fiscal de Corte. Confirmar a Mònica Ferrero puede ser uno de los caminos, el otro, una fiscalía de corte colegiada, un triunvirato. El argumento contrario que se utiliza es que una fiscalía colegiada se puede politizar aún más. Hoy tenemos un organismo como la Corte Electoral que es colegiada y garantía por su transparencia y cristalinidad más allá del gobierno de turno.
Es imprescindible entre todas las partes involucradas trabajar para recomponer rápidamente estas cosas.
No podemos permitir que la justicia huya por la ventana