Política nacional

No es en blanco y negro

Fátima Barrutta

El hecho político de ayer que sacudió a Montevideo, en el que la Intendencia no obtuvo los votos suficientes para autorizar un préstamo del BID que se destinaría a distintas obras, mereció repercusiones de todo tipo.

Desde un discurso melodramático de la intendente Cosse, intentando endilgar a la oposición departamental la responsabilidad por el estado de limpieza de la ciudad, hasta los improperios que recibió en redes sociales, poco menos que festejando que no hubiera conseguido esos votos.

Ni lo uno, ni lo otro.

Quisiéramos hacer un análisis político objetivo, libre del partidarismo que muchas veces enturbia almas y razones.

Lo primero a considerar es que las obras son necesarias y el mecanismo de endeudamiento para financiarlas es razonable. Lo decimos nosotros, que incorporamos prácticamente todo el capítulo de “Montevideo olvidado” al programa de gobierno de la candidata de la coalición republicana. En esa oportunidad, le aportamos hasta el título…

Por eso es comprensible la actitud del ministro Peña y el diputado Pasquet, tan criticado en estos días por quienes ven la política como un partido entre Nacional y Peñarol y no como lo que realmente es: un servicio a la comunidad en la incesante búsqueda de su calidad de vida. Tal vez quien dio en la tecla fue, como siempre, el presidente Julio María Sanguinetti, al asumir como una autocrítica de la coalición que no se llevó una propuesta única negociada entre todos, a partir del momento en que blancos y colorados propusieron ideas por separado.

Ahora bien: comprender la necesidad de estas obras y realizar la autocrítica política, no significa avalar los dichos de la intendente Cosse del jueves de noche. La jerarca apostó al victimismo, responsabilizando a la oposición por su incapacidad de mantener limpia la ciudad y brindar soluciones a barrios postergados. Con ello pasó por alto, olímpicamente, unos cuantos eximentes que deberían tenerse en cuenta.

Primero: que el desunido comportamiento opositor, en este caso, corrió paralelo a la inminencia con que había que resolver el tema, en plazos fuertemente acotados por culpa del referéndum del 27 de marzo pasado, un acto comicial que acaparó todos los esfuerzos de todos los partidos y que generó una natural postergación de este otro transcendente tema. Y si alguien fue responsable de ese extenso y caótico despropósito que fue el cuestionamiento a la LUC, ese alguien es y habrá sido siempre el Frente Amplio.

Así que la crítica de Cosse bien podría haber sido una autocrítica: si no hubiéramos perdido un año y medio discutiendo sobre una recolección de firmas y una campaña de referéndum que culminaron en el mismo punto de arranque (porque la ley no cayó), claramente hubieran estado dadas las condiciones para alcanzar un acuerdo.

Segundo: parece un exceso que una intendente que cobra a los montevideanos impuestos por la suma de dos millones de dólares diarios, pretenda decir que quien no la deja endeudar por más dinero está impidiendo que cumpla con sus funciones básicas, las funciones por las que existe la Intendencia y cobra al contribuyente.

¿Hace 32 años que gobiernan Montevideo y ahora dicen que la ciudad no estará limpia por culpa nuestra? Me parece que se les va un poco la mano…

Tercero: habría que preguntarse si la intendente Cosse tiene las mejores credenciales para endeudar en forma multimillonaria en dólares a los montevideanos, después de haber pagado por el Antel Arena el triple de lo que previó, después de haber despilfarrado dinero en publicidad de esa empresa pública como nunca en su historia, después de haber invertido fortunas en un satélite artificial que colapsó.

Está bien: ocupa el cargo porque así lo decidió democráticamente la mayoría montevideana, pero las minorías tenemos derecho a mostrar precaución, si percibimos en aquellas un comportamiento no acorde a la austeridad y probidad administrativa.

Por eso, ni blanco ni negro: colorado.

Las obras hay que hacerlas porque existe un Montevideo olvidado que las reclama.

Pero no a costa de otorgar patente de corso a quien ya ha dado sobradas muestras de incapacidad de gestión.

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