Política Internacional

Netanyahu regresa apoyado por

 el “Sionismo Religioso”

Lorenzo Aguirre

El ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu logró mayoría en las legislativas, llevándolo a conformar – quizá – el Consejo de Ministros más de derechas en los anales de la historia política de Israel, pues, sus socios, son ultraderechistas y ortodoxos, quienes a los 32 escaños al “Likud”, le suman 14 del “Partido Sionista Religioso”, 11 de “Shas”, y 7 del “Judaísmo Unido de la Torá”, llegando a un total de 64 bancas. El Presidente de Israel – cargo simbólico, protocolar, no ejecutivo -, Isaac Herzog, ha dado plazo de 42 días para que Netanyahu forme el gabinete de un gobierno que se extendería hasta el año 2026.

El entonces Primer Ministro de Israel, Naftalí Bennet (centroderecha), disolvió el Parlamento (“Knéset”, unicameral, sede del poder legislativo) – decisión aprobada por 92 en 120 diputados -, llamó a elecciones, y de acuerdo al “Reparto de Poderes”, el que fuera Ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, ocupa en forma transitoria el Ejecutivo – hasta instalado un nuevo gobierno -, apoyado por partidos de coalición, incluyendo la formación árabe unida.

Es oportuno recordar que, Yair Lapid, líder del partido “Yesh Atid” – de corte laicista y centrista, convertido en la segunda fuerza política -, estructuró una alianza única en la historia del país, donde se establecieron fracciones que apoyaban dar término a la ocupación israelí en las tierras conquistadas en 1967, hasta partidos de corriente dura, opuestos a la independencia palestina.

Regresando al “Knéset”; buscó promover la mayor cantidad de leyes – antes que llegara la medianoche del pasado 30 de junio, hora en la cual perdía poder de aprobar legislación -, y la “Ley de Colonos” siguió vigente porque al derrumbarse el gobierno antes de la mencionada fecha, y con una cámara disuelta, automáticamente se renovaba por otros cinco años.

En las recientes elecciones, donde se presentaron 40 partidos políticos, votaron 4.800.000 personas (70.6%), y el “Likud” (“Consolidación”), cuyo líder es Benjamín Netanyahu, obtuvo el primer lugar con un 23.4%, llevándose 32 escaños.

La política de “Likud” es de no aproximación a la “Autoridad Nacional Palestina” – por su apoyo al terrorismo – y defiende la economía capitalista de libre mercado, aunque, en buena medida, ha gobernado como un partido socialdemócrata de corte europeísta, con fluctuaciones neoliberales.

En este 25º “Knéset”, Benjamín Netanyahu logró mayoría – mientras los partidos árabes, y de izquierdas tuvieron grandes pérdidas – al ser apoyado especialmente por “Sionismo Religioso”, partido de extrema derecha, de Bezalel Smotrich – contando entre sus ideales la anexión de los asentamientos judíos de Cisjordania, y el control político del sistema judicial -, que le brindara 14 escaños.

Netanyahu, también es defensor de la construcción de dichos establecimientos – ocupados desde la “Guerra de los seis días” (1967) – y se opone a un Estado Palestino, pensamiento que apoya gran parte de la comunidad internacional.

Asimismo, “Judaísmo Unido de la Torá” (integrada por los partidos ortodoxos askenazíes “Agudat Israel”, y “Déguei Ha Torá”), de Moshe Gafni, aportaron 7 escaños al líder de “Likud”,  y “Shas”, observadores de la Torá, representantes de los sefardíes ultra ortodoxos, participando en coaliciones de gobierno tanto de izquierda como de derecha, y cuyo presidente es Aryeh Deri, contribuyó con 11 escaños, haciendo que, finalmente, Netanyahu sumara 64 bancas, sobrepasando las 61 necesarias para gozar de control parlamentario.

Netanyahu, y el asunto israelí

Para Benjamín Netanyahu, el “Asunto Israelí” sigue vigente, siendo parte vital del espíritu de su país, pero, fue tomado por Naciones Unidas – según “Informe”- como una problemática de relaciones con el “entorno del Estado Islámico, e Irán”, y espera en un tiempo no muy prolongado que dicha situación se convierta en un expediente integrado al rótulo “Programas Estabilizados”.

Una “videncia” absurda dejando sobre la mesa actitudes diplomáticas manejadas de forma edulcorada, tortícolis, demasiadas “cumbres” amalgamadas con drinks, y la falta de alguna figura relevante con los pantalones bien puestos para mandar a freír pasteles a unos cuantos, y lo suficientemente lejos a otros, para que se entusiasmen y no vuelvan.

Las negociaciones de paz no funcionan porque, aquí, las diferencias son muy grandes y comprometidas, buscando una postura para un conflicto de nacionalidades cuando en realidad se debería encontrar una vía mediando de otra manera, pues, gran parte se mueve por coordenadas religiosas.

A decir verdad, los valores son opuestos, y cuando llegamos a este punto también encontramos que, en el “barrio”, la postura de algunos vecinos no pasa por el respeto de derechos, sino tiene como objetivo la instalación de otros pensamientos, y como botón de prueba alcanza con mencionar las pasiones fundamentalistas, y feudales.

Si hacemos una mirada sobre realidades – no “premoniciones” -, “la cuestión Israel, Estado Islámico, Irán”, tiene entrelazado aspectos que, guste, o no, navegan alejados del espíritu supuestamente real, y el perfil religioso fluctúa, aflorando entonces negociaciones económicas a gran escala.

Por supuesto no debemos olvidar que, más allá de polarizaciones, existe intranquilidad por la inestabilidad en la zona, como también la incómoda relación con Estados Unidos debido al polémico programa nuclear de Irán, cuya proyección pone cabeza abajo las “unificaciones de rigor” en un Oriente Medio – el cual pierde “la otra mitad” – donde las pautas limítrofes se tambalean, y otras, se evaporan.

Benjamín Netanyahu – político enfrentado a juicio por soborno y fraude, y hombre que, para muchos, erosiona la democracia -, tiene muy claro que, los lineamientos en política internacional, como asimismo el trato a conflictos en Medio Oriente, son en buena medida bastante diferentes a los llevados hace cuatro años.

Desde hace tiempo, se ha enlentecido el abordaje a fondo del “Expediente Damasco”, la “Organización del Tratado del Atlántico Norte” guardó silencio sepulcral, y la “Organización de Naciones Unidas” recibió con incomodidad el tema urticante, haciendo un llamando a sus miembros para llevar adelante reuniones de “carácter delicado”, a efectos de tratar el engendro y aguantar en sus botas, la arena pesada.

El conflicto en Medio Oriente es sin lugar a dudas un polvorín que estalla por varios lados, y no desaparecerá por más que centros de información internacional sean reservados en sus titulares respecto a que, hace más de un siglo, judíos y árabes están luchando por el dominio entre el río Jordán, y el Mar Mediterráneo.

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