Culturales

Libro “computadora”: aclaración

Jorge Nelson Chagas

En la página  nro. 180 del libro “Computadora” (2024) del periodista Álvaro Alfonso, el Sr. Fleming Gallo ante una pregunta concreta del autor afirma que el capítulo “La central de la Marina: una historia poco conocida” del trabajo “El sindicalismo uruguayo bajo la dictadura” (1989) – que escribí junto a Mario Tonarelli – “está lleno de imprecisiones, errores y falsedades. Es políticamente correcto y absolutamente falso históricamente, tanto en lo objetivo como en lo subjetivo”. Quiero realizar algunas precisiones al respecto que entiendo pertinentes.

Ese libro fue escrito en una época en que yo concebía que la investigación histórica debía estar al servicio de una ideología política. Algo bastante común en los integrantes de la llamada “generación del silencio” que nos volcamos al estudio de las ciencias sociales. Hay una visión bastante sesgada de la historia reciente, en blanco y negro, con héroes y villanos nítidos.

De ahí que no sólo ese capítulo en particular, sino todo el libro en su conjunto está impregnado de esa concepción.  Por eso Fleming Gallo tiene razón. Hay imprecisiones, errores y falsedades en ese texto.  Si por “políticamente correcto” entiende que es funcional a uno de los relatos oficiales de la izquierda política y sindical – reitero: uno de los relatos oficiales, porque son más de uno –  también tiene razón. 

Ahora bien, mi pasaje por aulas de la UDELAR cambió completamente mi perspectiva sobre la historia reciente y si algo me quedó grabado a fuego es que la investigación histórica no puede estar al servicio de ninguna ideología. Se debe buscar incansablemente la verdad, aunque esta verdad contradiga nuestras ideas y muchas veces nos incomode.  Eso me llevó a revisar muchos de mis anteriores trabajos y uno de ellos fue precisamente “El sindicalismo uruguayo bajo la dictadura”. Por eso, junto a Gustavo Trullen pensamos en un principio hacer una edición ampliada y corregida, para descubrir que  sencillamente no era posible. Así que hicimos un libro nuevo titulado “Movimiento Sindical y Dictadura” (2023) donde, además de usar una metodología mucho más precisa, hay un intenso respaldo de documentos sindicales, testimonios grabados, prensa escrita y no eludimos el pensamiento de las autoridades de la época. Por cierto que en este libro volvemos a analizar el episodio de la “central de la Marina”, aunque con un bagaje documental muchísimos más vasto y profundo.

En cuanto a que el primer libro  es “absolutamente falso históricamente” en lo objetivo y subjetivo, es harto discutible.  Y muy en especial en el asunto de la central de la Marina. Incluso, mucha información que él mismo revela a Álvaro Alfonso coincide totalmente con la nuestra.   

Tanto en el primer libro como en el segundo, nos referimos extensamente al “Capitán Banchín/Banchini” que se contactó – junto a otros sindicalistas que estaban presos – con militantes que aún estaban libres para proponerles la creación de una nueva central obrera sin los comunistas.        

¿Quién era el “Capitán Banchín/Banchini, que portaba uniforme, documentos que lo acreditaban como tal e incluso, estaba armado? ¿Quién era este oficial de Marina que dominaba a la perfección el lenguaje sindical y se mostraba “canchero y entrador” con los azorados militantes que escuchaban sus planteos?

¿Quién era este oficial de Marina que muchos militares retirados o en actividad nos decían a Tonarelli y a mí que simplemente “no existía”?

Curiosamente en la página 174 del libro “Computadora” Fleming Gallo toca este punto en forma muy superficial y Álvaro Alfonso, no le pregunta más nada.

Dejo este misterio por acá. Dentro de unos días haré un análisis completo del libro de Álvaro Alfonso

El vacio moral

He terminado de leer el libro “Computadora” de Álvaro Alfonso. En líneas generales se trata de un extenso reportaje a Fleming Gallo,  un comunista renegado que terminó colaborando con los servicios de inteligencia durante la dictadura.   No es un “nuevo capítulo” de la historia reciente como escribe Álvaro Alfonso – observo con preocupación que no es la primera vez que se atribuye  novedades históricas que en realidad no lo son – ya que este tema ha sido tratado antes: “Secretos de la dictadura” revista Posdata  Nro.85 26/4/1996 Pág. 86: “La ira del Leviatán” (1998) Jorge Troccoli;  “Retrato de escorias humanas” Brecha 10/12/2021 Págs.8/9  y Peláez, Carlos “Historia de colaboradores” Caras y Caretas 17/12/2021 Págs. 12/14    

Desde su introducción se plantea un grave problema metodológico, que si fuera un trabajo académico quedaría automáticamente descalificado. En la página 9 Álvaro Alfonso se refiere a “aquellos dirigentes  (comunistas) que disfrutaban el cómodo exilio”. ¿Por qué Alfonso adjetiva?  Desde el inicio nomás es perceptible que el libro está orientado en una dirección: golpear el relato del PCU sobre el comportamiento de sus militantes durante la dictadura.

Apenas Fleming Gallo comienza el relato, donde retrata su niñez y adolescencia, hace una extensa digresión en la que lanza una diatriba contra el PCU llegando incluso a pedir que lo ilegalicen y prohíban sus textos (Págs. 31-33). 

Es notorio que  Álvaro Alfonso tiene una fuerte empatía con su entrevistado. Nunca cuestiona lo que le cuenta ni lo incomoda con sus preguntas. Da por verídico todo lo que dice Fleming Gallo. Es más: en las notas de autor que intercala en texto cada tanto, reafirman lo que expresa su entrevistado. 

Pero hay algo que no cierra en el relato de Fleming Gallo. Si es verdad que muy pronto se desilusionó con el comunismo, especialmente luego que su esposa tuvo una mala experiencia en la URSS, ¿por qué aceptó integrar el aparato armado en 1974, plena dictadura? Si ya no creía en el marxismo-leninismo, ¿por qué aceptó correr tal alto riesgo?

La parte del relato en que se refiere a su detención es la que ofrece más pistas para intentar comprender la psiquis de Fleming Gallo. Aparentemente  según sus propias palabras,  dijo “todo lo que sabía, para que no me trataran con rigor y no me molestaron”- Sin embargo, luego hizo un acuerdo con el capitán Jorge Troccoli para que su esposa – que estaba en Buenos Aires – pudiera regresar al país y se dedicó al “análisis de la información y de la documentación” que tenía el FUSNA.  Con un humor tan sombrío como involuntario Fleming Gallo admite que eso iba a provocar la detención de personas, pero cada cual “tenía la oportunidad de salvarse por sí mismo, porque el objetivo no era la extinción de las personas, sino de la organización”. Bue… ahora me quedo tranquilo… 

Bromas aparte, resulta por lo menos curioso que en la descripción de las instalaciones de detención e interrogatorios del FUSNA estén ausentes los tormentos físicos. Todos los que delataron compañeros era porque ya estaban quebrados, se sentían abandonados por el PCU y querían salvar su pellejo. A nadie le tocaron un pelo. ¿Es creíble esta versión de Fleming Gallo cuando los mismos oficiales de Marina – incluido Troccoli- han reconocido la práctica de torturas? Más aún cuando una de las personas que el menciona en el libro, el dirigente sindical Adolfo Drecher  lo acusa de haberlo torturado a él y a su esposa? ¿Drecher miente? ¿Fleming Gallo no torturó a nadie?

Otra pregunta: ¿Fleming Gallo tiene las pruebas documentales, los registros contables, que demuestran que el COVISUNCA le pasaba fondos al PCU?  Previsiblemente Álvaro Alfonso da por buena esta afirmación y no se las exige.

Admito que me causo una fuerte impresión la cantidad de nombres de hombres y mujeres que Fleming Gallo  menciona como informantes de los servicios de inteligencia. Principalmente porque confiesa sin pudor que muchos de ellos fueron obligados a colaborar porque tenían problemas financieros, familiares, psíquicos o debían guardar algún secreto íntimo (homosexualidad). 

Es esta una de las partes de la narración donde  Fleming Gallo revela su vació moral. La incapacidad para comprender que formó parte de un aceitado mecanismo represivo montado por el régimen dictatorial. Por más que su ego descomunal lo haga creer que fue alguien importante en esa operativa, sólo se trató de un engranaje más de un vasto y bastante sofisticado sistema. Los militares – hay veces que da la impresión que se cree más inteligente y astuto que ellos –  lo utilizaron para sus fines. No fue al revés.

La frutilla de la torta de este relato es el asunto del “Plan Sindical” o la “Central de la Marina”, ese intento de crear en el año 1979 una central sindical sin los comunistas. Aquí Fleming Gallo demuestra su desconocimiento de la historia e idiosincrasia del movimiento sindical uruguayo. Esa central era un imposible. Pero eso no es la cuestión principal. En ese momento Fleming Gallo – acompañado de su compinche Roberto Patrone – se convirtió en el capitán/teniente de navío Banchini/Banchin. Se le suministró uniforme, documentos y armas.  Con ese disfraz salió junto a sindicalistas que estaban presos para ubicar a militantes para hacerles la propuesta. Álvaro Alfonso no le pregunta nada al respecto.  Pero… ¿por qué se prestó para semejante pantomima?, ¿por qué no les dijo a los sindicalistas que estaban libres “Soy Fleming Gallo, ex comunista, caí preso pero descubrí que los militares son buena gente y les traigo esta propuesta sindical”? No, no lo hizo. Se hizo pasar por quién no era y dejó que los sindicalistas que sacaron de prisión hicieran el desgaste.

Pero, hay una GRAN PREGUNTA que Álvaro Alfonso no le hace a Fleming Gallo. Porque una vez que dejó ser útil a los militares y quedó en banda, se dedicó a extorsionar por dinero a los militantes comunistas que estaban en libertad.  Fue descubierto y quedó en prisión hasta 1985. ¿O no fue así? ¿Estoy mintiendo?

Y Álvaro Alfonso no le hace esa pregunta porque este episodio desnuda la verdadera catadura  del principal protagonista de su libro, un delincuente de cabo a rabo y obviamente, no se iba a pegar un tiro en el pie. Ni siquiera podría escribir el libro.

Finalmente: creo que es un error pensar que Álvaro Alfonso es un inepto. Nada de eso. Más allá de las fallas metodológicas y problemas de sintaxis en sus obras, posee tesón y capacidad de trabajo, imprescindibles para un investigador. Lo que sucede es que, en uso de su legítima libertad de elección,  ha renunciado a buscar  la verdad y se ha convertido en un militante de la causa anticomunista. Esto no es un juicio negativo sobre su actividad y mucho menos, sobre su persona. Es una simple constatación.

Sin embargo, no alcanzo a comprender las razones de su enojo con los que llama “medios complacientes” (sin mencionar quiénes son) que no reconocen su obra. Reconocimientos ha tenido. Lo han reporteado  programas periodísticos de notorio tinte anticomunista, el diario El País le dedicó un editorial a su libro (26.8.2024) y los sectores militares vinculados a la dictadura le tienen mucho respeto.

¿Qué más puede pedir?

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