Una señal, una postura y una incertidumbre
Ricardo J. Lombardp
El presidente Lacalle Pou anunció ayer que China, después de un dilatado período de análisis preliminar, decidió iniciar las negociaciones para un tratado de libre comercio con nuestro país.
El anuncio ofrece varias perspectivas que es necesario distinguir:
1) Es una buena señal que el gobierno uruguayo demuestre en los hechos su voluntad de abrir la economía;
2) Es una concreción de su interpretación de las normas que surgen del acuerdo del MERCOSUR;
3) Se generan incertidumbres no solamente con relación a la reacción que esto producirá en los socios comerciales de la región, sino también en cuanto al tiempo que llevarán las negociaciones si es que, finalmente, se logra la firma del anunciado TLC.
Lo que es bueno es descartar la discusión ideológica. Si bien el actual gobierno mostró desde su comienzo su vocación aperturista, la intención de abrir el comercio hacia el mundo fue manifestada por las administraciones anteriores que involucraban tanto al Partido Colorado como al Frente Amplio.
Incluso esta voluntad del TLC con China ya había sido expresada durante la segunda presidencia de Tabaré Vázquez. La interna del Frente Amplio experimentó una seria discusión en 2006 cuando se planteó la posibilidad de un tratado de similares características con Estados Unidos. La inflexible postura del canciller de aquel entonces Reinaldo Gargano, frenó la posibilidad de avanzar en ese camino que impulsaba el Ministro de Economía Danilo Astori. Pero todos, tanto la mayoría de los frenteamplistas como la oposición, quedaron con la sensación de que se había perdido una gran oportunidad
Los colorados siempre mostraron su vocación aperturista, pero se vieron enfrentados a la inflexibilidad de los socios del MERCOSUR que sistemáticamente se negaban a ello.
Ahora se abre esta posibilidad y hay que explorarla con expectativa.
Ya nadie discute que el comercio internacional es un motor de desarrollo, sobre todo para economías como la nuestra que no cuentan con mercados internos suficientes para sostener la demanda.
Desde los albores de la historia, el comercio fue lo que movió montañas.
Las grandes conquistas, el desarrollo de las grandes ciudades puerto, el descubrimiento de regiones inexploradas del planeta, el intercambio de bienes y culturas que fue globalizando a la especie humana, tuvieron como motor al comercio.
Si bien hubo períodos donde los estados se cerraron en torno a regímenes que buscaban acaparar el poder, como el mercantilismo de la Edad Media, o el bilateralismo previo a la Segunda Guerra Mundial, los comportamientos más exitosos que se conocen tuvieron su origen en el impulso a grandes corrientes comerciales.
El último ejemplo ostensible es el de la propia China, que a partir de las reformas de 1978, se abrió al mundo, lo conquistó con sus mercaderías, y eso le permitió sacar a mil millones de personas de la pobreza y constituirse en potencia mundial.
Así que está bien que todos los sectores políticos cierren filas en torno a esta posibilidad de abrirse al mundo. Un TLC con China parece ser el mascarón de proa de una nave que consiga por fin el crecimiento productivo de nuestra región imprescindible para lograr el desarrollo económico y social del que parece ir quedando rezagada.