De Turco a Turco
Guzmán A. Ifrán
He escuchado con atención y sincero respeto las declaraciones del doctor Washington Abdala en el podcast “La Fórmula” (Trimax Live), posteriormente levantadas por Montevideo Portal. Como en otras ocasiones, Abdala se expresa con pasión, lucidez y claridad. Pero en esta oportunidad, discrepo profundamente con el fondo de sus afirmaciones referidas a la conveniencia de unificar bajo un mismo lema al Partido Colorado y al Partido Nacional.
Quiero comenzar reiterando mi amplísimo respeto por Washington Abdala, una figura de referencia nacional, un hombre extremadamente formado, que ha representado con decoro, pasión y abnegación al Partido Colorado en distintos momentos de la vida pública. Lo ha hecho en la Junta Departamental de Montevideo, en la Cámara de Diputados en numerosas oportunidades y también al país entero como representante uruguayo ante la Organización de Estados Americanos (OEA) durante el último gobierno de la coalición.
Sin embargo, el respeto no implica coincidencia. Y en este caso, mi discrepancia con su visión es tan profunda como razonada. Abdala sostiene que oponerse al lema común sería una necedad, y llegó incluso a adjetivar diciendo que “solo un burro se opondría” a esa idea. Yo no haré —ni haría jamás— lo mismo. No adjetivo a quienes piensan distinto. La política debe construirse sobre argumentos, no sobre calificativos. Y en este caso, mis argumentos son estrictamente racionales, fundados y analíticos.
A mi entender, la propuesta de unificar los partidos de la coalición en un único lema parte de una premisa falsa. Es cierto, como señala Abdala, que bajo el sistema D’Hondt de adjudicación de bancas, una coalición que se presentara bajo un solo lema podría, en teoría, obtener un senador más por acumulación de votos. Pero eso sería cierto si, y solo si, el 100% de quienes votaron a los distintos partidos integrantes de la coalición republicana —habiéndose presentado por separado en las elecciones de octubre— hubiesen mantenido su voto en el caso de que se hubiesen presentado en un lema común con un único candidato a presidente, lo que es absurdo de pensar.
La coalición republicana obtuvo el caudal de votos que obtuvo precisamente porque tuvo muchos motores traccionando al mismo tiempo, y principalmente porque esos motores eran los distintos candidatos presidenciales. Fue la suma de esas identidades, la confluencia de historias y tradiciones diferentes, lo que permitió un resultado electoral competitivo frente a un Frente Amplio consolidado. Si en lugar de eso se hubiera optado por una candidatura única bajo un solo lema, es razonable pensar —sin aventurar cifras precisas, pero con fundamento lógico— que la coalición habría perdido varias decenas de miles de votos. Esa merma no sería menor: responde a la fuerza traccional de los distintos candidatos presidenciales, que representaron sensibilidades diversas y ampliaron el alcance de la propuesta común.
El análisis, por tanto, no es ideológico ni emocional. Es, pura y duramente, matemático. En un sistema electoral con voto preferencial hacia liderazgos, suprimir la diversidad de opciones dentro de una coalición reduce la capacidad de atracción electoral. Si se eliminan los candidatos que representan identidades diferentes dentro de la misma corriente general, se pierde el rastrillo político que permite captar votantes de orígenes diversos. Esos votos no se suman automáticamente: algunos se quedan en sus tiendas, otros se dispersan, y una parte simplemente se desmoviliza. Esa es la realidad matemática de todo sistema multipartidario: la unidad formal no siempre implica crecimiento electoral.
Por eso, creo que lo que Abdala plantea responde más a un deseo político que a una conclusión racional derivada de un análisis técnico. Puede ser, incluso, que ese deseo tenga fundamentos personales o simbólicos —quizá un anhelo de síntesis, o de cierre de ciclo dentro del coloradismo—, lo cual es legítimo. Pero el razonamiento que lo sostiene no se apoya en las matemáticas de la realidad electoral. En términos de números, su estrategia no suma: resta.
En este tema, por tanto, me quedo con la opinión del Turco contador y no con la del Turco abogado. Porque la posición más sólida y efectiva para el tema que convoca esta sana y necesaria controversia, no estriba ni en la letra apasionada o la retórica siempre bien lograda del Gran Turco Abdala, sino en los números fríos, aburridos, pero innegables que su homólogo Contador, con respeto y admiración, igualmente no puede dejar de mostrar. Porque el Estado de Resultados y el balance final, gusten menos o gusten más, son siempre el más objetivo espejo de la realidad.
Por lo antedicho un lema único menguaría electoralmente a la Coalición Republicana haciéndola harto menos competitiva, pero también debilitaría sus bases espirituales y, no menos importante, haría arder banderas distintas que hoy muchos y orgullosos aún queremos ver flamear.