El eterno retorno del fantasma
Jorge Nelson Chagas
En las últimas semanas el fantasma de la “historia reciente”, que viene atormentando a los uruguayos desde hace bastante tiempo, hizo tres apariciones. Como soy un estudioso de este fantasma y estoy redactando un libro, junto a Santiago Tricánico, sobre el período 1972-1976, el tema me interesa mucho. Aunque reconozco que en este momento tengo más interrogantes que certezas. La primera aparición de este fantasma fue cuando se le quiso realizar un homenaje en el Parlamento a Raúl Sendic, por los cien años de su nacimiento. Admito que comparto totalmente las apreciaciones del diputado Gerardo Sotelo. El problema no son las ideas de Raúl Sendic. Ni tampoco – esto lo agrego yo – sus condiciones personales: hombría de bien, una sincera preocupación por los más necesitados y desposeídos., coraje, estoicismo y firmeza en sus convicciones. El problema está en sus acciones. En la metodología que empleó, en el uso de la violencia para imponer sus ideas.
Y esto me lleva a una primera interrogante: ¿por qué Sendic y otros más, creyeron que ese era el camino correcto en aquel Uruguay de 1963, donde gobernaba el Colegiado? La respuesta podría ser una crisis económica de difícil solución, el desastre electoral de la Unión Popular (la alianza entre el Partido Socialista y Enrique Erro) y el impacto emocional de la Revolución Cubana.
Bien, esto es bastante cierto. Sin embargo… ¿y si los historiadores no estamos viendo todo el panorama completo? Lo diré en otras palabras: es posible que en la sociedad uruguaya de fines de los ´40 y principios de los ’50 – en plena bonanza económica – hubieran tensiones larvadas que estaban esperando a salir a luz. Ninguno de los líderes históricos del MLN pasó hambre, marginación o cualquier otro tipo de exclusión en sus años de niñez y adolescencia. Ni siquiera Mujica, que su padre vendía flores. Entonces, ¿qué diablos pasó…? ¿Y si la crisis económica, el desastre de la Unión Popular y la Revolución Cubana, en realidad, fueron los catalizadores de “algo” que estaba latente – una pulsión, una sensibilidad- en ciertos grupos sociales? ¿ Y si la épica tupamara no obedeció a una ideología – el MLN nunca fue marxista- sino más bien a sentimientos? ¿Y si, en realidad, esa violencia desatada respondió más al espíritu y no a la razón? La voluntad por encima del análisis frío de la realidad.
La segundo aparición del fantasma fue una muy interesante entrevista que El Observador le realizó al ex tupamaro Rodolfo Wolf. En un momento de la charla admitió que hubo una radicalización de las clases medias, a la que él pertenecía. O sea que el camino de la violencia no fue asumido por los marginados o explotados del sistema, sino por quienes se beneficiaban del mismo. ¿Cómo pudo ocurrir esta paradoja? Fue en el corazón mismo de aquellas clases medias, formadas durante el primer batllismo, que surgió la opción por “los fierros”. Hay algo en psiquis de estos hombres y mujeres que fundaron el MLN que aún no alcanzo a desentrañar.
La tercera aparición, la provocó esas declaraciones Wolf. En el programa El Cernidor, Héctor Amodio Pérez, salió a responderle. Yo lo estaba viendo en directo y hay un aspecto que me impresionó bastante: Amodio Pérez se emocionó. Fue notorio que se le quebró la voz, cuando le pidió a su ex compañero Wolf que dijera como habían ocurrido realmente los hechos por la memoria de los caídos de la organización. Más allá de la polémica sobre cuál es la verdad histórica – un tema nada menor- no pude evitar pensar que el uso de la violencia política en Uruguay tuvo un alto precio. Hay una tragedia humana – policías, militares, guerrilleros y civiles inocentes muertos – que está ahí, siempre presente. Es la cara más desagradable de ese fantasma que no nos deja en paz.
¿Cómo exorcizar ese fantasma?
Honestamente, tampoco tengo respuesta para esta última pregunta.