Política nacional

BYE BYE, MONTESQUIEU

“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”

Ronald Pais

Montesquieu (Charles Louis de Sécondat, señor de la Brede y barón de Montesquieu) (1689-1755) proponía un sistema que obligase a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial a controlarse uno al otro, respetando el campo de actuación de cada uno. “El legislativo elaboraría las leyes, el ejecutivo gobernaría de acuerdo a ellas, y el judicial resolvería las querellas entre los dos y entre particulares…”. “La concepción de un poder verdaderamente independiente corresponde al Poder Judicial. Los jueces “son seres pasivos, mera boca que pronuncia las palabras de la ley”. “Se trata, en cierta forma de un poder “nulo”, pues no representan una clase social independiente, representan a todos y a ninguno”

Este énfasis de Montesquieu sobre la independencia judicial (que luego complementará Blackstone, con su insistencia en el carácter profesional y las garantías de inamovilidad de los jueces) es extraordinariamente importante para el desarrollo del poder judicial en el Estado de Derecho” (Sobre el principio de la separación de poderes. Juan José Solozábal)

Numerosos autores sostienen que esta concepción ideal nunca ha existido en estado puro. Y que la independencia del Poder Judicial siempre ha estado contaminada por influencias externas, sea de otros poderes del estado – especialmente el ejecutivo – sea de otras fuerzas o grupo de presión presentes en la Sociedad.

No obstante, a casi 280 años de escrito “El Espíritu de las Leyes”, nadie se ha atrevido a calificar de erróneas las ideas de Montesquieu y casi unánimemente los países de la civilización occidental las ha incorporado a sus cartas fundamentales.

Naturalmente, en los gobiernos autoritarios, la independencia de los poderes y, en especial el judicial es lo primero que se pierde. Pero aún en los regímenes que son reconocidos como democráticos, por causas externas pero también internas, las garantías de autonomía, imparcialidad y justicia se ven afectadas en perjuicio de los ciudadanos y sus derechos fundamentales. La vida, la libertad y la propiedad privada son las primeras víctimas.

En la actualidad, el “Lawfare” (utilización de la ley, la justicia y los medios de comunicación como un arma contra los enemigos ideológicos) parece haberse extendido en el mundo como una pandemia que no deja enfermos en los hospitales, pero mata conciencias, cercena libertades y hasta impone la pena de muerte cuando, en forma inmisericorde, se aplican penas que superan la expectativa de vida de las personas o su estado de salud.

Una izquierda hipócrita que aparenta respetar la ley y la Constitución pero que las viola permanentemente, ha pretendido en erigirse en víctima de este funcionamiento patológico del Poder que debería ser garantía y no amenaza, incluyendo a sus auxiliares, los Fiscales. En realidad es una cortina de humo para sus prácticas gramscianas de querer copar esta otrora digna y respetada función de impartir Justicia.

Un rápido panorama internacional nos ilustra al respecto, y basta dar para ello sólo algunos titulares.

En CHILE la Corte Suprema anunció la constitución de una Comisión de Ética, a raíz de las denuncias de corrupción y tráfico de influencias en el nombramiento de jueces y otros cargos.

En COLOMBIA se señala:” Hay que señalar también usos y mañas de los políticos (incluyendo a los que se precian de ser “antipolíticos”) que sí que politizan la justicia para presionarla y forzarla a atender sus intereses. Proclaman que la justicia debe ser respetada y obedecida cuando procede contra el adversario o contra el enemigo personal, pero la atacan cuando lo hace contra ellos mismos o sus aliados. Si procesa y juzga al contrario ideológico es justicia límpida; cuando pone la lupa en “los nuestros”, o remotamente los castiga, es corrupta” (El Colombiano, Editorial).

En PERU, el Presidente del Consejo de Ministros criticó la «politización de la Justicia» que, en su opinión, afecta a la vida política.

En BRASIL: Se ha afirmado que existe una politización de la Justicia, persecución de la oposición y fortalecimiento de la agenda del Foro de Sao Paulo. De ello se destacan las irregularidades y arbitrariedades cometidas por el Supremo Tribunal Federal, al margen del orden jurídico brasileño y en el que fueron nombrados Cristiano Zanin, abogado personal de Lula y Flávio Dino, notorio comunista que proclamó luego que “el tiempo de la libertad de expresión se acabó en Brasil, fue sepultado”

En ECUADOR: En medio del escándalo  del caso «Purga» (y antes el caso “Metástasis”), Hernán Pérez Loose, jurista y columnista, señaló:.«Este no es un problema nuevo en el Ecuador». “Se ha llegado a unos niveles que jamás pensábamos que existía; la prostitución se ha instalado dentro de los sistemas judiciales, para el uso de la justicia para enriquecer abiertamente a ciertos políticos».

En PARAGUAY y en BOLIVIA el panorama es muy similar.

El listado de la organización civil World Justice Project situó a Bolivia “entre las peores justicias en el mundo”, una situación que, según se ha dicho, “solo ha empeorado” durante este año.

En ESPAÑA: Tras más de cinco años de bloqueo, el PP y PSOE por fin han logrado acordar para proceder a la “inmediata renovación” del Consejo General del Poder Judicial y presentar una ley orgánica que refuerce la independencia de la Justicia.

La Unión Europea venía viendo con preocupación desde hace años la situación de España en este aspecto.

En OTROS PAÍSES: Pablo José Castiilo Ortiz, en su “Política judicial y politización de la Justicia: breve guía de uso” expresa: Por más que nos pese, la «politización» de la Justicia, o si prefieren una formulación más moderada su «politicidad», es un hecho apoyado por abundantísima evidencia empírica. En particular, disponemos de una amplia evidencia de que la ideología de los jueces o magistrados, o de los actores que los nombran, juega un papel en sus decisiones. Tenemos evidencia para el Tribunal Constitucional Federal de Alemania, para el Consejo Constitucional Francés o, desde hace bastante tiempo para al Tribunal Supremo Norteamericano, por citar solo algunos”

Por otra parte, los sonados y recientes juicios al ex Presidente de los Estados Unidos Donald Trump y a Hunter Biden, han puesto de manifiesto la evidente contaminación política del sistema judicial de aquel país.

Hubieramos querido concluir este artículo diciendo que Uruguay sigue manteniendo la jerarquía e independencia de su Poder Judicial que lo distinguió.

Infortunadamente no podemos hacerlo. Ya hemos desnudado la lamentable gestión de jueces y ministros de Tribunales de Apelaciones, que han avalado el juzgamiento, condena y prisión de personas a las que se ha vinculado por relatos, indicios, presunciones o directamente con pruebas falsas en casos de muertes o desapariciones ocurridos hace medio siglo. Todos casos impulsados por un afán de venganza de determinados fiscales que han deshonrado su investidura y olvidado una de las finalidades del proceso que lo justifica: la Verdad.

El contenido del libro de la ex Fiscal Gabriela Fossati “La cara oculta del sistema judicial en Uruguay”, en cualquier otro país hubiera dado lugar a un escándalo nacional mediático. La revisión de la actuación del ex Fiscal Jorge Díaz, tanto en el lapso que desempeñó esa función como en su participación como Juez en varios casos, siendo el más notorio el aún no aclarado “Caso Feldman” hubieran sido motivo de investigaciones y aclaraciones que nunca se produjeron.

El silencio cómplice de gran parte de los medios de comunicación y la indiferencia de los partidos políticos que deberían asumir la responsabilidad de intervenir en estos temas son los culpables de que la Justicia de nuestro país luzca una mancha indeleble y que el manejo arbitrario de las investigaciones fiscales se haya sesgado en forma vergonzosa y sin consecuencias.

Esa actitud de complicidad y encubrimiento ha sepultado la jerarquía de nuestro sistema judicial. Ya no habrá jueces ni fiscales imparciales e independientes.

Agitemos nuestros pañuelos y saludemos desde el andén al tren que se lleva a Montesquieu para nunca más volver.

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