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La Problemática Docente

Nicolás Martínez

José Pedro Varela, el gran reformador y padre de la educación pública, señalaba que “La ilustración del pueblo, es la verdadera locomotora del progreso”. La ilustración como tal, entendida como el proceso de formación de nuestra sociedad, tiene como protagonistas a los docentes. En este sentido, existen debates que deberían ser de primer orden como, por ejemplo, los retos y las dificultades que enfrentan cada día los docentes al ejercer su profesión, profesión que constantemente es señalada y criticada por diversos actores de turno. En este sentido, los docentes como protagonistas de la educación terminan muchas veces siendo rehenes de las idas y vueltas institucionales, siendo víctimas al fin, de un sistema de desigualdades estructurales y del juego político partidario de turno. Pero volviendo a la problemática, intentare echar luz sobre las cuestiones relacionadas a la formación docente.

Tomando como referencia el “Informe sobre el estado de la educación en el Uruguay 2017-2018” del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) en base a las pruebas PISA, podemos arribar a varias conclusiones respecto a la problemática anteriormente señalada. En primer lugar, al referirse al perfil del estudiante de formación docente, sabemos que quienes optan por la carrera docente tienen un perfil más humanista-social, en el sentido de que provienen de orientaciones con esa inclinación en su formación secundaria.

Sabemos también que la mayoría de estos estudiantes, provienen de la formación previa en instituciones públicas. Acerca del estatus económico de los que provienen, si bien, se encuentran representados todos los estratos sociales, la gran mayoría están representados en los dos quintiles más bajos. En cuanto a rendimiento, en función de los datos de las pruebas PISA, muestran un menor rendimiento del estudiantado de formación docente en comparación con los universitarios, también en relación con esto, se observa que aquellos alumnos con buenos rendimientos en ciencias o matemáticas en función del incremento de rendimiento en estas áreas, disminuye la posibilidad de optar por la formación docente.

Ahora bien, en consonancia con estos datos aportados por el informe, podemos interpretar que aquellos alumnos que optan por la carrera docente en su mayoría provienen de sectores económicamente carenciados, la mayoría con una trayectoria escolar en al ámbito público habiendo cursado orientaciones sociales, los que, a su vez, tenían dificultades o un no muy buen rendimiento en el área de ciencias y matemáticas.

Como bien se señala en la conclusión del informe, existe una inequidad entre la formación docente y la formación universitaria, tema no menor para la interpretación e interpelación de la calidad de la formación docente, la inserción y repercusión en la sociedad. No es menor el dato de que el aumento de ingreso de aspirantes a la formación docente sea proporcional al déficit económico de la sociedad, quizás, persiste allí una mirada de optar por una carrera que, si bien podemos decir que está desprestigiada, puede ser segura en cuanto a lo laboral.

También se observa un gran compromiso por quienes optan por ella con relación a que la mayoría decide optar por inscribirse a todas las materias, lo que quizás pueda leerse como el afán por salvar cuanto antes los cursos para la inserción laboral inmediata. A grandes rasgos vemos una carrera docente vinculada a los sectores más vulnerables de la sociedad y a estudiantes provenientes de la formación formal pública con perfil social. Una formación docente que se encuentra en gran desventaja con la formación universitaria en cuanto a pruebas de rendimiento y punto de partida de la vida terciaria.

Otro tema interesante que merece de nuestra especial atención, la de quien suscribe y la del lector, es la vinculada al salario docente. Sin detenerme en analizar los números allí visibilizados, el horizonte proyectado no es nada alentador para el futuro del salario docente y la evolución de este. Los datos señalan en hechos, el poco prestigio hacia la carrera docente, y a su vez, las prioridades fiscales en cuanto empleos de carácter público se refieren. Podríamos polemizar e insinuar que no es posible una educación de calidad con docentes y maestros mal pagados.

Si entendemos que sin docentes no es posible el funcionamiento del sistema educativo, es necesario, por lo tanto, una remuneración acorde a la responsabilidad ejercida, que permitan la vida digna, una que abra puertas a la especialización y a la presencia intelectual en los debates de nuestra sociedad ¿es igual educar sobreviviendo a vivir educando? Pienso que, en tiempos de debate de calidad educativa, no hay nada más motivador hacia la calidad, la eficiencia y la inclusión que una remuneración justa a las responsabilidades ejercidas, por el servicio a la sociedad efectuado.

Un insumo muy interesante para esta conversación acerca de la problemática docente es el informe “Los estudiantes de Formación Docente”, un censo de estudiantes del Centro de Formación en Educación (CFE) con fecha de diciembre de 2015, del que podemos hacer varias lecturas sobre la información allí vertida. En primer lugar, podemos observar el crecimiento del número de la matrícula de estudiantes aumentó en un 172% en relación con los datos base tomados en el año 1996. De la cantidad de personas registradas en el censo en relación con el año 2014, una cantidad que asciende a catorce mil, la mayor cantidad eligió al Instituto de Profesores Artigas (IPA) como destino académico, seguido por Magisterio por poco margen de diferencia.

Se observa también, que seis de cada diez, poseen una edad superior a los veinticuatro años, encontrándose en Magisterio la población más joven, quienes, a su vez, han optado por la formación docente en un plazo superior a los cuatro y cinco años después de haber finalizado la enseñanza secundaria. Este indicador me llama muchísimo la atención desde la perspectiva de que pareciese (es un juicio de valor) una motivación de frustración en el mercado laboral por parte de esta población, y que, ante la pérdida de la fuente laboral, o la no posibilidad de vinculación con dicho mercado, optaron por la carrera docente como una válvula de escape y de rápida inserción laboral.

Siguiendo la misma línea de razonamiento, se podría decir que ese aumento en el número de la matrícula expresado en el censo pueda darse por la misma razón, percibiendo a la carrera docente como una suerte de mercancía para ofrecer en el mercado de bienes y servicios, y sólo en función de la demanda, decidir qué carrera optar para nuestra formación.

También los datos arrojados revelan que una cuarta parte del estudiantado realizó otros estudios terciarios, y los que también optaron por cursar otras carreras y tras abandonar, se inscribieron en el currículo de formación docente, nos da lecturas, o mejor dicho, nos permite interpretar que esos estudiantes, decidieron optar por esta noble carrera a modo de descarte, quizás por no seguir el nivel demandado por la universidad, o como ya fue mencionado, por no encontrar demanda laboral en plaza.

Esto nos debe interpelar primero como sociedad, y luego como protagonistas del CFE en el sentido de que calidad de docentes y qué aspiraciones buscamos en ellos para mejorar la calidad educativa, tan debatida recientemente en ámbitos sociales, públicos, académicos y políticos. ¿Estamos ante una mercantilización de la profesión? Y la pregunta es hecha en el sentido de mercantilización tomándola a ella, la carrera docente, como una vía rápida (en comparación con otras) de acceso al mercado laboral.

Otro de los datos importantes a subrayar, es que hay un predominio de estudiantes provenientes de una clase media baja con relación a la procedencia familiar, dato que puede ser determinante para la trayectoria del estudiante durante la misma, porque indicaría por ejemplo que deben trabajar para solventar sus gastos, como lo indica la gráfica señalando que el 61.6% tienen actividad laboral y que la población restante, está en busca de uno.

A esto, me parece también importante rescatar ese 28.7% de estudiantes que cuentan con uno de sus padres con enseñanza secundaria completa, siendo en su mayoría, la primera generación de su familia en cursar una carrera de nivel terciario. Sin intención de extenderme más de lo debido, y sin entrar en el minucioso detalle que arroja el censo, decidí señalar aquellos que me parecieron importantes en cuanto a lo crítico que son los números en lo referente a la esencia de la formación docente, al prestigio de esta no como una opción de descarte, sino como una carrera deseable.

Habiendo realizado una breve síntesis de los insumos estadísticos, es importante señalar la problemática docente, ya que es fácil (y redituable) repetir los eslóganes de querer una mejor educación que lustro a lustro vaticinan diversos actores políticos. Deberíamos discutir entonces, qué tipo de educación queremos, qué tipo de docentes y por qué no, con qué grado de vocación docente, ya que, en ellos, recae el futuro de las próximas generaciones y, por ende, de la sociedad. ¿Queremos docentes que tomen su labor como cualquier otro de forma automática y repetitiva o queremos docentes con vocación que generen individuos críticos y reflexivos?

Por último, los datos que señalan la pertenencia familiar, la necesidad de trabajar también repercute en la vida académica, ya que ese estudiante no culmina sus estudios en los plazos establecidos, y en este sentido, más allá de que el estudiante culmine en cinco, seis o más años su carrera, cabe preguntarse qué repercusión tiene en su calidad docente al momento de egresado ¿No estaremos formando docentes que se convierten en frustrados del sistema? Al decir de Varela “La educación como la luz del sol, puede y debe llegar a todos”.

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