Crianza en la era digital
Marcelo Gioscia
El avance de las tecnologías digitales, así como los medios de comunicación masivos, donde los datos, sonidos e imágenes se trasmiten y comparten en tiempo real, de un lado al otro del planeta, ha puesto sobre la mesa desafíos hasta ahora impensados en relación a la crianza de nuestros niños y jóvenes, en quienes su utilización desde temprana edad, dejará su huella. Conocer el alcance de estas herramientas, así como las consecuencias de su utilización en la sociedad del mundo en que vivimos, ha significado toda una “revolución”, entendida ésta, como un “cambio” sin lugar a dudas, mayúsculo, de gran significación y cuyos alcances son difíciles de avizorar. Padres, educadores y especialistas en psicología y pedagogía así como sociológos, se enfrentan al fenómeno que ha impuesto la realidad de este avance, e intentan determinar cuál es la mejor edad para habilitar su uso, así como el acceso a redes sociales y se plantean si son suficientes los filtros de control de contenidos o protección parental, para evitar desviaciones o malos momentos en menores y pre adolescentes. Pues en nuestros días se advierte que, no disponer de un teléfono celular, supone casi como encontrarse en “desventaja” frente a sus pares. Tan es así que, el crecimiento exponencial que han tenido estos adminículos, que contienen, gracias a la nanotecnología, las baterías de litio y el acceso a la red de redes, poco menos que la memoria de una enorme biblioteca en sus bolsillos -al golpe de un click- así como la acumulación de datos -antes impensados- como videos y juegos de entretenimiento sin límites, nos muestra una creciente necesidad de estar conectados a estas pantallas, las que ofrecen la “sensación de ser parte, de estar”. Aún no se ha definido cuál es la mejor edad para facilitar un celular a un niño, pero en lo que se ha coincidido es en que, debiera ser ineludible conversar con ellos en familia, sobre el alcance de estas herramientas, sus eventuales peligros e inicialmente, hasta la limitación del tiempo frente a las pantallas, tanto de los teléfonos móviles, tabletas, como de las computadoras. Ello, por la sencilla razón de haberse comprobado la alteración de biorritmos y hasta el cambio en el carácter del usuario, por la excesiva exposición a las pantallas. En esta materia por cierto que los centros educativos debieran estar alertas y en sintonía con los padres al momento de señalar peligros, así como imponer límites al uso de estas herramientas. Esta actitud responsable, dará una mayor seguridad a los niños y adolescentes, quienes poco a poco, habrán de formar su criterio a la hora de acceder a estos medios, si conocen previamente los alcances y peligros que pueden enfrentar en la “navegación” o acceso a determinados “sitios”. Nuevamente advertimos la necesidad de la educación en valores, y la importancia de predicar con el ejemplo desde el núcleo familiar, sin soslayar el imprescindible seguimiento de los centros educativos. Resulta de orden insistir en mejorar el vocabulario y el correcto uso del lenguaje para expresar sentimientos y adquirir destrezas que denoten una mejor comprensión lectora que por añadidura, estimule la formulación de un pensamiento crítico.