Política Internacional

¿Deberíamos preocuparnos por futuros atentados terroristas?

Washington Abdala

En la actualidad, el terrorismo tiene pistas donde moverse con más adaptabilidad y “terrenos amigables”

Un combatiente talibán de la provincia de Wardak, mira mientras visita Kabul por primera vez mientras cientos de combatientes talibanes se toman un día libre para visitar el parque de atracciones del embalse de Qargha de Kabul, Afganistán, en una foto de archivo del 8 de octubre de 2021 (Reuters)

Un combatiente talibán de la provincia de Wardak, mira mientras visita Kabul por primera vez mientras cientos de combatientes talibanes se toman un día libre para visitar el parque de atracciones del embalse de Qargha de Kabul, Afganistán, en una foto de archivo del 8 de octubre de 2021 (Reuters)

Según no pocos analistas el escenario internacional post Afganistán podría aparejar un nuevo activismo terrorista en el mundo. Y más terrorismo en el mundo es incertidumbre ante el temor de lo que no sabemos cuándo acontecerá y distorsión en las reglas del devenir democrático. Esta no es entonces una afirmación filosófica, es una mirada ante lo que podría acontecer con actores que ahora poseen un marco de libertad mayor para dañar a la democracia occidental. Empecemos a reflexionar mientras rescatamos el análisis de Samuel Huntington cuando hablaba del “choque de civilizaciones” y demasiados creyeron que alucinaba con semejantes visiones. Siempre tuvo buena parte de razón.

Cuando opera el terrorismo las afectaciones que produce son tan inciertas que la entidad del daño generado nunca es proporcional al mayúsculo efecto colateral que esa actividad ocasiona. Estamos en una época de terrorismo low cost, con menos de diez mil dólares los especialistas aseguran que el daño a infringir puede ser descomunal. Los Estados Unidos en el presente se ahorran trescientos millones de dólares diarios al no aplicarse a Afganistán pero nadie sabe cuanto se tendría que gastar en nuevos escenarios violentos en caso de que los mismos sobrevinieran.

Es que ahora el terrorismo tiene pistas donde moverse con más adaptabilidad y “terrenos amigables”. Por algo Bill Gates insiste, hace tiempo, en el riesgo bacteriológico.

El movimiento Talibán -en Afganistán- sabe que en su región operan otros actores que son dilectos islamistas radicales y que leen la realidad por detrás de la violencia política extrema. Curiosamente, la violencia talibán, no es comparable con la de Isis K y Al Qaeda, los verdaderos problemas que hay que volver a visualizar. Y ahora estos movimientos tienen ambiente para cohabitar en terreno permeable. Ya Pakistán -durante algún tiempo- logró ser un espacio donde el terrorismo estuvo anidando sin demasiada dificultad. Allí, recordemos, Osama Bin Laden tenía su bunker. Y eso que los vínculos con los Estados Unidos no eran los peores con Pakistán.

Pero el terrorismo sabe ingeniárselas y ya no son grupos rústicos que adquieren armas de guerras antiguas sino que ahora usan tecnología de primer nivel, los asisten algunas potencias por intereses “complejos” y dejaron atrás un encare amateur. Ya no es un terrorismo de bomba o de simple nitrato de amonio. Ni de cerca esa imagen del terrorista se asemeja a lo que son en el presente puesto que en tiempos tecnológicos el terrorismo también es tecnológico.

No es novedad para nadie, entonces, que el terrorismo en el mundo es peligroso por su forma de actuación tanto corporativa como individual.

Individual, porque los “lobos solitarios” son una evidencia empírica y regularmente irrumpen en cualquier espacio del planeta, desde Inglaterra a Nueva Zelanda. Individuos que se sienten convocados por una Jihad extrema y acometen homicidios o atentados sin una conexión demasiado detectable -a primera vista- con la casa central. Son “iluminados” (que en realidad fueron “remasterizados” por algún agente externo) que creen que llegarán al paraíso que promete el Islam -mal interpretado por cierto- generando terror y matando infieles. Matar infieles los acerca a Dios, creen ellos.

Aún más grave son las “tribus corporativas” de grupos terroristas que sí tienen un proyecto desestabilizador estructurado, a veces con la militante complacencia de naciones que mantienen odios étnicos, religiosos o políticos encubiertos de lo primero, y que cada vez piensan más en como impactar al mundo occidental. (Lo de la Embajada de Israel en Buenos Aires y el atentado de la AMIA no debería olvidarse, menos aún a sus autores. No fueron asuntos menores).

No es un cálculo liviano el del terrorismo, hay meditación en torno a sus enfoques y se busca el desparramo de sangre inocente porque intimida, estremece y asusta. La política del terrorismo es el temor como puente hacia el poder, no busca otra cosa.

La realidad nos muestra que no estamos en una guerra fría, más bien estamos en un tiempo donde los Estados en cuanto tales no actúan contra Estados, pero sí es un tiempo donde los terrorismos no son como lo fueron hace décadas al montar momentos turbulentos para llamar la atención y ganar pulseadas de coyuntura para objetivos puntuales. Luego del 11 de setiembre el mundo supo que en cualquier momento podía haber otra acción de similar porte, o aún mucho más grave, y que los mecanismos y procedimientos terroristas se irían refinando. Desde ataques bacteriológicos a armas modernas sin presencia humana, en realidad estamos viviendo en cierta ciencia ficción orwelliana.

¿Es probable entonces que haya más atentados terroristas? Deberíamos actuar como si ello fuera así, porque en la medida que hay zonas en las que no se sabe lo que sucede, y donde algunas potencias mundiales no auscultan lo que allí acontece, el terreno es fértil para que pudieran irrumpir estos momentos.

Y como no hay un relato único en el mundo anti-terrorista, no hay que ser el oráculo de Delfos para advertir que más temprano que tarde se pueden vivir fenómenos de mayor entidad. Hasta acciones bélicas entre ellos mismos es parte de los manuales que ahora se están manejando en el análisis antiterrorista del presente. No solo el enemigo es externo sino que muchas veces es interno. Algunos grupos con matriz religiosa saben que otros de matriz similar pero de naturaleza diferente están tensionando el ambiente en medio oriente.

Las organizaciones terroristas si bien no son organizaciones de crímenes organizado se le parecen en algunas cuestiones. El terrorismo jihadista practica una mutación del Islam bajo la mirada de un Califato prevalente. Esa es la idea: un liderazgo cierto. Eso es lo que buscan. Estamos hablando de poder, de poder real, no de otro asunto. No todos en el mundo occidental captan esta dimensión. Los recursos que usan los terroristas no son sencillos de rastrear a pesar de la labor de los servicios financieros y de inteligencia de los países. Por eso una parte del mundo se pregunta como se financian. Ya no estamos en el viejo formato de ETA o del IRA con actividades ilegales, con impuestos revolucionarios, muy parecido a las diversas mafias italianas. Ahora el dinero viene en similar modo del que accede el crimen organizado (esa es la similitud). Se me hace que los atentados de Kenia y Tanzania son ya un recuerdo histórico, el mundo ha estado durante veinte años en el post resolución 1373 de Naciones Unidas prestando atención al financiamiento del terrorismo y sin embargo no ha sigo fácil mejorar lo deseable este tipo de información para prevenir acciones a futuro.

¿Pueden las eventuales víctimas (principalmente las naciones democráticas) prevenir lo que pudieran ser nuevos atentados terroristas? Algunas sí, otras no es tan claro afirmar que se poseen los sistemas de alarma con la efectividad que se requiere para repeler esas amenazas. En la medida que el formato terrorista cambió no se puede saber si todo se puede detener. Esa es la cruda verdad.

Los sistemas de inteligencia tienen alcance limitado, los cruzamientos de datos de los mismos no siempre operan con la diligencia y velocidad que sería deseable (leer sobre el historial del 11 de setiembre muestra que hubo alarmas que no se supieron leer a tiempo). Además, no todos los países poseen servicios de inteligencia sólidos como para anticipar movimientos. Esa también es otra evidencia empírica. Y no todos los países se cooperan lo suficiente entre sí por razones de Estado y desconfianzas en información de primer nivel.

También es cierto que los objetivos, por lo que sabemos, ya no serán los del pasado sino otros centros de concentración humana de distinta naturaleza. Ya no importa lo simbólico importa el daño real a producir.

No estoy activando el alarmismo. Lejos de eso este planteo pero es lo que dicta el estudio de la información, el conocimiento y la mirada afilada de los que más estudian sobre la forma como se están parando el nuevo terrorismo internacional. Hay que saberlo. Hoy, es abrumadora la cantidad de información que los analistas de primer nivel manejan sobre estas hipótesis. Y preocupa porque es un tema que no tiene marketing hasta que irrumpe la muerte expansiva, y ahí ya es tarde. En general, a los países no les gusta invertir dinero en inteligencia, las prioridades están en otros tópicos que todos conocemos de memoria de la agenda temática de los organismos multilaterales. El antiterrorismo no tiene buena prensa. Sin embargo, el tema está allí y nada indica que no puede suceder. Lo peor sería -esa cosa tan humana- hacer como que no existe el problema.

Queda una esperanza profunda y es que Estados Unidos y China entiendan que poseen una responsabilidad de liderazgo en este asunto y que asuman este tópico con la diligencia que corresponde a dos líderes que son líderes netos en el planeta. Hasta sería menester (es solo una opinión respetuosa) que no fuera público el asunto, que volviéramos a una diplomacia profesional en la que algunos temas, por el bien de todos, se pueden conversar en privado, hablando con la verdad y estrechándose la mano para mantener en paz al mundo. Sería un win win aplaudido por todos. Cuando Henry Kissinger da el salto hacia China también estaba pensando en la paz mundial además de visualizar el poderío económico con esa nación.

Esto lo saben de memoria las grandes potencias, sin embargo no está demás insistir en estos asuntos, por la paz de todos y por la vida de muchos. La historia, además, es pertinaz y muestra las cosas como son. Y más de una vez nos hemos levantado una mañana y alguna parte del planeta estaba en llamas. Sería deseable evitar esa desmesura.

Compartir

Deja una respuesta