Política nacional

Un tenebroso operativo de comunicación

Fátima Barrutta

Hay que empezar por dos aclaraciones previas.

Primero, que el país ha ingresado en una peligrosa fase de la pandemia, en la que los números de contagios vienen creciendo, sumada a lo que parece ser una cepa de mayor capacidad de trasmisión y superior letalidad.

Segundo, que los gremios científico y médico, junto al personal de la salud en general, son sin lugar a dudas los verdaderos héroes de esta durísima contienda contra la enfermedad y la muerte.

En este contexto, fuimos muchos los uruguayos que nos alarmamos enormemente al ver en las redes sociales testimonios de profesionales de la salud que daban cuenta de una situación desbordada en los CTI, al borde del colapso.

Pero en ese hervidero de información que es Twitter, no tardó en aparecer la prueba de que esos mensajes no eran espontáneos, sino sugeridos por un asesor de comunicación del Sindicato Médico del Uruguay quien, sin ser médico, había llegado a grabarse a sí mismo, a modo de ejemplo, formulando el testimonio que solicitaba replicar a todos los socios. Forzosamente, estos mensajes debían incluir la exigencia al gobierno de tomar medidas.

En respuesta a esa operación y pese a reconocer que la situación es problemática, las autoridades sanitarias reafirmaron que no está desbordada ni colapsada.

Lo que al principio parecía una encomiable advertencia sanitaria, pasó a develarse como una operación comunicacional orquestada no por el SMU, sino por una parte de su directiva, la que responde políticamente al Frente Amplio. Casi simultáneamente, otro comunicado catastrofista había sido presentado con la firma de un gran número de sociedades médicas y científicas, pero dos de ellas aclararon que no habían sido consultadas para dar su aprobación y que los promotores del mensaje habían utilizado su logotipo sin autorización alguna.

Tuvo que salir el científico Rafael Radi, en una bienvenida entrevista televisiva, para calmar las aguas, explicando a la población que la situación no está desmadrada y que no se debe apelar al pánico sino a la responsabilidad consciente y solidaria de todos.

Pero la virulenta estrategia mediática de un sector del SMU, flechado políticamente, recibió a nivel de la opinión pública una sanción tan fuerte y violenta como el miedo que en un principio había generado.

Quedando al descubierto, ese puñado de conspiradores encontró el modo de salir de la picota pública sin pedir disculpas: movilizaron a voceros políticos y periodísticos afines al Frente Amplio a quejarse de que había gente en las redes sociales que insultaba a los científicos y a los médicos, justo en el momento en que estos trabajan sin descanso por la salud de sus compatriotas.

Y esa acusación es una falacia tan perversa como la que tuvieron al diseñar la estrategia tremendista.

Porque nadie critica a los científicos y a los médicos, al contrario. Todos les agradecemos y apoyamos en la hazaña que llevan adelante en forma ininterrumpida desde el 13 de marzo del año pasado.

A quien sí criticamos, y mucho, es al pequeño grupo de sindicalistas que promovió esa campaña terrorista, por pretender generar un clima de catástrofe que estaba lejos de ser real.

No es la primera vez que pasa esto en el país.

Cuando recién comenzó la pandemia, hace más de un año, circularon por whatsapp audios de supuestas enfermeras que lloraban y gritaban desesperadas, pintando una realidad de los CTI que fue rápidamente desmentida: las cámaras de televisión visitaron esas unidades y demostraron que entonces estaban prácticamente vacías.

Y si miramos más lejos, recordemos también el momento más duro de la crisis de 2002. En medio de la corrida bancaria y la inestabilidad económica de entonces, hubo grupos radicales que telefonearon en forma coordinada a múltiples medios de difusión (no existían las redes sociales) para dar la información mentirosa de que se estaban saqueando supermercados en todo Montevideo, e incluso se llegó a decir que venían hordas de personas enfurecidas, desde los barrios más desfavorecidos de la ciudad, rompiendo todo lo que encontraban a su paso. Todo era falso y en ese momento tuvo que salir en cadena de televisión el ministro del Interior, Guillermo Stirling, para dar tranquilidad a la población. 

Este tipo de estrategias mentirosas y arteras no son nuevas; forman parte del menú al que recurren los pequeños grupos totalitarios que tanto daño hacen al progreso de nuestra América Latina.

Aunque parezca mentira, hubo gente que apenas ganó la elección la coalición republicana a fines de 2019, empezó a convocar en las redes sociales a hacer protestas como las que habían ocurrido en octubre en Chile, donde se incendiaron decenas de estaciones de subtes y se realizaron desmanes de todo tipo. Es triste, pero los radicales compatriotas tampoco descansan en su afán de generar inestabilidad. No es casual que mientras el gobierno sigue apelando a la libertad responsable y solidaria, el ex presidente Mujica, portavoz del Frente Amplio y también de estos grupos radicalizados, esté proponiendo nada menos que un toque de queda.

Mujica y sus seguidores lo saben muy bien: instalar un toque de queda equivale a generar un Estado policial, donde se persiga y encarcele a todo aquel que no lo cumpla, con lo cual sería imperioso que el parlamento votara las siempre cuestionables Medidas Prontas de Seguridad.

¿Es eso lo que está buscando el Frente Amplio? ¿Son los mismos que acusan a los policías de represores, cuando estos cumplen con su deber de intentar disolver aglomeraciones, por protección sanitaria? Por un lado juntan firmas contra las medidas de mayor rigor policial de la LUC y se oponen demagógicamente a las limitaciones al derecho de reunión, imprescindibles para contener la propagación de la pandemia. ¡Pero por el otro reclaman toque de queda! Parece obvio que están aprovechándose de la desgracia de la pandemia (un desastre sanitario que tiene en vilo a toda la humanidad) para hacer lo que mejor han hecho siempre, «acentuar las contradicciones». Encerrar a todos los trabajadores informales en sus casas, como insisten desde hace tiempo, es la forma más directa de lanzarlos por debajo de la línea de pobreza. También piden una renta universal, con lo que llevarían los egresos del Estado a un nivel que pondría en grave riesgo el mantenimiento del grado inversor, lo que  desbarrancaría la economía. También lo saben. Les sirve que la coalición republicana haya tenido que contener el gasto que ellos desbocaron y les serviría aún más ponerla en el brete de cerrar la economía y fundir al país, para sacar ellos rédito de ese fracaso.

Pero los uruguayos ya despertamos. Por eso dimos un amplio respaldo electoral a la coalición y seguimos reconociendo en el gobierno el manejo sereno y eficiente de la crisis, que nos encuentra entre los primeros países del mundo por nuestro plan de vacunación.

Hoy debemos estar más unidos que nunca. Junto a los científicos y los médicos y en contra de este virus criminal que tanto daño nos hace.

No es tiempo de experimentos revolucionarios ni jugarretas electoreras. 

Todos juntos, espalda con espalda, demostrando otra vez al mundo que el entramado protector batllista, construido desde los albores del siglo XX, es el que jerarquiza a nuestro país en el concierto de las naciones.

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