Historia

Jorge Batlle

Jorge Nelson Chagas

De cumplieron nueve años del fallecimiento de Jorge Batlle. Conversé dos veces con él a raíz de un libro (que aún estoy escribiendo) sobre la figura su padre. Me sorprendió su franqueza absoluta en cuestiones históricas y su memoria prodigiosa para recordar detalles. Tenía la imagen de él como una persona antipática y, como otras tantas veces, me equivoqué feo. Poseía un agudo sentido del humor.

Una de las acusaciones que se le hicieron es de ser un “parricida político”. El Batlle que rompió con el legado de su tío abuelo (José Batlle y Ordoñez) y de su padre (Luis Batlle Berres). Muy en especial en temas sobre el papel del Estado y la defensa del sistema de gobierno Colegiado.

En realidad, Jorge Batlle fue uno de los políticos que en los años ’60 – y tal vez antes – comprendió cabalmente el origen de la crisis que azotaba, sin tregua, al Uruguay. El agotamiento de un modelo de desarrollo basado en el dirigismo económico y la necesidad de contar con un gobierno más eficaz.  Sobre este último punto contrariamente a lo que se supone – ya lo he dicho antes – no fue un anticolegialista de la primera hora, pero el vacío de poder ocurrido en 1965 lo convencieron de impulsar la reforma naranja. 

Hay ciertas particularidades en su carrera política: fue invencible en las elecciones internas, pero fracasó, repetidamente, en las elecciones nacionales.

Una vez en la Facultad, con otros compañeros, especulamos sobre qué podía haber pasado si en 1966 concretaba el acuerdo con el “grupo de los senadores” (el Frente Colorado de Unidad) y se convertía en presidente de la República, en vez de Oscar Gestido. Todo indica que hubiese combatido la inflación con la misma energía que Pacheco y además, impulsado una fuerte modernización sin llegar a una liberalización total de la economía.  Hay otras variables a tener en cuenta -¿cómo hubiese reaccionado ante la insurgencia estudiantil?, ¿cómo hubiese enfrentado a los tupamaros? – pero las cosas ocurrieron como ocurrieron.

El mito de la Infidencia – que no fue inventado por la izquierda, como muchos piensan – lo golpeó duramente. Sin embargo, nunca se rindió. Esto revela su temple. El Jorge Batlle candidato de 1989 mostró al liberal en toda su plenitud. No ocultó ni suavizó sus planes transformadores. Todo lo contrario. Los exhibió a la ciudadanía sin retoques ni mediatintas. Y en un país que ama la tibieza esto fue fatal. Atención con este punto. Es discutible si la tibieza de los uruguayos es un rasgo positivo o negativo, lo que sí no resulta discutible es que ir contra esa característica no rinde frutos políticos.

Finalmente llegó al poder en tiempos difíciles. Más allá de los errores cometidos, demostró sus dotes de estadista al lograr sacar al país que estaba al borde del abismo e incluso preservando la democracia. Porque Jorge Batlle era de los políticos que, si llega el momento, mueren abrazando la Constitución.

Hay una ironía. En 2003-2004, cuando Jorge Batlle todavía estaba en la Presidencia, el país comenzó a crecer sostenidamente y esta prosperidad posibilitó que el Frente Amplio gobernara quince años con amplias mayorías, al tiempo que el Partido Colorado declinaba. 

Recuerdo que él me comentó su satisfacción porque Danilo Astori había comprendido la importancia de mantener los equilibrios macroeconómicos y la necesidad de romper el maldito ciclo de prosperidad-crisis-prosperidad-crisis. Lo que prueba su honestidad intelectual.

Creo que Uruguay necesita, hoy más que nunca, más políticos como Jorge Batlle. No me importan las discrepancias que podría tener con él. ¡Al contrario! Enriquecerían el debate político y nos harían más cultos.

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