Política nacional

¿Por qué a nadie le interesa la verdad?

Orlando Aldama

Desde la perspectiva de la psicología social, existe una aparente indiferencia hacia la verdad y sobre todo ante la sumisión a un sistema que parece priorizar el ocultamiento sobre la búsqueda de la justicia.

En realidad, no se trata de un mero capricho humano, sino el resultado de una compleja interacción de sesgos cognitivos, dinámicas grupales y la profunda necesidad de coherencia y seguridad.

No es que «a nadie le interese la verdad», sino que el costo psicológico y social de confrontarla a menudo supera los beneficios percibidos, especialmente cuando un sistema está diseñado para desincentivar su búsqueda.

LA DISONANCIA COGNITIVA Y EL CONSUELO DE LA NARRATIVA DOMINANTE Uno de los pilares mediante los cuales se explica que es la disonancia cognitiva es que los seres humanos tenemos una necesidad intrínseca de mantener la coherencia entre nuestras creencias, actitudes y comportamientos.

Cuando nos enfrentamos a información que contradice una creencia arraigada o la narrativa oficial que hemos internalizado, experimentamos un malestar.

Para reducir esta disonancia, a menudo optamos por el camino de menor resistencia: ignorar la nueva información, reinterpretarla para que se ajuste a nuestra visión existente, o desacreditar la fuente.

En un sistema que opera con un velo de opacidad, las narrativas preestablecidas se vuelven el refugio seguro.

Cuestionarlas implica aceptar la posibilidad de que todo lo que creíamos saber es falso, una revelación que puede ser profundamente desestabilizadora para el autoconcepto y nuestra personal y particular visión del mundo.

Es más fácil y menos doloroso psicológicamente aceptar la “versión oficial”, incluso si se intuye que hay algo turbio, que no se ajusta a lo que sabemos o conocemos, por eso elegimos no embarcarnos en una cruzada solitaria, en búsqueda de esa verdad que podría desmoronar toda nuestra realidad.

LA CONFORMIDAD SOCIAL Y EL MIEDO AL AISLAMIENTO Los humanos somos criaturas gregarias, inherentemente sociales. La necesidad de pertenecer y de ser aceptados por nuestro grupo es un motor poderoso en nuestro comportamiento.

La conformidad social explica cómo las personas ajustan sus pensamientos y acciones para encajar con las normas percibidas del grupo, incluso cuando esas normas contradicen sus propias convicciones o la evidencia.

En un sistema donde la verdad se oculta, la presión para conformarse a la narrativa dominante puede ser abrumadora. Expresar dudas o buscar la verdad puede llevar al ostracismo social, al etiquetado de «conspiranoico» o «problemático».

El miedo a ser marginado, a perder el estatus o incluso a sufrir represalias es un poderoso disuasivo. La inacción o la aceptación pasiva de la narrativa oficial pasa a ser en una estrategia de supervivencia social.

La ignorancia pluralista, donde cada individuo secretamente duda, pero cree erróneamente que todos los demás aceptan la versión oficial, perpetúa este ciclo.

LA OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD Y LA DESINDIVIDUALIZACIÓN El famoso experimento de * Milgram (llevado a cabo por el psicólogo social Stanley Milgram en la década de 1960, tenía como objetivo principal investigar la obediencia a la autoridad, incluso cuando esta entra en conflicto con la conciencia personal y los valores morales del individuo) pudo demostrar cómo los individuos son capaces de actuar contra su propia moralidad cuando se les ordena hacerlo por una figura con una entidad suficiente como para generar una autoridad legítima.

En un sistema que privilegia el ocultamiento, las instituciones (políticas, legales, mediáticas) ofician como figuras de autoridad. Su narrativa, por más inconsistente que sea, es presentada como la “verdad oficial”, y percibida como tal, siendo de esperar que la gente la acate, como generalmente lo hace.

Además, la desindividualización que puede ocurrir dentro de las estructuras burocráticas y jerárquicas reduce el sentido de responsabilidad personal. Cuando las decisiones se toman en cadena, y la responsabilidad se diluye, es más fácil para los individuos justificar su complacencia con el ocultamiento, atribuyendo la culpa a «el sistema» o a «las órdenes superiores».

EL SESGO DE CONFIRMACIÓN Y LA BURBUJA DE LA REALIDAD El sesgo de confirmación es la tendencia a buscar, interpretar y recordar información que de una manera u otra, confirma nuestras propias preconcepciones o hipótesis.

En un entorno donde la información es manipulada o escasa, las personas buscan pruebas que validen la narrativa oficial o su propia interpretación conveniente. Si un sistema ya ha sembrado dudas o a deslegitimado las fuentes alternativas, este sesgo se intensifica, creando una «burbuja de realidad» donde solo se filtra lo que refuerza lo ya establecido.

En última instancia, la búsqueda de la verdad no es un impulso automático e incondicional. Está modulada por nuestras necesidades psicológicas de seguridad, pertenencia y coherencia.

Un sistema que astutamente explota estas vulnerabilidades, sembrando la duda, controlando la narrativa y castigando la disidencia, puede crear un entorno donde la verdad, por muy evidente que sea, se vuelve una mercancía poco valorada y peligrosamente difícil de conseguir y más aun de lograr transmitirla para lograr algún cambio.

La gente no es intrínsicamente apática a la verdad; más bien, el sistema ha logrado que el costo de buscarla y confrontarla sea, para muchos, insoportablemente alto.

Podríamos inferir que esta dinámica de ocultamiento sistemático e intencionado se refuerza o se debilita en la era de la superabundancia de información y desinformación donde todo termina por ser o parecer una “fake news”.


Compartir

Deja una respuesta