Brecha económica y social
Marcelo Gioscia
La emergencia sanitaria que con la calificación de “pandemia” por el COVID 19 ha golpeado al mundo todo, no sólo nos ha exigido adoptar medidas y protocolos que han cambiado nuestra vida cotidiana -limitando en cierta forma nuestra libertad- sino que ha dejado al descubierto la fragilidad de nuestros sistemas de salud y hasta la brecha económica y social que se manifiesta en nuestra realidad nacional. Contra los más oscuros pronósticos de quienes pretenden oponerse a las medidas del gobierno, nuestro sistema de salud no ha colapsado y los Centros de Tratamiento Intensivo (CTI) de los hospitales públicos y privados tampoco se han visto desbordados. Nadie puede negar el incremento de los fallecidos por día a causa de este virus, ni el incremento de los casos de contagio, como tampoco y en paralelo puede desconocerse el esfuerzo de las autoridades públicas por conducir esta grave situación, con los menores daños posibles. Valgan como ejemplo los auxilios para aquellos más vulnerables que, a consecuencia de esta situación, agravaron la propia y la de sus familias. Es bueno destacar la extensión de la asistencia que se brinda por los organismos de seguridad social a los seguros por desempleo, como el plan a implementarse en todo el país donde los que resulten sorteados, podrán acceder a un salario por tareas a cumplir en cada uno de los departamentos de nuestro país. El mensaje brindado en ocasión del Día de los Trabajadores también fue dirigido especialmente a quienes hoy revisten la condición de “desempleados”, ya sea porque no encuentran un trabajo o lo hayan perdido a consecuencia de esta pandemia. No resulta por cierto alentador sino muy preocupante, el incremento del desempleo que se ubica según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) en un 11% lo que equivale a decir que cerca de 198.000 habitantes de este suelo se encuentran en la franja de personas que no pueden satisfacer sus necesidades, por carecer de empleo, superándose ese porcentaje en los departamentos del norte de nuestro país. Sin lugar a dudas, ésta realidad de por sí preocupante, muestra una brecha o distancia económica muy difícil de franquear, ya que va de la mano con otra inequidad que se constata, que es la deserción escolar de aquellos educandos que provienen de familias menos favorecidas, si los comparamos con los hijos de otras familias de sectores mejor ubicados. Esta grieta social supone a nuestro modesto entender un mayor desafío como país, y habrá de subsanarse en la medida que se fortalezca la enseñanza pública y se brinden herramientas con las que se logren adquirir habilidades que permitan un logro educativo mejor que el actual. Porque, sólo de esa forma, podrá fortalecerse el criterio de libertad responsable (que felizmente ha predominado en el actual gobierno), pues hace tiempo que, en la evaluación del INEED no resultan suficientes los puntos obtenidos en “comprensión lectora” y ello significa un problema no menor a la hora de considerar qué tipo de ciudadano estamos formando. La brecha que señalamos posee la verdad de la realidad y nuestro desafío, será propugnar los mecanismos necesarios para disminuirla. Ni más ni menos.