Historia

LA RAICES DEL GOLPE MILITAR

La fiebre del oro

Jorge Liranes

No eran precisamente las pepitas de oro que en 1848 el carpintero James Marshall encontró en el río American y que dio origen a la leyenda californiana de la Fiebre del Oro. Aunque de oro y de fiebre se tratase, eran las reservas de lingotes y libras, que los Tupamaros le despojaron a Mailhos en 1970, las que despertaron una singular codicia entre quienes ambicionaban echar mano al codiciado metal.

Para entonces, el tradicional vocero blanco El Debate -fundado en 1931 por Juan Pedro Suárez, amigo incondicional de Luis Alberto de Herrera- pasaba por una aguda crisis, que amenazaba seriamente su supervivencia. El encargado de la dirección editorial del diario era el pintoresco senador Washington Guadalupe, [recordado por su pujanza y su característico sombrero de fieltro verde botella]. Su escuálida figura y su aire “compadrón”, sumado a su sagacidad periodística, no bastaban para rescatar al viejo diario, los lectores cada vez eran menos y por consiguiente el tiraje venido a menos, le daba al matutino sólo un valor testimonial. Surge entonces la pericia del director general, del diario, el inefable Toba [como apodaban a Gutiérrez Ruiz] el que encuentra la fórmula para sacar de apuros a la publicación. Vuelve a tomar contacto con la Dirección clandestina del MLN y logra de ellos, la contribución necesaria para equilibrar las finanzas por un año más.

El profesor de Historia Marcos Gutiérrez, [hijo del diputado Gutiérrez Ruiz] fallecido a raíz de un accidente a los 37 años, es quien revela abundantes datos que confirman los tratos de su padre con los Tupamaros. Tres años antes de su trágica muerte -entrevistado por César di Candia para Búsqueda- el joven profesor, a más de confirmar los pasos de su padre, abundó en una cantidad de detalles y de anécdotas relacionadas con los famosos lingotes.

Tienen además los investigadores de la historia, en las actas de las declaraciones de Fernández Huidobro, de Píriz Budes y Maruricio Rosenkof, y de otros, recogidas en el Cuartel Florida en 1972, suficientes pistas para escudriñar -con las lógicas precauciones, debido a las terribles condiciones en que algunas fueron tomadas- porque según las enfáticas expresiones de varios ex presos amparados en el anonimidad,

“…allí están como diamantes en bruto, todas las historias, los secuestros y las fugas, el acuerdo con los Héber para la tregua y la financiación de El Debate, los acuerdos con Allende y los lazos con Cuba, las conversaciones para dar el ‘golpe de buenos muchachos’ con los militares… Los Olimareños, Benedetti, Galeano Viglietti… no falta nada ni nadie”.

La travesía del oro

Pero no fueron los herreristas, los únicos beneficiados con el oro [sucio o negro, como se quiera, pero dorado] también el foco guerrillero boliviano que a la sazón, necesitaba fondos para reactivarse.

Según el copioso Archivo Cámpora -del recopilador, escritor y antiguo miembro del MLN, David Alberto Cámpora, actualmente fallecido, donado al Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos, de la UDELAR, para el estudio de académicos y periodistas, nacionales y extranjeros- fue a mediados del año 1970 que “un emisario de la guerrilla Nancahuazú de Bolivia, ingresó clandestinamente al país para pedir ayuda, al jefe del Movimiento, Raúl Sendic”.

Una fuente anónima consultada para este trabajo, confirmó el encuentro, y agregó:

“Fue Osvaldo, Chato, seguramente, el menor de los tres hermanos Peredo Leighe que lideraban la Nancahuazú, dado que Roberto, Coco [el mayor] había muerto en combate en 1967, trece días antes de la ejecución del Che, y Guido, Inti, había muerto en la tortura en 1969. La entrevista con Sendic fue a fines de junio o principios de julio de 1970. La cantidad de libras entregadas nunca se supo, Sendic sólo dijo que le había ‘muchas monedas’. En realidad la llegada de las libras a Bolivia fue vía Chile, con la facilitación de Salvador Allende, que pocas semanas después ganaría las elecciones presidenciales”.

En agosto de ese mismo año, una carta de Chato Peredo, dirigida a las autoridades del MLN-Tupamaros, agradecía la “invalorable contribución”.

Pero hay más, con respecto al oro de Mailhos. Cuando el abogado penalista Gonzalo Fernández, se desempeñaba como secretario de la Presidencia de Tabaré Vázquez, –y a la vez, como su abogado personal- hizo declaraciones, que -grabadas de manera clandestina, por Pedro Bordaberry y reproducidas en el programa periodístico, Zona Urbana de Ignacio Álvarez- revelaron la ambición, de la banda represora argentina del infame Aníbal Gordon, por el oro que creían, que aún quedaba  en las alforjas de Michelini y Gutiérrez Ruíz, cuando el asesinato.

Según los dichos grabados, del defensor, del Presidente Vázquez, “El que los mato fue el Paqui Forese un parapolicial de la banda de Aníbal Gordon… que iba por las libras, que se decía que tenía el Toba [Gutiérrez Ruiz] y por la guita que pudiera tener Zelmar [Michelini] del MLN”.

A punto de “incautar” los cofres de la plaza cambiaria

Pero el oro, que a través de los siglos ha sido una tentación de poder y avidez irresistible, volvió a ser la meta a alcanzar en noviembre de 1972, por una entente paradójica de militares y tupamaros.

Bajo la comandancia del mayor Washington Enrique Scala Demarco, jefe del Cuartel de La Paloma y de un fugaz tupamaro preso, el contador Carlos Koncke, [experimentado protagonista de la Revolución Peruana] con la supervisión del coronel Ramón Trabal y el consentimiento -en un principio- del general Esteban Cristi, jefe de la región militar Nº1, estuvieron al borde de reproducir, el operativo más sorprendente que Velasco Alvarado había realizado en Perú. Iban a “incautar” en la zona bancaria de la Ciudad Vieja, todo el dinero, el oro y las joyas guardadas en los cofres fort de los bancos de plaza.

Cinco días antes, el lunes 20 de noviembre, había sido puesto en libertad Jorge Batlle –primer preso político- tras 24 días de prisión en la región militar Nº1, acusado de “atacar la fuerza moral de las FF AA”.El jueves 23, el diputado en aquel momento, Julio Ma. Sanguinetti había realizado una histórica interpelación, denunciando, con enorme arrojo, las acciones conspirativas del general Esteban Cristi, en la Cámara de Representantes. El viernes se hablaba de que Cristi estaba por enviar sus padrinos para retar a duelo a Sanguinetti. Paralelamente el Presidente reprendía, aun cuando tímidamente, al jefe militar por la confabulación descubierta.

En la madrugada del sábado, ya todo rigurosamente planificado para la hora 3 de ese día, el operativo pergeñado en el grupo de Artillería Nº 1 de La Paloma, se frustra, dos horas antes de partir los camiones rumbo a la zona bancaria: el mayor Scala recibe de primera mano la orden del general Cristi de suspender la operación. En un minucioso relato, el contador Koncke -entrevistado por Leonardo Haberkorn [uno de los autores más leído sobre el tema] para su libro Milicos y Tupas- luego de contar el episodio, concluía diciendo:

“…íbamos a abrir los cofres, volándolos con cartuchos. …yo iba a estar en la Plaza Zabala, con Scala, comandando la operación. ¡Yo mandaba! No se puede creer. Koncke se ríe, se toma la cara con las dos manos. De verdad [aún] no puedo creerlo”.

Otro de los entrevistados que confirmó el episodio de los cofres, a Haberkorn, fue el ingeniero Alejandro Végh Villegas, un protagonista veraz de aquella época, que luego sería ministro de economía de la dictadura militar. Luego de dar su versión en la que ratifica lo narrado por Konche, Végh asegura, que aquel temerario plan, “fue uno de los detonantes, junto con la prisión de Jorge Batlle, para que Cristi y los Zubía dijeran ‘aquí no va más’ y le pararan la mano a Trabal y a la patota que se había formado. Le pararon la mano a esa alianza tupamara de presos y carceleros. Le pararon la mano a Koncke y al coronel Trabal”.

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