Política nacional

Porque y para que aumentar penas

Zósimo Nogueira

En la rendición de cuentas como se ha hecho habitual, incursionando en temas extra presupuestales, proponen aumento de penas a homicidas y la creación de nuevos delitos. Lo concreto; un nuevo aumento en la población carcelaria. Las cárceles abarrotadas, las mayores con una población hacinada que vive en ambientes promiscuos carentes de elementales comodidades y sin la seguridad necesaria para garantizar la vida e integridad física de sus residentes. Esta es una realidad que también alcanza a la cárcel de mujeres y sin que se promuevan las necesarias mejoras edilicias a alguien o a algunos se les ocurre estas modificaciones.

Percibo que desconocen algunas particularidades de la interna carcelaria y la relación de los presos con las autoridades.

¿Cuál es el propósito de aumentar tiempos de prisión?

¿Es para reducir la tasa de homicidios por la alarma pública?  

A todas luces surge como una respuesta al fenómeno narcotráfico, o narcomenudeo, pero si alguien cree que esto desestimula la violencia, “se come la pastilla”. Genera aumento de violencia.

Mayor castigo para ajustes de cuentas y sicariato no genera ni miedo ni temor, sino mayores desafíos, crueldad y empleo de métodos más fulminantes.

El homicida en estos ámbitos eleva su estatus criminal.

Si simplemente se procura retirarlos por más tiempo de la comunidad.  

Un criminal condenado por homicidio con los agravantes recuperara su libertad ya muy veterano, si es reincidente puede estar destinado a morir en prisión.

Basta con que se cumplan los años establecidos con los parámetros de sanción en la actualidad.

Basta con que se cumpla con la ley. Probar el delito y menos regalías en los acuerdos abogado-fiscal.

Considero beneficioso para todos, presos, autoridades y sociedad  el alentar la expectativa de  retornar a la vida en comunidad para los presidiarios y para sus familias como manera de impulsar proyectos de recuperación o redención.

Eso es uno de los motivos de no compartir propuestas de cadena perpetua, aunque es sabido que más de una condena por homicidio con agravantes o reiterada hace imposible el retorno a la comunidad en tiempos de vida sana y útil.

El preso que sabe que no va a salir se convierte en explosivo, una granada sin el aro, pronta a explotar a cambio de muy poco, solo de pasarla mejor, de liberar sus instintos o lograr un beneficio para sí o para alguien de su entorno.

Pasa a engrosar las listas de sicarios o potenciales sicarios. Se pone sus propios límites.    

Alguien se cree que más tiempo en prisión se puede capitalizar en reeducación; con esos guarismos no.

Aun sin llegar a esos extremos se reiteran experiencias de presos tan familiarizados con la cárcel que al ser liberados añoran volver.

La esperanza de libertad es un recurso utilizado por familias y amigos como elemento de contención.

En tiempos presentes y en materia penal percibo criterios contrapuestos que van de lo  casi eclesiásticos de comprensión y justificación como víctimas de causas sociales, o de prejuicios machistas como se vio en resoluciones judiciales absolutorias de mujeres homicidas, que ultimaron  a quien las castigaba o aterrorizaba, con una mera declaración que no puede ser rebatida. 

Una extensión no probada de legítima defensa. El muerto no habla.

En contrapartida están estas propuestas de aumentar castigos, como los mitológicos Dioses del Olimpo con Zeus lanzando sus rayos fulminantes.

Ese persistente criterio de que los problemas de seguridad se solucionan con aumento de penas es absolutamente equivocado.

No me parece acertado modificar tiempos de reclusión y sanciones para determinadas conductas sacándolas del contexto general de gradualidad acorde al daño y responsabilidad.

También es evidente que se utilizan para calmar y ofrecer soluciones a demandas de inseguridad “la mano dura”

Eso es un engaño, un enfoque equivocado, la justicia debe ser impartida con racionalidad e imparcialidad.

El sistema debe estar sustentado en la carga de la prueba y primar el criterio no castigo ante la duda razonable.  La duda en beneficio del reo.

Retornando a que considero falta de criterio.

El Homicidio es múltiple causal, y así como se han manejado criterios de exoneración de culpas aplicando la normativa de género, a los demás individuos de la sociedad les ocurre lo mismo. 

El homicidio tiene una contra partida.

La legítima defensa, que puede ser legítima defensa incompleta.

Otra causa que debe considerarse para no variar la gradualidad de las sanciones.

El gran público y en ese público muchos legisladores y actores gubernamentales,  ven a las cárceles como algo sin valor, descartable. Por algo están ahí.

Como el purgatorio de La divina comedia de Dante.

Sin pensar que parientes o amigos están, estuvieron o estarán por esos lugares.

Quienes promueven aumento de penas a los homicidas deberían informarse del comportamiento en reclusión y los indicadores de reincidencia.

La mayoría de quienes cumplen condena por homicidio son personas violentas o que en un arrebato de violencia cometieron el delito. 

Son gente con hábitos laborales, y por lo tanto poseen habilidades y conocimientos para interactuar y desempeñar determinadas tareas.

Cuentan por lo general con apoyos familiares o de amigos. Profesiones, Oficios, y en muchos casos con recursos económicos, pocos o muchos pero los tienen.

Con apoyos de su círculo de amistades y esfuerzo propio puede reencauzar su vida al recuperar la libertad.

En la interna de los establecimientos carcelarios se les asignan tareas de confianza, cocina, elaboración de alimentos, fajina y tareas de mantenimiento en áreas sensibles.

Generan vínculos personales, incluso relaciones de amistad con autoridades y personal, son colaboradores.

En muchos casos se vinculan a las organizaciones sociales y religiosas que concurren a la cárcel.              

Rehúyen vínculos con lo marginal.

Quien lo dude, hable con jerarcas y funcionarios que se desempeñen en la interna carcelaria. 

Con los abogados privados, defensores de oficio, profesionales y técnicos de criminología, peritos y todos aquellos que tratan en el cotidiano con esa heterogénea población carcelaria. 

Aclaro, fui Jefe de la Guardia Interna del Comcar, con trato permanente con personal técnico, médicos, abogados, sicólogos, maestros, pedagogos;  administrativo;  guardia cárceles; presos, familiares, defensores etc. 

Era otro tiempo y realidad; pero continuó relacionado e informado por penitenciarios de estos tiempos.  Hay cosas que no han cambiado y mucho se ha retrocedido.

Si se busca desalentar y disminuir el número de homicidios véase lo pasado con la creación de la figura delictiva “Femicidio”

No han bajado y ha aumentado la violencia.

Las sanciones influyen en “el ser pensante”, pero en el marginal esto opera como un detonante, un nuevo desafió que se lo hace notar a su víctima, al consumar el delito u en acciones previas de abuso y violencia. 

Lo mismo ocurre al darle al delito una percepción masculina o femenina. Lo ocurrido en cárcel de mujeres es prueba de que la crueldad y peligrosidad del ser humano no distingue de sexos.

Reclusas denunciaron secuestro, golpes, torturas y violación por otras reclusas, el móvil cobro de deudas, extorsión y pedido de rescate.

Increíble. La vida es el valor más preciado pero esta crueldad escapa a todo lo racional y compromete al sistema.

La prioridad previo a todo programa educativo o social es mantener a los encausados encarcelados, responsabilizándose del cuidando de sus vidas e integridad física sin afectar la dignidad humana. Evitando abusos de parte de otros presos, reclusión en orden.

Modificar tiempos de reclusión en esta realidad solo agrava problemas.

Estas propuestas requieren análisis y asesoramiento

¿Qué dicen jueces, fiscales, defensores, abogados penalistas? ¿Con quienes se asesoraron?

Compartir

Deja una respuesta