Resignificación de Valores Patrióticos
Orlando Aldama
La resignificación de los valores patrióticos a menudo es percibida como un proceso de denigración. Los símbolos, rituales y narrativas que históricamente han cimentado el sentimiento de pertenencia a una nación, como el himno, la bandera, los héroes nacionales y la historia compartida son hoy objeto de un intenso escrutinio crítico.
Esta crítica surge de la reevaluación de los fundamentos históricos de la nación-estado, influenciados por una filosofía política que no ve en estos valores algo superior a resaltar.
PERSPECTIVA CRÍTICA: Desde una perspectiva filosófica, la denigración ocurre cuando la narrativa patriótica es vista como una herramienta de control, opresión o de justificación de actos violentos del pasado (colonialismo, guerras de conquista).
Se argumenta que el patriotismo tradicional puede ser un obstáculo para la paz global y la cooperación internacional, al fomentar una mentalidad de «nosotros contra ellos» o un Nacionalismo exacerbado.
CONTEXTO SOCIAL: En el ámbito social, esta resignificación se manifiesta y propende a una creciente desconfianza hacia las instituciones nacionales y un cuestionamiento del «interés nacional» en un mundo globalizado y andrógino.
El patriotismo es a veces tildado de nacionalismo ciego, un sentimiento que ignora la diversidad interna y las responsabilidades globales, la típica dicotomía progresista de ver el individualismo contrapuesto a un individuo integrado e interactuando en sociedad, una individualidad producto de una sociedad y no un individuo libre y con derechos por el solo hecho de existir.
El resultado de esta denigración es que los valores patrióticos pierden su carácter sagrado y unificador, siendo relegados a un segundo plano o incluso estigmatizados. La identidad ya no se basa únicamente en la pertenencia a una nación, sino en múltiples identidades fluidas y transnacionales.
Los valores se tergiversan y en búsqueda de una globalidad se internacionalizan conceptos sociales por encima de la libertad y la dignidad humana en un concierto abrumador de comunicaciones que los medios cómplices se encargan de difundir cuasi pornográficamente, sin pensar el magro beneficio que producen.
RESIGNIFICACIÓN DE VALORES DE LA AGENDA 2030 Y COLECTIVOS ESPECÍFICOS En contraste, los valores promovidos por la Agenda 2030 de la ONU, experimentan una superlativa resignificación. Estos valores, lejos de ser denigrados, son elevados a una posición de primacía moral y ética en el discurso público.
AGENDA 2030: Esta agenda promueve valores como la sostenibilidad ambiental, la igualdad de género, la reducción de las desigualdades y la justicia social. Estos conceptos, que antes eran temas de nicho, se han convertido en pilares del pensamiento corporativo, gubernamental y educativo, del progresismo globalista. Se les atribuye un carácter universal y progresista, presentándolos como el camino hacia un futuro mejor para toda la humanidad.
Los valores relacionados con colectivos, como los que apoyan y promueven la diversidad de género, la inclusión y el derecho a la autodeterminación de la identidad sexual, han pasado de ser marginales a ser centrales en las discusiones sobre derechos humanos. La lucha por la igualdad se resignifica como un imperativo que modifica la ética de nuestra sociedad, generando la aceptación de estas identidades como una señal de “progreso y civilización”.
La resignificación de los valores relacionados con la diversidad cultural se centra en la reivindicación histórica, el combate al racismo sistémico y la valorización de dicha identidad. Lo que en el pasado fue objeto de invisibilización y opresión, hoy se posiciona como un elemento crucial para entender y corregir las denominadas injusticias históricas. La justicia reparadora y la descolonización del pensamiento son principios que ganan un peso moral significativo.
LA CONJUNCIÓN FILOSÓFICA Y SOCIAL La tensión entre estas dos resignificaciones radica en la colisión de dos marcos de valores. Por un lado, el marco tradicional del patriotismo, que se basa en la lealtad a la nación y la identidad colectiva homogénea. Por otro, el marco de la agenda 2030 y los colectivos específicos, que se enfoca en la justicia global, la diversidad, la inclusión y los derechos individuales y de grupos que aparecen como históricamente oprimidos.
Esta dinámica plantea preguntas filosóficas fundamentales sobre la fuente de la moralidad y la pertenencia. ¿Debe nuestra lealtad ser primero a nuestra nación o a principios universales devenidos de organismos extra nacionales? ¿Puede el patriotismo coexistir con la diversidad y la inclusión, tratándose de una forma de hacer política agendista progresista?
¿La “superlativa” resignificación de los valores de la agenda global y los colectivos específicos de ninguna forma deberían aparecer como un ataque directo al patriotismo?, tampoco la argumentación de un cambio de época o del orden de prioridades morales en la sociedad.
Los valores patrióticos no deben subordinarse a los valores universales o internacionalista, la justicia y la igualdad no deben ser monedas de cambio para una transculturación ideologizada.
La PATRIA es como una gran familia, con miembros destacados y destacables y son sus acciones las que promoviendo y generando cambios, van marcando, un sentido y un destino…
Conjugando de esta forma, sensible y sutilmente el soporte tangible del propio espíritu patriótico.
Por eso la PATRIA… es algo más que individuos y voluntades.
La patria es en los hechos, el fruto de la ofrenda que cada individuo genera, a cada paso, cada día, cuando en un MISMO SENTIDO y hacia un MISMO DESTINO proyecta el espíritu singular que lo distingue…