Política Internacional

ONU: Uruguay condena a Rusia, pero no aplica sanciones

Lorenzo Aguirre

En sesión especial de la Asamblea General de la “Organización de las Naciones Unidas” (“ONU”), en cuanto al tratamiento respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania, se presentó un texto el cual no tiene carácter vinculante, sino simbólico, pues la Asamblea General es la única instancia de dicha organización donde se llega a resoluciones, pues, dentro del marco del “Consejo de Seguridad”, el derecho a veto que goza la “Federación Rusa” impide la aceptación de cualquier articulado sobre la guerra en Ucrania. La Resolución, acerca un llamado enérgico al “cese de hostiladades”, y expresa continuar una negociación entre las partes protagonistas. Asimismo, la Carta de Naciones Unidas remarca la necesidad de integridad territorial de los Estados.

En la Asamblea General de Naciones Unidas, en New York, 141 países de 193 representados, aprobaron la Resolución exigiendo a Rusia “retiro inmediato, de forma completa, y sin condiciones, de sus fuerzas militares del territorio internacionalmente reconocido como Ucrania, incluyendo las zonas ilegalmente anexionadas por Moscú.

El documento – elaborado por Ucrania, con consentimiento de la Asamblea -, que también manda el “cese de hostilidades”, fue rechazado por Rusia,  quedando en evidencia que, Vladímir Putin, simplemente logró el respaldo por parte de Bielorrusia, Corea del Norte, Siria, Meli, Eritrea y Nicaragua, pautándose 13 representaciones que no votaron y 32 abstenciones, obviamente, entre ellas, China, más allá que para Pekín “la prioridad es facilitar un alto el fuego”.

Solo 33 países ponen sanciones a Rusia, mientras el resto – especialmente países latinoamericanos – se desconecta de la posición de Estados Unidos, la Unión Europea, como también de Japón, y Australia.

En cuanto a Uruguay, nuestra Cancillería manifestó “no reconocer los instrumentos de anexión firmados y anunciados por la “Federación Rusa” respecto a la ocupación de cuatro territorios ucranianos -Donetsk, Luhansk, Zaporizhia, y Khersón -, pero es necesario remarcar y poner énfasis que, la administración Lacalle Pou no comparte lo referente a sanciones a Moscú, sean económicas como financieras.

Ante una respuesta inquietante por parte de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores…¿no sería de “estilo”, como asimismo obligación, se nos diera las explicaciones pertinentes?

La Resolución de la Asamblea de Naciones Unidas poco importa al asesino agente de la KGB, pues el “camarada”, para celebrar el primer aniversario de guerra llevará adelante un nuevo alzamiento sobre Ucrania, y para intimidar a Occidente habla de una posible escalada nuclear, a la vez que “profetiza”, “el país, es invencible”, y tras la visita a Kiev del presidente Joe Biden, no solo justifica la invasión, sino además anuncia la cancelación como integrante en el “Nuevo Tratado START” (reducción de armas estratégicas).

Con atrofiada dialéctica armamentista, Putin señala que no se trata de defender Lugansk, y Donetsk – territorios ucranianos a los cuales los considera rusos -, y cambia el relato diciendo que, la invasión, obedece a una legítima defensa y contra el intento de Occidente de pretender globalizar, para borrar del mapa a Rusia.

“Vamos a defender a nuestros niños, de la degradación occidental, donde la pedofilia se convierte en norma de su vida”, manifestó Putin, para más tarde agregar sobre los “degenerados gay, lesbianas, y sacerdotes que bendicen matrimonios entre personas del mismo sexo”, y finalizar resaltando que “prohibe cualquier declaración en apoyo del colectivo LGTBI”,

¡Qué “facho”! ¿qué dice la ultraizquierda “progresista”, comunista, chavista?

Un “neoimperialismo” para liquidar

el “orden internacional”

Putin, también anunció reanudar los movimientos de ensayos nucleares, “enciclica” demostrando que, la invasión a Ucrania es una verdadera revancha por su aplastante derrota sufrida en la Guerra Fría, la cual mutilara las ambiciones imperialistas,  provocando la pérdida de soberanía sobre los países que reflotaron de la destrucción de la URSS.

Una de las formas de acabar con esa especie de “orden internacional”, consolidado luego de la Segunda Guerra Mundial, y la Guerra Fría, era justamente disparar esta invasión a Ucrania, creando el principio de un programa – llamémosle “neoimperialista” – que pretende en buena medida descomponer la relación transatlántica liderada por Estados Unidos, y acompañada por Corea del Sur, Japón, Australia, y Nueva Zelanda, quienes apoyan militar y económicamente a Ucrania.

Asimismo, sostener – cueste lo que cueste, pese a quien pese, y caiga quien caiga – a los países “de la mayoría global” (así denominada por Rusia) –  en un tiempo llamados “subdesarrollados”, luego, “tercer mundistas”, y por último, para edulcorar la píldora, “emergentes” -, los cuales, gran parte, no se unen en bloque contra el atentado bélico provocado por Rusia, sino por el contrario, aunque en forma fragmentada, con soberbia y al mismo tiempo complejo de inferioridad, “estimulan” a potencias revisionistas como, Rusia, China, Corea del Norte, y muy especialmente Irán – el cual está cumpliendo una acción intensa y peligrosa para la paz de América del Sur -, quien recluta, adiestra, y maneja, los nuevos movimientos de terrorismo para desarticular a los gobiernos que dan consenso a las “plataformas de comportamiento mutuo”, para un “equilibrio de poder” elucubrado por Estados Unidos.

Además de lo expresado, una delegación iraní viajó a Moscú para conversar con expertos en armamentos, y de allí en adelante marcar lineamientos para una nueva fase de contrato.

Como antes, en tiempos de la Alemania nazi, y ahora en esta invasión a Ucrania, Estados Unidos y Europa forman una alianza – con excepción de Hungría, y Serbia – para impedir que Rusia, se transforme en potencia hegemónica.

Obviamente, ese “equilibrio” es manejado por Estados Unidos, que también se convierte en potencia hegemónica, pero es oportuno decir que, un 16% de la población de Occicente proyecta sanciones a Rusia, mientras un 30% se mueve cautelosa y camaleónica, y el resto – más del 50% – observa la contienda como algo de fragmentado corte europeo, no como violación de “orden internacional”, y crímenes de lesa humanidad.

A lo expresado, debemos sumar la incapacidad europea para destrabar la acción rusa en cuanto a información bastardeada dirigida a América del Sur, como también hacerse la tonta al permitir que importantes medios de comunicación – especialmente en África, y Latinoamérica -,“inocentemente” activen despachos noticiosos con mensajes anticolonialista respecto a Estados Unidos, los cuales son elaborados y otros refritados, bajo auspicio narcoterrorista.

Putin, ahora revoca el pacto con el “Nuevo Tratado Start” – último acuerdo de desarme nuclear vigente desde hace 35 años entre Estados Unidos y Rusia, manteniendo desde el final de la Guerra Fría, el sistema de seguridad -, aunque hacía tiempo se había desligado del “Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio”.

Más allá que, la “OTAN” y la “Unión Europea” piden a Putin reconsiderar su manifiesto, se estableció en el “Cuartel General de la Alianza”, en Bruselas, un perfil indicando que, Rusia, puede llegar a demoler el sistema de seguridad construído al final de la Guerra Fría, entonces, es necesario estructurar uno nuevo, “con armamento que pueda satisfacer las necesidades”.

Rusia, deja atrás las limitaciones para fabricar componentes atómicos, como también montarlos en las plataformas de lanzamiento, y de esa manera, Putin, llevará adelante un revisionismo territorial para “actualizar sus pertenencias”, pero al parecer, para Washington, el asunto no es “Nivel 5” – Antony Blinken, Secretario de Estado, calificó “decisión profundamente desafortunada” -, y la prioridad  de “Observación Permanente”, es China.

En caso de “encuentro” entre los dos países – Estados Unidos – China -, el accionar militar podría desarrollarse en el Pacífico, no en el Atlántico, que se trata de un “rápido” el cual debería controlar la Unión Europea, más allá que, a los muchachos del “Brexit” se les antojó “meter en el medio”, entre Estados Unidos y Europa, ese pedazo de tierra, y majaderamente también controlar el flujo de actividad en el Mar del Norte.          

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