Política nacional

Contra la politización de todo

Fátima Barrutta

La selección sub 20 de fútbol nos dio una inmensa alegría en el reciente Campeonato Mundial que tuvo lugar en Argentina.

Pero como toda buena noticia tiene siempre su contracara, los festejos tuvieron como contrapartida un debate absurdo, estéril, que intentó politizar la gesta deportiva.

Los irracionales que militan cualquier cosa en las redes, de un lado y del otro, pretendieron convertir el logro de esta selección en un mero vehículo de propaganda electoral.

No faltaron quienes interpretaron que este campeonato fue posible gracias al gobierno de coalición, y tampoco los que desempolvaron la iconografía del maestro Oscar Tabárez, dándole la paternidad retrospectiva de la hazaña y haciéndola formar parte de una épica frenteamplista.

Ni lo uno ni lo otro: los uruguayos tenemos la copa mundial sub 20 gracias a un equipo humano que trabajó con razón y corazón para hacerlo posible.

Un equipo donde seguramente están representadas las más variadas pertenencias partidarias e ideológicas, pero que puso su mayor empeño en un objetivo común, cuyo alcance hoy celebramos todos.

En la batalla tóxica de las redes y el análisis tergiversador de algunos medios, reapareció el superfluo debate acerca de la frase acuñada en 2010 por Tabárez: “el camino es la recompensa”.

Los alineados con la actual oposición salieron a agitarla una vez más, como representativa de una ética del esfuerzo que, equívocamente, sienten que representó a su fuerza política, por el solo hecho de que era la que votaba quien formuló la frase.

Y tan triste como esa simplificación es la de los partidarios del actual oficialismo, que se burlaron de esa idea, pretendiendo corregirla por otra en la que el único resultado que vale es el de la victoria.

Cualquiera de los dos puntos de vista es de un esquematismo alarmante.

Porque medir la calidad de los gobiernos por los resultados deportivos circunstanciales de las selecciones de fútbol es un criterio absolutamente disparatado.

Podemos tener el mejor gobierno del mundo y un equipo de fútbol sin talento y sin suerte, o viceversa.

La verdad es que solo decirlo demuestra la obviedad del concepto.

El único paralelismo que me resulta admisible entre un tema (el político) y el otro (el deportivo), tiene que ver justamente con lo contrario: para que un país progrese, lo que importa no es que una mitad se imponga sobre la otra, sino lo opuesto; que ambas mitades trabajen esforzadamente juntas en pos de un mismo objetivo de superación.

Esto vale para una oposición que no puede incendiar la pradera por todas y cada una de las medidas que toma el gobierno.

Y vale para un oficialismo que tiene que defender la pertinencia técnica de sus decisiones, como lo hizo en pandemia cuando estaba certeramente asesorado por un comité de científicos y como debe seguir haciéndolo, cuando promueve planes y programas inspirados en el crecimiento económico y social.

En los últimos días ha surgido un nuevo conflicto que vuela los puentes entre los uruguayos cuando bien podría tenderlos: por un lado, la decisión del gobierno de publicar la totalidad de archivos de la dictadura -algo que parece haber sido primereado por personas anónimas- y por otro lado, la negativa del presidente Lacalle Pou a participar del acto de reconocimiento de la responsabilidad del Estado en el crimen de las “muchachas de abril” de 1974.

En este último caso, el presidente hubiera tenido una buena oportunidad de atender al reclamo de los familiares de las víctimas y haber dado un mensaje de contrición y reconciliación.

En el otro caso, el Frente Amplio podía haber celebrado la decisión de los ministerios de Defensa y Educación, en lugar de echar mantos de sospecha sobre una noticia que hace a la transparencia sobre los graves sucesos acaecidos en torno al terrorismo de Estado.

Otra vez, no pasó ni lo uno ni lo otro.

Los uruguayos seguimos, como en el éxito deportivo, mirando la realidad de forma sesgada, sin admitir ni considerar siquiera la mirada del otro.

Las grandes construcciones del país, en cambio, han sido las promovidas con un espíritu patriótico superador de las diferencias circunstanciales.

Ese debería volver a ser el camino.

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