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Falsa oposición

Ricardo J. Lombardo

Creer que el Covid19 nos plantea una alternativa inevitable entre salud y economía, es lo que Vaz Ferreira denominaba, un “paralogismo de falsa oposición”.

La pandemia ha obligado a todos los países del mundo a navegar entre una estricta restricción a la movilidad mediante confinamientos obligatorios, toques de queda o prohibiciones generalizadas a la circulación de los ciudadanos, y una libertad que apela a la responsabilidad de cada uno..

La primera, llevada a extremo, puede bajar sustancialmente el nivel de los contagios, pero también afectar la actividad económica, con las repercusiones obvias. La segunda, si se aplica con dogmatismo, puede tornar incontrolable la expansión del virus.

Nuestro país, afortunadamente, por diferentes razones, en los primeros meses no registró elevados niveles de contagios ni saturación en los centros hospitalarios para tratar a los infectados, por lo que pudo, paulatinamente, avanzar en actividades que en otros lados eran impensables.

Pero cuando los contagios se aceleran, las autoridades deben recurrir, inevitablemente, a restricciones de la movilidad que impidan que se descontrole la expansión del virus.

Y esto no necesariamente debe detener, irremediablemente, al nivel de la actividad económica. Buena parte de las empresas, los particulares, el propio Estado, han logrado adaptarse rápidamente a la nueva realidad, sin necesidad de interrumpir su funcionamiento. El trabajo a distancia, las nuevas tecnologías, la diferente organización de las labores administrativas y productivas, han diseñado una nueva normalidad que no solo han disminuido los efectos de los confinamientos, sino que han desarrollado modificaciones que seguramente perdurarán en el futuro como mejoras definitivas a la productividad. Eso sí, algunas actividades indisolublemente ligadas a la presencialidad, han sido duramente afectadas y han debido reinventarse.

Además los gobiernos tienen instrumentos fiscales y monetarios capaces de neutralizar buena parte de los perjuicios de esas bajas temporales de los ritmos de producción o consumo.

Es una cuestión de sintonía fina que deben instrumentar las autoridades. Cuando la tasa de contagios está bajo control, se trata de mover la aguja para activar lo más posible la economía. Cuando hay que bajar la movilidad porque los contagios se extienden, es necesario poner en marcha toda la batería de instrumentos restrictivos, pero además impulsar otros compensatorios que tiendan a mantener la economía en funcionamiento.

Desgraciadamente, la pandemia ha afectado a todo el mundo y uno no puede disimular sus efectos dañinos.

Pero no debe plantearse la discusión con carácter binario o ideologizarla como han estado haciendo buena parte de la población y algunos dirigentes políticos.

Esto no es blanco o negro. La Amsterdam contra la Colombes. Los ceros y los unos.

Es cuestión de administrar la crisis con criterio y sensatez. Sin exacerbar falsas oposiciones.

Tampoco se trata de ideologizar el problema. Hay algunos que se han rasgado las vestiduras a favor del liberalismo, en contra del excesivo control del Estado. Han puesto como ejemplo las medidas de libertad responsable adoptadas por nuestras autoridades, en contraposición con las de Italia, Francia, Inglaterra o España, cuyos gobiernos por cierto no tienen nada de totalitarios ni autoritarios.

Por el otro lado se han oído posturas antagónicas buscando aprovechar el crecimiento de los contagios para politizar el problema. Ayer el diputado frenteamplista José Carlos Mahía decía en un tuit: “También la ortodoxia neoliberal con la que el gobierno enfrentó la crisis sanitaria hizo lo suyo para que eso pasara”.

Ni que hablar de los negacionistas o de aquellos que siguen creyendo que se trata de una gripecita o minimizan el número de muertes basándose en el guarismo que surge de la cantidad de fallecidos sobre el total de habitantes, comparándolo con otras enfermedades. Desprecian los dramas individuales y colectivos como si las muertes y sufrimientos de las familias, solamente tuvieran valor estadístico.

Pues bien, es muy lamentable que el razonamiento binario que parece generalizarse en nuestra sociedad, alcance también a esto, es decir a un problema tan grave donde todos deberíamos aparecer unidos y empáticos con lo difícil de las resoluciones a adoptar por los diferentes protagonistas.  Se trata de un tema sin precedentes, sin bibliografía, donde la ciencia y el conocimiento de la humanidad se ha llevado a extremos para poder encontrar aceleradamente vacunas u otros medicamentos que permitan controlar un virus que podría arrasar con nuestra civilización.

Los gobernantes, los científicos, los médicos, los trabajadores, los empresarios, los cuentapropistas, los desocupados, los padres, las madres, los cónyuges y los hijos de los fallecidos, merecen un grado de tolerancia, comprensión y empatía mucho mayor al que hacen gala algunos necesitados de protagonismo y figuración.

Por el contrario, montados en medio de la crisis, debemos valorar todo lo que se ha hecho para proteger la salud de la población frente a un azote tan tremendo.

Basta con una referencia. Hace 100 años, el mundo fue atacado por el virus de la gripe española. Se estima que la misma produjo 50 millones de muertos. Mucho más que la primera guerra mundial que acababa de terminar.

Hoy, un año después de que apareció el Covid19, la ciencia ha logrado que ya se  esté diseminando por todo el mundo las vacunas que buscarán la inmunidad de rebaño.

Y las poblaciones, en ancas de sus gobiernos, con multiplicidad de sacrificios, nos han permitido llegar hasta acá.

Por todo eso, al menos merecen respeto y no exacerbar inútiles falsas oposiciones.

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