Homilía para una guerra
Lorenzo Aguirre
Bajo las órdenes del presidente Vladimir Putin, Rusia llevó adelante un despliegue militar con “ejercicios improvisados” de preparación al combate, en los límites de Ucrania. Tanto el bloque europeo, como Estados Unidos, consideran que, en cualquier momento puede darse una invasión por parte de Rusia – sumando como aliado a Bielorrusia, quien limita con Polonia, Lituania y Letonia, países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte -, hecho que, sin lugar a dudas tensiona los puntos límites. En medio de todo, se intensificaron gestiones diplomáticas – Ginebra, Bruselas, y Viena – intentando aminorar el riesgo de un conflicto bélico, pero, Rusia, delineó una postura agresiva, oponiéndose a que, Ucrania, y Georgia, se unan a la alianza atlántica, marcando una extensión por parte de la OTAN. Más allá de exigir que, Estados Unidos y sus aliados dejen las maniobras en Europa del Este, Rusia desplegó entrenamientos de choque, debido a la inestabilidad político – militar en zonas de amenaza, estableciendo protección en infraestructuras militares, y haciendo presencia en el espacio aéreo.
Don Putin, quiere un zarismo capitalista, a efectos de rescatar aquella Europa del Este – que vivió el comunismo de Stalin, y que Nikita Kruschev, en 1956, liberando la lengua se rezara un Padrenuestro sobre “la limpieza” realizada por el muchacho Iósif -, y lograr una soberanía de unificación también con ultranacionalistas, así poder desestabilizar la Unión Europea, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, seguir ignorando el Acuerdo de Ginebra, y no molestar a los burócratas de Bruselas, los cuales continúan haciendo la vista gorda.
Ahora, queda establecida la definitiva alianza ruso – bielorrusa – según pautas en la “Determinación de Unión 2022” -, firmada por Vladimir Putin y el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, presidente desde 1994, quien persigue a opositores, viola derechos humanos, y lleva una relación polígama con la República Popular de China, e Irán.
Por su parte, el presidente Biden comete un serio error, pues no puede en términos diplomáticos condenar a Rusia respecto a una posible invasión a Ucrania, y menos aún, decir que, si se trata de una “incursión menor”, a pequeña escala, las sanciones no serían tan severas.
Traducido al “ruso”: si Putin, solo se manda una “ingesta liviana”, de unos pocos quilómetros, no nos vamos a poner tan majaderos…
¡Por favor!
Bien, la actual Ucrania, no es Crimea, y Putin tampoco el “James Bond” de otrora en misiones de recontra espionaje en la Alemania del Este, como, asimismo, un fanático nostálgico de la Unión Soviética, aunque le diera tiempos buenos y cartelera cinematográfica, pero de todas formas el “doble cero” de la KGB busca detener la influencia de los Estados Unidos, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Es oportuno recordar que, con el final de la Unión Soviética, la OTAN estaba integrada por 16 miembros, pero ahora suman 30, muchos de los cuales son Estados surgidos tras el quiebre de la URSS y la desaparición del Pacto de Varsovia, y que buscan protección sobre posibles ataques rusos.
A decir verdad, Rusia, exige que Ucrania jamás sea parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, algo que indigna porque esa decisión debe ser tomada entre Ucrania – Estado soberano -, y los 30 integrantes del mencionado bloque.
Por otro lado, existe un “temita” desarrollándose a la pálida luz de la Luna; gran parte de los medios de comunicación sufren de tortícolis, otros tantos cambian constantemente la intención política hasta el punto que, también, una mayoría de “periodistas” yanquis modificaron sus peroratas, y ni el “Washington Post” deja ironías sobre la “oligarquía”: hablamos que, Rusia, en forma paralela a la situación en la frontera con Ucrania, está sacando estructuras militares de Europa, llevándolas a Venezuela, y Cuba – como en 1962, el instante más comprometido y duro de la Guerra Fría, con el envío de misiles nucleares de la Unión Soviética, a Cuba, provocando casi un enfrentamiento a gran escala -, estimulando el inicio de su expansión por Latinoamérica, teniendo no solo las alianzas de dichos países, sino una franja de equilibrio en el continente, a través de Pedro Castillo.
En efecto, Perú, está bajo la observación de Irán para actividades terroristas en Latinoamérica – Hezbolá, creció en países como Brasil, Bolivia, Ecuador, también en la triple frontera (Perú, Chile, y Bolivia) -, y en forma similar con Argentina, pues tiene una influyente comunidad judía conllevando vínculos comerciales con Israel, hecho que, para Irán, es un desafió desde el aspecto estratégico a efectos de desarticular la influencia de Israel.
Como si fuera poco, Buenos Aires, se convierte en puerta de salida de droga – producida en Bolivia y Paraguay -, hacia el Viejo Continente.
Acuerdo de “Minsk”
El presidente Vladímir Putin supervisó hace apenas unas horas, maniobras llevadas adelante por la Región Militar Sur, y naves de guerra de las flotas de Mar Negro, y Mar del Norte, con “fuegos artificiales” de misiles balísticos y de crucero, los cuales son capaces de transportar carga nuclear, espectáculo ofrecido como “fuerza nuclear estratégica para disuasión”.
El hecho, se agrava respecto a las “Líneas de Contacto” establecidas en los acuerdos en la capital bielorrusa de Minsk, en el año 2015, compromiso señalando el inmediato cese de fuego, retirada de armamento pesado en el frente, mientras la Organización para la Seguridad en Europa debía supervisar la tregua, como también la recuperación por parte del gobierno ucraniano del control de todo su territorio, además de una apertura de procesos de elecciones locales en la zona de conflicto, con reformas constitucionales dando autonomía en relación al gobierno central de Kiev.
En realidad, el “Minsk” fue parcialmente elaborado, e implantado sin rigor, llegando a un tibio compromiso entre las partes, y al día de hoy, vemos los resultados.
Putin, deberá evaluar
costo económico
El presidente Vladímir Putin, ordenó una pálida retirada de unas pocas tropas – menos del 10% -, y según el Klemlin, se trata de una maniobra programada, mientras el Ministro de Exteriores, Lavrov, manifiesta que, Occidente, debe terminar con su histeria. Por otro lado, el Parlamento – a través del partido “Rusia Unida”, del propio Putin -, pide que, Donbass, se convierta en dos repúblicas independientes de Ucrania, pro rusas, y gobernadas por el imperio de Putin.
Ahora, es indudable que, el costo económico que impondría Estados Unidos a Rusia, sería tremendamente alto, y si Alemania no le comprara gas natural, ni petróleo, esa postura llevaría a Putin a repensar la situación, y afinar el lápiz para volver a calcular cuál sería el verdadero precio que llevaría la invasión a Ucrania, porque, el 60% de las exportaciones de gas y petróleo, son a Europa.
Si el presidente ruso no puede vender dichos productos, la pregunta es: ¿a quién se los vende?
Alemania, y toda Europa, pueden establecer negociaciones para comprar gas, y petróleo, no solo a Estados Unidos, sino también a Qatar, y en buena medida, a Japón.
Así, pues, Putin, tendrá que medir el costo económico final, porque por supuesto el humano no importa en absoluto para un ex agente de la KGB, que, obviamente, no vestía “Dior”, ni tomaba Martini “revuelto”, “no batido”, y no tenía entre misión y misión espectacular, despampanantes odaliscas corriendo detrás, por las oscuras calles pestosas de la patética Alemania Oriental.
El autócrata, quiere seguir en el poder, pero si eso implica un gasto sideral, salido de juego, su fuerza se resquebrajará, y “su imperio” podría desaparecer porque ante un patrimonio desestabilizado, el pueblo le quitaría apoyo.