El Uruguay que despega
Fátima Barrutta
Del Ministerio de Industria, Energía y Minería vienen en estos días noticias esperanzadoras. El diario El Observador anuncia que la gira por EE.UU. del ministro Omar Paganini trae muy buenas nuevas: el interés concreto de multinacionales como Microsoft, Netflix, Facebook, Google, Amazon, Pfizer y Citibank, por invertir en nuestro país.
No hace falta estar demasiado informado para advertir el salto que ha dado en los últimos dos años nuestra industria audiovisual. Alcanza con echar un vistazo a la oferta de los streaming para encontrarse no con una, sino con muchas series y películas rodadas en nuestro país, donde incluso tenemos la alegría de ver a actores compatriotas interpretando personajes a veces episódicos, pero a veces también importantes.
Y lo hacen muy bien.
El crecimiento exponencial de la industria audiovisual en el país se dio por la combinación de dos factores: el Programa Uruguay Audiovisual que se implementó desde el Instituto del Cine y el Audiovisual (INCAU) del Ministerio de Educación y Cultura, otorgando beneficios fiscales a las empresas extranjeras que venían a contratar servicios de producción en el país, y el eficiente manejo de la emergencia sanitaria, que permitió a las productoras seguir filmando casi sin interrupción, siguiendo protocolos estrictos facilitados por el Ministerio de Salud Pública.
Por supuesto que el factor fundamental fue y es el alto estándar de calidad con que trabajan nuestros profesionales del cine.
No es casual que los hermanos Federico e Ignacio Álvarez estén dirigiendo grandes películas en Estados Unidos y España respectivamente, ni que ya tengamos uruguayos premiados con el Oscar (el músico Jorge Drexler, la productora Mariela Besuievsky).
Hoy nos enteramos de que la industria audiovisual uruguaya genera ingresos por exportación de nada menos que 84 millones de dólares anuales.
El paradigma de que la producción cultural en Uruguay estaba desatendida ya es cosa del pasado. Si bien los oficios artísticos han sido tradicionalmente sacrificados, ahora se abre una oportunidad para que nuestros creadores se profesionalicen, en este gran mercado, demandante de cada vez más y mejores productos, que son los servicios de streaming.
Y atención: esto no solo beneficia a los artistas y técnicos. Porque los rodajes internacionales que se están realizando en nuestro país representan un incremento de la actividad de vastos sectores conexos, como los rubros de hotelería, gastronomía y un largo etcétera.
Pero esto no es todo. Hay interés de Microsoft de instalar en Uruguay un laboratorio de inteligencia artificial e internet de las cosas, en el LATU. Según se informó de Presidencia, se trataría del primero a establecerse en América Latina y el tercero en el mundo, fuera de EE.UU. (los otros dos están en Munich y Shangai). Tanto este proyecto como otro importantísimo de Meta (la empresa que nuclea a Facebook e Instagram), tienen la mirada puesta en generar plataformas de empresas tecnológicas uruguayas y regionales que trabajen en red para el desarrollo de distintas aplicaciones.
El mundo ha cambiado mucho.
A veces resulta gracioso (y otras muy triste) confrontar estas realidades esperanzadoras con la voz lastimera de quienes en nuestro país siguen hablando de lucha de clases, oligarquías y explotación…
Las nuevas generaciones no entienden cuando se les habla de esas etiquetas acuñadas en los años 60 del siglo pasado. Están creciendo en una sociedad del conocimiento, donde la información y las oportunidades están a un clic, solo hay que saber encontrarlas, y las innovaciones tecnológicas no tienen techo porque la imaginación y la creatividad tampoco lo tienen.
Qué bueno sería que todos los uruguayos de buena voluntad, así adhieran al gobierno o a la oposición, entendiéramos estas simples verdades. Sacaríamos una sencilla conclusión: no podemos seguir empantanando al país en discusiones menores, cuando el gran desafío es subirnos todos al tren de la innovación y aprovechar la excelente imagen país que nos identifica, como democracia estable, con reglas de juego claras y transparentes y una población educada.
Todo lo demás (los paros sin motivo, las peleas a gritos en el parlamento, el atizamiento de odios) es, realmente, lo de menos.