La denuncia sobre un precandidato
El barro como hábitat natural.
Daniel Manduré
Alguna semana atrás se hizo pública una denuncia sobre hechos que involucran a un precandidato presidencial. Denuncia que primero presenta en redes sociales una tercer persona para luego concretarla ante la justicia la propia presunta víctima y que involucra a Yamandú Orsi.
Más que referirnos al caso concreto que está en la órbita judicial y es ella quien deberá expedirse, el comportamiento y actitudes de algunos de los involucrados y de varios dirigentes políticos dejan al desnudo como se para cada uno en la cancha. Sobre ello si quisiéramos reflexionar.
Lo vamos a hacer sin especulaciones ni suspicacias baratas. Sin conjeturas livianas, sin análisis viciados de subjetividad o de aprovechamiento político.
Sin desacreditar a nadie y reivindicando siempre el principio de inocencia, hasta que la justicia nos demuestre lo contrario.
Lo primero que logramos ver es la habilidad y hasta comodidad de algunos para moverse en el barro, casi que transformando ese lugar en su hábitat natural.
También ha quedado en evidencia el doble discurso y dualidad de criterio de otros, como por ejemplo al momento de utilizar la ley 19580 sobre violencia de género de acuerdo con la conveniencia política (funciona si el acusado pertenece o no a nuestra fuerza política)
Que el “Hermana, yo te creo” solo corre algunas veces.
Dicho sea de paso, veo necesario decir que comparto el camino de modificar dicha ley, una ley con características extremistas, sin equilibrio y lo más importante: una ley inconstitucional.
Que los valores deben ser el norte de nuestras acciones, no debería existir ningún cálculo electoral, estrategia de campaña o la sugerencia de algún asesor que prevalezca sobre la integridad y moral de las personas. La denuncia por difamación, si el acusado se siente afectado, debió realizarse apenas trascendió el hecho en las redes sociales. El honor personal y de la familia debe estar por encima de cualquier especulación menor.
Nuestro repudio a todas las manifestaciones que puedan promover cualquier tipo de discriminación. Pero a todas. A las racistas que sufrió el dirigente frenteamplista Edgardo Ortuño como a la denigrante afirmación del asesor frenteamplista y ex jefe de campaña Valenti al decir: “¿Le van a creer a una prostituta trans o a un gobernante integro?
Una denuncia que podrá repercutir de una manera u otra en el ámbito político, eso lo evaluará la ciudadanía, pero es un tema personal, que no involucra partidos. Y si alguien tiene pruebas de lo contrario, puede presentar la denuncia correspondiente. Lo que no se puede hacer es crear mantos de duda y enlodar en forma generalizada. Ni hacia un lado ni hacia el otro.
La vergüenza que nos da el comportamiento político de algunos dirigentes, intentando sacar provecho político, de una denuncia grave, pero reitero, personal.
Entre ellas las afirmaciones de Fernando Pereira el presidente del Frente Amplio, que como algunos otros dirigentes de esa fuerza política, han hablado de complot político, de una trama mafiosa internacional, de una estrategia tecnológica millonaria detrás de esa denuncia y hasta del intento de proscribir a un candidato. Demencial esas afirmaciones, como todo lo que dice Pereira últimamente. Revolcarse en el barro parece ser su pasatiempo favorito.
El tema es grave por donde se lo mire, grave si la denuncia es cierta, es grave si es falsa y también si es cierto, pero no se puede comprobar. En todos los casos hay afectados directos e indirectos.
En un estado de derecho como el nuestro la justicia tiene la palabra. Nada más garantista que eso. Quien se sienta afectado por sus decisiones tiene también todos los mecanismos que ella ofrece para rever dichas resoluciones.
Entramos en la campaña electoral, esperamos que se levante el nivel de las discusiones. Que se discuta sobre ideas. Que el debate sea con altura, duro, si es necesario, pero respetuoso. Cuidar el tono es importante también. Lo que digo y como lo digo.
La ciudadanía debe castigar a aquellos que eligen revolcarse en el lodo como hábitat natural, buscando sacar provecho político de una lamentable situación.
Hay otra forma de hacer política.