Política nacional

En tiempos de crisis relucen

las virtudes del Municipalismo

Jorge Bonino

En una acepción muy general y sintética, puede decirse que el municipalismo es un enfoque que apunta a propiciar la autonomía, la participación ciudadana y el desarrollo local.

Esas características básicas que se asocian al concepto de municipalismo, dividen las aguas entre quienes defiende la centralización del poder (y en todo caso la desconcentración de algunas actividades), y quienes alientan la descentralización como la vía más efectiva para el trabajo en territorio y el empoderamiento de las comunidades.

A partir del siglo XIX, el desarrollo del municipalismo  estuvo en muchos casos asociado a movimientos de izquierda, buscando una mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, fundamentalmente en los centros urbanos, lo que ha sido visto como una forma de avanzar en la conquista del poder central.

Este antecedente sigue hoy vigente en la mente de muchas personas, lo que origina apoyos y rechazos, independientemente de la experiencia existente en cada territorio.

Sin embargo, tanto a nivel internacional como nacional, son evidentes los progresos logrados en territorio en base al trabajo municipal, entendiendo por tal en nuestro país, tanto el que llevan a cabo las intendencias, como los que les corresponden a los municipios en sus apenas catorce años de existencia.

ACCIÓN RÁPIDA Y RESILIENCIA En particular, el municipalismo ha demostrado una capacidad de acción extraordinaria en momentos de crisis, identificando con claridad debilidades y fortalezas en el territorio, necesidades humanas y productivas, origen y destino de recursos. Ya sea una crisis económica, una emergencia sanitaria, un desastre natural o una crisis social, el municipalismo emerge como un enfoque vital para enfrentar y mitigar los efectos adversos, siendo una herramienta poderosa para la resiliencia comunitaria.

Los gobiernos locales, al tener un conocimiento profundo de las particularidades de su territorio y de las necesidades de sus ciudadanos, pueden actuar de manera más inmediata y eficiente. Así ocurrió por ejemplo durante la pandemia del Covid-19, durante la sequía que afectó al país entre 2020 y 2023 -alcanzando ese último año su punto más crítico-, o en las recientes inundaciones que afectaron a buena parte de nuestro territorio.

En esas instancias, aparte de las medidas y recomendaciones del gobierno central y de las instituciones públicas de carácter nacional, los gobiernos departamentales y locales implementaron medidas específicas consistentes con la realidad del territorio y sus necesidades, siendo por ejemplo esenciales a la hora de distribuir alimentos, agua, ropa, medicamentos, dar alojamiento a quienes vieron afectadas sus viviendas o incluso las perdieron, y de llevar un mensaje de prevención o advertencia, de apoyo, o de llamado a la solidaridad de los vecinos.

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Esa innegable capacidad de acción rápida y efectiva, fruto del conocimiento del territorio, pero también de la proximidad, hace posible actuar con la inmediatez que las circunstancias demandan. Para ello operan dos componentes esenciales de este tipo de institucionalidad: la existencia de una autoridad local (de preferencia de carácter electivo) y la activa participación ciudadana.

El involucramiento de la gente es una de las claves del éxito del modelo, porque la gente se convierte en protagonista central, a través de una institucionalidad que le da efectiva capacidad de hacer, como los comités de emergencia, las redes de voluntariado, las comisiones vecinales y las audiencias públicas abiertas a la participación de toda la comunidad.

Para lograr ese espíritu de cuerpo a nivel de la comunidad en su conjunto, deben alentarse los valores, hitos y mitos que han dado vida al lugar, afirmando su amor al terruño a través de fiestas locales, homenajes a ciudadanos ilustres, reconstrucción de momentos históricos, promoción de valores culturales, artísticos y deportivos, y todo aquello que aporte y afirme indentidad propia e inconfundible a la comunidad, fortaleciendo el bienestar emocional de los habitantes. Esto es claro que se da en cada rincón de nuestro país, donde hay una verdadera competencia entre pueblos hermanos para realizar la mejor fiesta del carnaval, de los quesos, el vino, el cordero, el asado con cuero, las empanadas, los productos artesanales, el canto criollo, el recuerdo de hechos históricos y tantas otras actividades populares. Y todo esto  generalmente con la iniciativa de las fuerzas sociales y el apoyo logístico, económico y promocional de los gobiernos departamentales y locales.

Ese tipo de actividades, que para muchos pueden ser vistas como meros divertimentos y/o excusas para la generación de recursos económicos para pequeños emprendedores, restoranes y hoteles, son en el fondo un medio sutil de unión, de afirmación identitaria y de fuente de resiliencia.

CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN A todo esto se debe añadir la capacidad de los gobiernos subnacionales para adaptar procesos y experimentar soluciones en función de los recursos disponibles, fomentando la creatividad y el sentido de pertenencia, como cuando se apoya a instituciones de enseñanza, hospitales, se promueve el desarrollo de las “mipymes”, o se incentiva el desarrollo industrial de insumos locales o regionales.

Muchos estudiosos a nivel internacional han abordado el tema de la importancia del municipalismo en tiempos de crisis y son numerosos los trabajos publicados en la materia.  La mayoría de ellos tienen ciertos puntos coincidentes, que pueden considerarse pilares básicos del municipalismo: autonomía local, participación ciudadana, desarrollo sostenible, cooperación intermunicipal, preservación de identidad y capacidad de innovación.

Entre los numerosos especialistas que han estudiado y publicado sobre el tema, hay filósofos, sicólogos, sociólogos, periodistas, geógrafos, urbanistas, politólogos y economistas, lo que da una idea de la importancia que se le asigna al municipalismo y sobre todo al papel que desempeñan en tiempos de crisis. Entre los muchos autores destacables figuran por ejemplo los premios Nobel de Economía de 1998, el economista y filósofo  indio Amartya Sen, y de 2009, la politóloga estadounidense Elinor Ostrom.

Puede decirse que el municipalismo es un enfoque que potencializa a las comunidades, las integra, las afirma en su resiliencia frente a situaciones críticas y les da herramientas e incentivos para un desarrollo local efectivo y sostenible.

Pero, es indudable que esa importancia debe ser reconocida también en materia presupuestaria, mejorando en forma considerable la participación de los gobiernos subnacionales en el presupuesto general y reasignando cometidos y recursos acorde con su capacidad de acción en áreas en que la burocracia del poder central resulta altamente ineficiente e ineficaz.

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