Cuando el paro es necesario
Alexander Salinas
La vida y el pensamiento se van transformando, al igual que la percepción que tenemos sobre los hechos. Como maestro, siempre me opuse a los paros. Hoy, sin embargo, siento que este es un paro necesario. Hace unos días, todo el país se conmocionó al conocerse que el Consejo de Formación en Educación enfrentará el mayor recorte presupuestal de los últimos quince años. Una noticia que impactó, molestó y movilizó a cientos de estudiantes y docentes a lo largo y ancho del Uruguay. Pero no se trata solo de números: se trata de futuro, de dignidad y de respeto por quienes eligen educar.
Un recorte de esta magnitud no solo limita recursos: también desvaloriza el rol docente y pone en riesgo la calidad de la enseñanza. Es una señal preocupante sobre hacia dónde se dirigen las prioridades del sistema educativo.
Cerrar 260 grupos es recortar futuro; permitir que una madre ingrese a una institución y agreda a un maestro, también lo es. Son hechos distintos, pero con un mismo trasfondo: la pérdida de respeto por la educación y por quienes la hacen posible.
Por eso, este paro no es una reacción impulsiva. Es una respuesta ética, una forma de decir basta. Basta de invisibilizar la educación. Basta de ignorar a quienes sostienen las aulas con vocación y esfuerzo.
¿Qué resuelve un paro? Seguramente, poco en lo inmediato. Pero envía un mensaje claro y necesario: esto no puede seguir así.
Porque parar también es educar. Es enseñar que hay momentos en los que el silencio colectivo debe transformarse en grito. Que defender la educación es defender el país.
Hoy, más que nunca, el paro es necesario.
Y comprenderlo también es un acto de aprendizaje.