Tras la derrota electoral
Jorge Leiranes
Pocos días después del estrepitoso fracaso, en el salón principal de la Casa del Pueblo, el laureado escritor y periodista Mario Benedetti, brindó una conferencia en la que examinaba las causas de la debacle electoral del Socialismo. Luego de un pormenorizado análisis, seguido con mucha atención por una joven concurrencia, Benedetti decía, entre sus primeras conclusiones, “… [La izquierda] a esta altura de los acontecimientos, no puede jugar la carta de la Revolución dentro de un planteo electorero, ni puede jugar la carta de la democracia representativa, de un planteo revolucionario. Hacerlo me parece sencillamente híbrido, inhibitorio”.
A pesar de admitir públicamente que, para un planteo estrictamente revolucionario no estaban dadas “las condiciones, ni los ejecutores, ni el estado de ánimo…” y remarcaba, “Pensar en la lucha armada en Uruguay significa el desconocimiento del “hombre disponible…” –sus palabras- dirigidas a un público vigoroso, que venía de vivir una gran frustración, ávido de hacer “política con armas” -como candorosamente se decía por aquellos tiempos, a la vía armada- puede que hayan sido interpretadas como “una mojada de oreja”, más que como una reflexión prudente.
Aunque antes o después, en uno de sus poemas más conocidos [“Las Palabras”], Benedetti -siempre celoso de que se le entendiera bien, decía en prosa poética: “No me gaste las palabras/no cambie el significado/mire que lo que yo quiero/lo tengo bastante claro/…” ciertamente -con intención o sin ella- puede decirse, que sus ponderadas palabras, alentaron a muchos veinteañeros del Socialismo, a enrolarse en las filas del alzamiento armado.
El eminente dirigente comunista Jaime Pérez en sus memorias políticas, El ocaso y la esperanza, testimonia, precisamente, la determinación de tantos jóvenes socialistas, que tomaron el camino de las armas por aquel entonces, “En los diez años de preso, tres de ello estuve con compañeros de MLN […] en las posibilidades de charlar que teníamos, en broma les decía, que eran electoralistas al revés, porque su hubieran tenido un buen resultado electoral en el 62 no habrían entrado en esas… y entraron, porque el resultado fue desastroso, y llegaron a la conclusión de que había que recurrir a otra cosa…”
“La hora de devolver los golpes”
En octubre del 62 había aparecido por primera vezÉPOCA, constituyéndose en la primera publicación nacionalista de izquierda revolucionaria. Carlos Quijano -que desde 1939 venía editando MARCHA- asumía fugazmente la dirección del nuevo diario. El 17 de diciembre repentinamente, Quijano abandona el cargo. Había querido creer que, desmanes del tipo del que le costó la vida a la estudiante de enfermería -seis meses antes, cuando el atentado incendiario de la CSU- no volverían a repetirse, pero pronto comenzó a ver que -aun cuando con un saldo menos trágico- las tropelías continuaban en aumento, y no estaba dispuesto a tener que hacer la vista gorda en sus columnas de opinión.
Sólo tres meses después, habían quedado atrás las elecciones del 62 y expuesta la honda crisis de los socialistas, cuando -desde las páginas de EL SOL primero [el 16 de marzo] y una semana después desde ÉPOCA- Raúl Sendic escribía una novela de correrías, de sus propias vivencias. En el relato denunciaba abusos de la policía del norte del país y de la vecina ciudad de Monte Caseros, mientras él, junto con amigos, exploraba las orillas del río Uruguay para empezar a urdir acciones rebeldes.
Planteándose y replanteándose preguntas, y desplegando someras reflexiones, de escaso valor conceptual político-ideológico, esenciales en un jefe rebelde como el que prontamente habría de erigirse. Ya en el final de su dilatada narrativa -titulada ¿Un revólver o la Constitución?- Sendic, sin más rodeos, convocaba a la lucha armada.
“Los socialistas ya no tenemos en este país Derechos Individuales. La Constitución de la República no nos protege. Las leyes que consagran derechos y garantías, no nos son extensibles.
Pensar de otra forma, es ser ilusos o ingenuos. Sí ante cualquier conflicto -aun los que por razones de salud u otra cualquiera, no intervenimos en absoluto en él, se nos detiene a nosotros con preferencia, aunque más no sea que para hacer creer al pueblo que somos los promotores de aquel conflicto- hay que concluir definitivamente que nosotros no tenemos ningún derecho ni garantía constitucional.
Hoy día, nos podría dar más garantías individuales un revolver bien cargado que toda la Constitución de la República y las leyes que consagran derechos, juntos. Esto debemos entenderlo todos, antes de que sea tarde. Que nadie se crea que porque no lo tocaron esta vez, siempre los van a respetar.
Ahora bien, ¿hasta cuándo soportaremos? ¿No habrá llegado la hora de devolver los golpes, de escarmentar a los aprendices de fascistas antes de que se reciban de fascistas?
¿No tendremos que reprocharnos más tarde de haber fomentado la violencia con nuestra tolerancia infinita?
Ahora que no podemos esperar, -consuelo tonto al fin-, de que nuestro diputado socialista proteste por nosotros en Cámara, podríamos ponernos a pensar en serio.
Pensar en protegernos ya que no podemos pensar que nadie lo haga por nosotros. Tal vez así lleguemos a asumir nuestro propio rol en la historia”.
Era un cambio de rumbo radical, atrás quedaba la promoción de la idea socialista. Renunciaba al derecho de procurar convencer para conquistar la voluntad popular. Se arrogaba el rol del iluminado, del elegido para imponer lo que consideraba qué es mejor para su pueblo.
Siguiendo instrucciones del Partido Socialista, más precisamente de sector hegemónico, del que Trías era la cabeza visible, Raúl Sendic se había ocupado de “sublevar a los trabajadores abusados. Primero –cuenta el mismo a Guambia- fue una marcha de los arroceros de Charqueada a Montevideo, luego los cañeros de Salto y los remolacheros de Paysandú. Después saltamos a las cañeras de norte de Bella Unión donde se levantó la UTAA”.
Había cumplido ya, el papel de agitadorque tanto amaba –“La prensa y las patronales nos acusan de ser agitadores. La verdad que… esa acusación es honrosa. Porque ser agitador significa ser sensible frente al dolor e injusticias de este mundo. …esforzarse por despertar la conciencia dormida de las grandes masas para que luchen por su liberación” [Fuente, Archivo David Cámpora]- pero creía llegado el momento, de pasar a un estadio superior en la lucha por la liberación.
Simultáneamente, comienza a insinuarse en sectores radicalizados del país, una clara propensión levantisca, que con el paso de las semanas y los meses, recibiría el aporte de diversos grupos radicales, hasta alcanzar su configuración plena.