La pandemia, la vacuna y la libertad
M. J. Llantada Fabini
Vacunarse o no hacerlo, es una decisión personal e intransferible. Como todo acto de ejercicio de la libertad, supone para el protagonista del mismo, asumir las consecuencias de su acción.
Los mismos que se vacunan contra el tétanos, contra la poliomielitis, tienen temor de la vacuna “china”, (es razonable dudar de la “Sputnik V”, en tanto que el Kzar Valdimir I se negó inocularse), pero lo que sorprende es que los gremialistas de la FUS, que la semana pasada clamaban por la “demora” de la llegada de las vacunas, ahora tienen “vacunadores” que no quieren vacunarse.
Sobre el tema han opinado todos los que no saben, los que confunden salud con política, y algunos profesionales que se atribuían títulos que fueron desmentidos por la autoridad académica que supuestamente los avalaba.
Mientras tanto en la vecina orilla, los compadres ideológicos de nuestra recién estrenada “Oposición”, armaron vacunatorios VIP, para estafar el turno, (para darse la vacuna rusa), a quienes necesitan ser inoculados por razones de edad o de trabajo.
A veces un ejemplo esperpéntico sirve para contrastar debidamente la tontería: ¿Qué hacer frente a un cirujano que se niega a usar barbijo, lavarse las manos y usar guantes en el quirófano?
En lo que a mí respecta, en uso de la misma libertad que el supuesto cirujano invocaría en su opción por la sepsis, me negaría a operarme por falta de garantías; cosa que probablemente harían todos sus potenciales pacientes, con lo que el fundamentalista habría de buscar otro trabajo.
Y en eso está centrada la polémica. Si quieren viajar, los que no se vacunen no podrán subir al avión. La industria frigorífica no puede arriesgar una contaminación con COVID de sus exportaciones, por un “anti vacuna” militante que tosió sobre la media res.
El personal de salud, en defensa de su propio interés debe vacunarse, y si no quiere hacerlo, debe buscar un nuevo trabajo; en tanto, ni los trabajos ni la propia vida “son para siempre”.
Vacunarse es una decisión personal e intransferible, decía al principio de estas reflexiones; las consecuencias de esa decisión, en el protagonista y su entorno, también lo son.
Agrego que, en determinadas circunstancias y actividades, (la salud, la enseñanza, las profesiones de intensa interacción social), YA NO ES UNA OPCIÓN para ser una OBLIGACIÓN MORAL para con los demás, un acto de SOLIDARIDAD CIVICA, ejercitado desde lo que certeramente definió nuestro presidente como “LIBERTAD RESPONSABLE”.
En el novedoso mundillo de la acrobacia retórica y la politización ideológica y autoritaria de la sal, la mostaza, el sexo y la salud, es natural que los partidarios de la “cuarentena obligatoria con toque de queda y penas ejemplarizantes”, ahora descubran que no quieren vacunarse; es la agonía de impotencia que convierte sus actos discurso y gestos, en un “boomerang”, que apenas lanzado, regresa veloz a pegarles en la frente.
Por cierto, me voy a vacunar.