Historia

El villano de la historia reciente

Jorge Nelson Chagas

He recibido en los últimos dos días amables y cálidas puteadas de varios conocidos y amigos en forma privada. No es una contradicción.  Ninguna amistad se ha roto. Son diferencias sobre el enfoque de la historia reciente  que generan pasiones. Es comprensible. “En tus notas vos siempre querés presentar a Bordaberry con una óptica positiva”, es una frase que me han repetido varios.

Y bien. No es así. Lo que sí es cierto es que tanto en lo que he escrito como en lo que he expresado en un documental sobre el golpe de Estado – que está en youtube – procuro un análisis objetivo de la figura de Bordaberry. No se trata de defenderlo o dar una imagen benévola de él o bien, excusarlo de sus responsabilidades. Nada de eso. Pero si estoy obligado a situarlo en el contexto histórico en que actuó, analizar sus acciones y comprenderlo. Los juicios de valor, en lo posible, deben ser evitados por el historiador.

Observemos ciertos datos: en la campaña electoral de 1971, el discurso de Bordaberry es esencialmente pachequista. Más allá de su cerril anticomunismo y sus ocasionales menciones a Dios, no se apartó un ápice de la defensa de la democracia y la institucionalidad.

En febrero de 1972, ya electo presidente, su obsesión fue lograr un acuerdo con Wilson Ferreira Aldunate para lograr superar la grave crisis que azotaba al país. Fue notoria su decepción cuando el grupo mayoritario del Partido Nacional rechazó su oferta. Bien podría decir que a Wilson le faltó visión y grandeza para no acordar y evitar males mayores. Pero eso no sería de un buen historiador. Las preguntas que  debemos hacernos es: ¿por qué Wilson, que era muy consciente de la situación del país, no quiso acordar?, ¿por qué Bordaberry y Wilson no pudieron entenderse?

En su discurso radiotelevisado en la noche del fatídico 14 de abril expresó que la subversión pretendía “sacarlos del carril institucional”, pero no lo conseguiría. 

En mayo de 1972, en pleno Estado de Guerra, Bordaberry volvió a hacer un intento de acercamiento a Wilson. Lo visitó en su domicilio y le hizo una nueva oferta para lograr un acuerdo nacional. Nuevamente Wilson rechazó integrarse al gobierno. Esto dio origen al llamado “Pacto Chico” (un acuerdo del Partido Colorado con el herrerismo) que Wilson calificó muy duramente. (“blancos baratos” los llamó, que es una clara alusión al insulto racista “negro barato”)

El 8 de agosto del mismo año  Bordaberry hizo algo extraordinario: convocó a representantes del Frente Amplio para informarles sobre las tareas de prospección petrolera en el Río de la Plata.  La idea habría provenido del Secretario de la Presidencia, Barrios Tassano, para evitar el aislamiento político del Presidente y lograr tender puentes incluso hacia la oposición más acérrima. A la misma concurrieron por la lista 99 Hugo Batalla,  Oscar Bruschera por el Frente del Pueblo y el socialista José Pedro Cardoso, estando presente también el ministro de Industria y Comercio, Balparda Blengio.  Más allá que el encuentro fue correcto no se logró una distensión con la izquierda legal que le reclamó por el tema de las torturas a los detenidos.

No abundaré en detalles de lo sucedido en febrero de 1973. Ni siquiera contó con el apoyo de la Unión Nacional Reelecionista, que aun contrariando la opinión de su líder Pacheco deseaba que renunciara. O sea que hay un Bordaberry antes y después de “febrero amargo”. A mi entender, luego del Pacto de Boiso Lanza ya es un hombre completamente desilusionado con la clase política, convencido que debía apoyarse en los militares duros para neutralizar a los peruanistas dentro de los cuarteles y que una parte importante de la ciudadanía no le interesaba la democracia, pero sí apoyaba la imposición del  orden, para terminar de una buena vez el clima de caos permanente.

El 28 de marzo le envió una carta pública a Wilson – a raíz de una declaración del Directorio del Partido Nacional – donde lo atacaba con inusual dureza. Su interés en acordar con el líder nacionalista había desaparecido por completo.

Su respuesta a la carta pública que los políticos colorados y blancos le enviaron en 1974 solicitándole el restablecimiento institucional es otra  muestra de los cambios producidos en su visión de la política nacional: “Pierdan toda esperanza”, les espetó.

Finalmente, está el Bordaberry de fines de 1975 y principios de 1976 al que – según sus propias palabras- se le “cayó una venda de los ojos” e imaginó un retorno a la Edad Media, sin partidos políticos y hombres regidos por mandatos divinos.

¿Qué quiero decir con estos datos históricos? Algo muy sencillo: el Bordaberry golpista y  luego, medievalista, se fue fraguando entre febrero de 1972 y febrero de 1973. Los acontecimientos no estaban predeterminados. Un conjunto de circunstancias – principalmente, políticas – lo llevaron a convertirse en el villano por antonomasia de la historia reciente. Acaso hicieron germinar en su psiquis elementos que estaban adormecidos o aletargados.

Pero, los historiadores – aunque puteen de arriba a abajo – estamos obligados a ser objetivos. Poner los datos documentados sobre la mesa y dejar que los lectores piensen libremente.

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