Política nacional

La corrupción presente y latente

Todo es cuestión de oportunidades

Zósimo Nogueira

La corrupción es el atajo; para unos la forma de acelerar un trámite, de abaratarlo, de sortear un escollo, una norma o el simple placer de trasgredir la ley.

Para otros capitalizar una necesidad ajena, obtener de manera fraudulenta una gratificación ofreciendo, promocionando, negociando atajos para realizar un trámite, obtener un permiso, lograr un beneficio por lo general económico.

Este proceder tiene muchos cultores en la actividad pública, pero no es una exclusividad.

Por lo general participan de esa corrupción actores del ámbito público y privado.

También ocurren en el ámbito netamente privado; en sociedades comerciales, empresariales.

Predomina el engaño. Alterando estados de cuentas, desviando responsabilidades, atribuyéndose potestades, eludiendo cargas impositivas etc. Robando a sus asociados.

No hay casta ni grupo social excluyente.

Muchos promueven estos actos de corrupción de manera sutil, insinuante.

Tanto de un lado como del otro. El que busca un beneficio como el que lo ofrece.

También están quienes actúan de manera extorsiva, amenazante

Para combatirla necesitamos de un sistema jurídico potente.

Un sistema sustentado en la educación, el conocimiento y el respecto a la ley. La hogareña y la del aula.

Sin duda, que el lugar de actividades, los menores riesgos de ser descubiertos generan impunidad, favorecen la corrupción.

Muchas de esas condicionantes están ahí, otras son meticulosamente elaboradas para generar el obstáculo y manera de sortearlo.

La corrupción es aditiva, modifica formas de vida.

Quien se acostumbra a ingresos extras, también se acostumbra a dilapidarlos.

Algunos corruptos son cautos, pero por lo general les gusta la ostentación y la buena vida.

Opulencia, cosas caras, ropa de marca, juegos, amores, les gusta mostrar.

Con el caso de Astesiano se ataca con virulencia a una supuesta corrupción generalizada.

Es cierto, pero en este caso lo más notorio ha sido la inoperancia justificada por la subordinación al poder de decisión política y la inacción de los profesionales de la seguridad, sin hacerse oír como corresponde a situaciones de riesgo.

También es cierto que la corrupción policial ha aumentado.

Favorecida por los cambios operativos y jurídicos.

Menor subordinación a los mandos, modificación de sistemas de ascensos. Del sistema disciplinario.

El atenuante.

Es una institución que se sanea. Castiga y  extirpa de sus filas al individuo corrupto.

El problema es detectarlo y actuar en consecuencia.

Su condición de poder del Estado, de actuar en su nombre, el uso de uniformes y armas genera mayores responsabilidades.

Lo determina la Ley, agravando su castigo si sale del cauce legal.

En tiempos cercanos y presentes se han generado condiciones que favorecen comportamientos ilegales, de omisión y acción.

Modificaciones legales que permiten alegar impedimentos y justificar omisiones con rótulos de riesgos injustificados y pronóstico de fracaso

Eso fue advertido por la administración Larrañaga que estimuló a la abnegación, sacrificio y con la aprobación de la LUC ensalzó la figura del servidor público.

Esa desidia negligente la justificaban alegando que las trasgresiones a la ley de menor cuantía o impacto social no son atendidas desde la entrada en vigencia del actual CPP.  Fiscalía las va compilando o archivando.

Carece de medios y fuerza física para sustanciar tanta denuncia. Las de mayor entidad son objeto de acuerdos fiscal-defensor. Extorsiones y regateos, para evitar juicios presenciales.

Tediosos e imposibles de realizarse en forma masiva.

Sin esos acuerdos, el sistema colapsa

Es común que a poco de formalizado el malhechor, se cruce con damnificados o el policía aprehensor en la calle.

Esto genera inseguridad. Policías y víctimas son objeto de burlas o amenazas indirectas o solapadas. Ej. El saludo o la mención de un familiar.

El temor, la convivencia con el maleante, la exposición de su actividad como policía y de su familia en muchos casos lo inclina a actos de corrupción como forma de protección y evitar riesgos.

Sobre esto es necesario actuar, con la cercanía de los mandos superiores, conociendo sus problemas y colaborando en la solución.

Esa comunión de espacios y tiempos de vida de los policías con las presuntas víctimas de violencia doméstica también incide en la disciplina y en el involucramiento en situaciones no claras. Muchas veces debe caminar por el pretil, un hilo muy fino entre lo legal e ilegal. Ver o no ver. Actuar o no actuar.

Lo que corresponde es informar.

La tentación está siempre presente, en hechos menores y en hechos graves.

Es como aquello de la Oportunidad hace al ladrón.  

El policía vive sus carencias y ve la ostentación de malvivientes y su entorno.

En el lenguaje carcelero “le hacen la cabeza” o “se hace la cabeza”

¿Cómo corromper? Comienzan averiguando datos familiares, necesidades, problemas de salud, cuentas a pagar.

Luego pidiendo cosas legítimas, mandados solidarios, la propina, la compra gratificante. El pequeño préstamo. El canje por un favor. El perdón de la deuda y ahí comienzan los pedidos de ilegalidades. La complicidad. “Reclutado”

Como en el caso Astesiano ha faltado compromiso con la institucionalidad.

Mandos políticos y policiales priorizaron criterios políticos sobre criterios profesionales lo que facilitó la acción de corruptos y la negligencia de funcionarios infieles.

Con palabras y razonamientos de un connotado oficial de policía

Decimos que los políticos deben respetar a una institución que cumplirá 193 años, deben respetar y confiar en sus integrantes y en que cumplirán con su juramento.

A la policía la avala un monolito negro con cientos de nombres en Agraciada y Lucas Obes.

Esto pasó porque el sistema lo permitió, porque los políticos que estuvieron  antes no confiaron en la policía y a través del manejo de la ley abrieron la puerta sin control, sin filtros para cambiar a los profesionales por los de confianza.

El mensaje se dio y se sigue dando, cuando el propio Presidente dice que no habrá un jefe porque no se precisa, que por el andaría solo.  Se ningunea a la profesión  y a sus integrantes es un feo mensaje.

Dice. Los políticos, no importa el partido siguen sin confiar en las instituciones y sin comprender cuál es la verdadera responsabilidad que asumieron.

Eso es cultura, y lamentablemente llega a las sociedades cuando empiezan a contar presidentes y políticos asesinados.

En ese momento es tarde.

Es necesario vigorizar la institucionalidad de los poderes e instituciones públicos

Hacer urgentes correcciones en los códigos Penal y de proceso Penal de manera tal que las sanciones tenga una gradualidad armónica y no se produzcan los actuales dislates al momento de graduar una condena.

Que todas las denuncias y conductas presuntamente delictivas sean atendidas e investigadas como lo eran con las anteriores normas procesales.

Que los actores del sistema procesal penal dejen esa postura mediática de posicionarse y narrar sus actuaciones.

Que se vuelva a confiar en el accionar policial, que por medio de las reformas legislativas necesarias se le den las potestades necesarias para realizar una acción eficaz, que la justicia le permita actuar con la independencia pero con controles que impidan desvíos de conducta.

Debe retornar “el hombre gris”, característica esencial del accionar de inteligencia  con su  tarea incesante pero invisible, siempre un paso adelante a los requerimientos del Estado.

Atento para evitar, detectar y alertar sobre desvíos y actos de corrupción que afecten la institucionalidad.

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