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La inseguridad del centro

Zósimo Nogueira

Con buena convivencia, valorizando el esfuerzo individual hay crecimiento y bienestar. Cuando los equilibrios sociales se procuran con imposiciones para mitigar los males de desarraigados hay desconfianza y bronca. Cuando el bueno, el inofensivo ve que el malo, el que tiene un pasado obscuro es destinatario de lo que no produce. Cuando esto impide o retarda sus planes de crecimiento económico y social se desmotiva. El uruguayo demócrata es solidario por naturaleza; pero rechaza que terceros dispongan de su esfuerzo y sus logros. Añora su pasado. Montevideo, la tacita de plata de América ha perdido brillo, pero su magia pasada aún cautiva.

Festejamos entusiasmados 40 años de democracia ininterrumpida cuando esa debería ser una forma de vida y no tanto recuerdo que solo avivan rencores y pasaje de facturas.  Siguiendo con esa modalidad y prototipo debemos preguntarnos cuál es la realidad de nuestra democracia.

¿Son tiempos de demos-cracia?  Hay cosas que no andan bien, veo avances, pero más veo retrocesos.

Como se llego a este grado de deterioro de nuestras relaciones de convivencia, desarraigo familiar, poca valoración del sacrificio y esfuerzo individual, del orgullo de ser mejor a la opacidad de la mediocridad.

La pérdida del valor de la vida, la desprotección de niños y ancianos desplazados por ideologías y colectivos minoritarios sobrevalorados y victimizados; siendo física y orgánicamente saludables.  

Desigualdad jurídica con leyes de género y gente que acusa o atestigua desde el anonimato. Que no puede ser interrogado por un defensor.

Principio de inocencia pisoteado. El acusado o indagado debe probar su inocencia y no el acusador o su representante fiscal probar la culpa.

Y los jueces mirando el desenlace desde afuera.

A todas estas causas debemos agregar las malas políticas gubernamentales y en nuestro caso las políticas urbanísticas y de transporte aplicadas en nuestra capital Montevideana. Acentuada desvalorización del contribuyente.

Ciudad Vieja, Centro y Cordón en acentuada crisis.

De la dinámica de las galerías con productos de calidad, marcas nacionales e internacionales, paseos entre luminarias, variada oferta gastronómica, salas de cines, teatro y espectáculos llenos, y hasta locales bailables, vida nocturna; hotelería de nivel y turistas de todas las nacionalidades a la realidad actual.

Tugurios, orfandad de luces, movilidad de zombis y desarraigados haciendo de dormitorio a plazas, accesos a comercios y organismos públicos.

Muchos Cines fueron convertidos en Templos religiosos y ahora en la misma pendiente con poca actividad.

Sin cines, sin teatros y casas de espectáculo la cultura se reduce. Restaurantes transformados en casas de baratijas o locales de comida rápida; des-socializando, y con horario limitado.

La noche montevideana no inspira tranquilidad, más bien vacios y temores.

El transito rápido de los trabajadores al terminar su jornada y silencios rotos por algún desencuentro de los ocupantes de las calles.

Triste realidad que se repite en los centros barriales.

Montevideo es la puerta de ingreso a nuestro país.

Su casco histórico de Ciudad Vieja y el Centro deben ser objeto de atención prioritaria

Valores inmobiliarios inestables, ideal para inversores oportunistas. Grandes responsables de nuestra realidad actual en materia de inseguridad. Los más favorecidos.

Quedan algunos sobrevivientes que luchan por mantener un negocio y el trabajo para sus fieles operarios.        

Día a día la están perdiendo y pocos salen a decir la realidad para no ahuyentar su poca clientela.  El factor fundamental para este corrimiento y cierre de las actividades comerciales es la “inseguridad pública”.  

Inseguridad alentada por las malas políticas de movilidad urbana, falta de incentivos y obstáculos para el consumidor.

A la ciudad Vieja la fueron matando con la eliminación o recorte de servicios públicos de transporte, los vecinos fueron migrando o encerrándose.

Hubo un retroceso en seguridad pública por la reducción de actividad de la Comisaria Seccional, perdidas de competencia, carencias de personal y medios logísticos.

A cierta hora de la noche los ómnibus finalizan en plaza independencia, los taxímetros y vehículos por aplicaciones son caros y muchos rechazan ingresar a la zona.

Históricas bocas de venta de droga. Viviendas precarias ocupadas. Espacios públicos y privados como dormitorio. Locales comerciales cerrados, los mayoristas también migraron.  Edificios históricos vandalizados.

Y ahí están el puerto y la aduana, es lugar de ingreso al país. Que panorama para el visitante.

Y para darle un toque de esnobismo las autoridades municipales inventaron peatonales y bici sendas. En algún momento con alquiler de bicicletas. Los horribles conitos y las pintarrajeadas sendas, limitando, entorpeciendo y dificultando el tránsito automotriz.

La calle Rincón, con importantes oficinas y comercios con bici- senda. No circula nadie y cada vez menos actividad comercial. Los comercios cierran.

Lo habrán pensado para cuando se reduce la actividad y el trasporte de ómnibus, pero en ese horario lo que queda es el miedo por las repetidas historias de violencia y descontrol solo alterado por el pasaje de ambulancias o policías trasladando heridos al Hospital Maciel.

El Centro, el Cordón. Que diría don Gervasio. El mismo panorama, la causa principal la inseguridad.

Hay dos artículos de prensa muy ilustrativos que convendría hojear.

El Observador del 12 de octubre. Tomer Urwicz La capital se vacía y eso trae riesgos. Que barrios de Montevideo son prioritarios para repoblar.  Las zonas de más servicios y oportunidades laborales están en los barrios más céntricos de Montevideo. Los mismos que según el último censo más se están despoblando.

El País del 8 de noviembre. Karen Parentelli. La agonía de los hoteles del Centro. Un edificio tapiado, otros convertidos en hogares de ancianos u oficinas.

Las dos entradas del Hotel Embajador tapeadas con bloques de cemento, para contener el vandalismo, ocupación e invasión de espacios. Una construcción moderna y en una súper-céntrica ubicación que se suma al Lancaster, Balmoral, Lafayette y otros tantos.

La presencia de personas en situación de calle, los campamentos improvisados, la suciedad de las calles muestra una situación deprimente.

A  la vuelta por la otra calle Quijano estaba la Jefatura de Policía de Montevideo que imponía respeto y orden y hoy hay poco espacio para el tránsito y para aparcar. Increíble, una bici-senda frente al emblemático edificio policial.

Los vehículos no pueden doblar por 18 de Julio hacia el Este.  Esa misma bici senda por un lado recorre 18 de Julio dificultando eventuales acciones de socorro y emergencia, y por el otro cubre la calle San José hacia ciudad vieja.

Cada tanto un esporádico ciclista y los comercios siguen cerrando, como el del amigo Viejo Sancho. Un restaurant con más de 30 años en el rubro.

Los clientes no tienen donde aparcar y los consumidores zombis con acoso de mendicidad. Si dejan su vehículo en un aparcamiento privado (que no son muchos) deben caminar y la gente no quiere hacerlo. Somos una población longeva.

Los periodistas del país son acreditados testigos.

Mientras el centro agonizaba hubo gente que multiplico millones, la construcción de Shoppings aporto la seguridad que se esfumaba.

La inseguridad también ha sido un gran negocio, solo que para unos pocos.

Y grave perjuicio para toda la comunidad.

Beneficio para especuladores. El oportunismo del bajo valor de propiedades céntricas No quiero ser mal pensado, pero por defecto profesional. Me pregunto.

¿Hay operadores políticos que obtienen beneficios? Para sí.  ¿O para campañas partidarias? Es inexplicable que sean tan malos gestores.

Las empresas de seguridad, los policías eventuales. Rejas, alarmas, unidades de respuesta, toda a una nueva forma de seguridad selectiva, con costos suplementarios para el que pueda pagar. Un estado ausente y Juan pueblo desamparado, inseguro.

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